La ciudad de Barcelona continúa encabezando la lista de ciudades más caras de Cataluña para acceder a una vivienda, y lo hace superando sus propios récords. En julio de 2025, el precio medio del metro cuadrado alcanzó los 4.943 euros, un máximo histórico que refleja hasta qué punto la vivienda se ha convertido en la principal preocupación de los ciudadanos.
Según el último barómetro municipal, ya no es la seguridad ni el turismo lo que más inquieta a los barceloneses, sino la dificultad de encontrar un techo asequible.
Los jóvenes siempre los peor parados
El panorama es especialmente duro para la juventud. El Observatorio de Emancipación del Consejo de Juventud de España (CJE) señala que, para quienes tienen entre 16 y 29 años, alquilar un piso medio en Barcelona supone destinar más del 80% de su salario anual. Comprar no es más sencillo: se necesitarían casi cinco años de ingresos íntegros para reunir la entrada de una vivienda, y después, el 85,5% del sueldo mensual se iría a la hipoteca. Muy lejos del margen recomendado por el Banco de España, que sitúa el gasto sostenible en vivienda entre el 30% y el 35% de los ingresos.
Sin embargo, a menos de una hora de la capital, existen alternativas que parecen pertenecer a otro mercado inmobiliario. Un ejemplo destacado es Calaf, tal y como recoge El Periódico, un municipio de la comarca de l’Anoia que, pese a su tamaño modesto —unos 3.300 habitantes—, cuenta con una historia milenaria y una ubicación estratégica en el altiplano central catalán. Su mercado de vivienda ofrece cifras que resultan casi irreales en comparación con la capital: en mayo de 2025, el precio medio del metro cuadrado rondaba los 793 euros, según Idealista. Esto significa que un piso de 80 metros cuadrados se podría adquirir por unos 63.440 euros, menos de una sexta parte de lo que costaría en Barcelona.
Calaf es conocido por su pasado como importante centro comercial medieval, con un mercado documentado desde el siglo XIII que aún hoy se celebra cada sábado en la plaza Gran, una de las más amplias y monumentales de Catalunya. Su patrimonio incluye la iglesia de Sant Jaume, con orígenes románicos y ampliaciones góticas, y un conjunto de calles históricas que conservan el trazado original. Rodeado de campos de cereales y con buenas conexiones por carretera y tren, de hecho en coche se tarda una hora a Barcelona, combina el encanto rural con una ubicación práctica para quienes trabajan en ciudades cercanas como Manresa, Igualada o incluso Barcelona.
Además del ahorro económico, vivir en Calaf supone un cambio de estilo de vida. Aquí, el tráfico es escaso, el aire es más limpio y el comercio de proximidad sigue siendo el eje de la vida diaria. La comunidad mantiene vivas tradiciones como la Festa Major o la Fira de Calaf, eventos que refuerzan la identidad local y atraen a visitantes de toda la comarca. Para quienes huyen del estrés urbano, el municipio ofrece un entorno más tranquilo sin renunciar a servicios básicos como escuelas, centro de salud, instalaciones deportivas y transporte público.
Aquí, la inversión no solo es más asequible, sino que también se traduce en calidad de vida, algo que para muchos pesa tanto como el precio.
