El hombre, como ser con vida finita, siempre ha anhelado la inmortalidad. Una cualidad con la que ha dotado a dioses y criaturas. Una de ellas, el vampiro, se caracteriza por la necesidad de segar otras vidas, adhiriéndose a un huésped, a cambio de la eternidad. En la naturaleza existen los parásitos que terminan por ser letales para el propio portador e incluso los murciélagos chupasangre, sin embargo, esta dinámica no era tan común en el mundo microscópico, o eso creíamos.
Un grupo de científicos ha descubierto un fenómeno sorprendente que altera nuestra comprensión de estas los virus. Resulta que estas entidades biológicas pueden enfermarse. Sí, esos mismos agentes microscópicos, responsables de innumerables enfermedades humanas, son susceptibles a infecciones por otros virus. Karma lo llaman. Este hallazgo, publicado en The ISME Journal,a primera vista paradójico, arroja luz sobre un nivel de complejidad en la interacción viral que hasta ahora era poco conocido.
Cuando un virus ingresa en una célula, tiene dos posibles caminos: permanecer latente o iniciar un proceso de replicación activa. En este último caso, el virus se apodera de la maquinaria celular para producir numerosas copias de sí mismo, un proceso que culmina con la liberación de estas nuevas partículas virales. Sin embargo, este proceso no está exento de desafíos.
Un virus que no necesita luchar por el control de la célula
En ocasiones, un virus entrante se encuentra con que la célula ya está ocupada por otro virus en estado latente. Este encuentro inesperado desencadena una lucha por el control de la célula, una verdadera batalla microbiana donde el ganador se lleva todo. Más allá de esta competencia intra-celular, los biólogos han descubierto la existencia de virus que específicamente se alimentan de otros virus, conocidos como satélites virales.
Un baile de dos
Estos satélites han sido observados en diversas formas de vida, afectando tanto a bacterias como a plantas y posiblemente a otros organismos. Un ejemplo notable es el del los bacteriófagos P2 y P4. El P4, un virus temperado, puede integrarse en el cromosoma de su célula huésped y permanecer latente. Sin embargo, cuando un P2 infecta una célula que ya alberga a un P4, este último se activa y utiliza el material genético del P2 para replicarse, dejando al P2 con escasas posibilidades de replicación.
Esta interacción entre satélites y sus virus auxiliares no es solo una curiosidad biológica, sino que representa una carrera armamentista evolutiva. Este conflicto interno ha dado lugar a la creación de sistemas antivirales novedosos, algunos de los cuales podrían tener aplicaciones importantes en la investigación biomédica y tener implicaciones significativas para el desarrollo de terapias antivirales.
Un descubrimiento particularmente llamativo en este campo es el de los investigadores de la Universidad de Maryland, Baltimore County. Estos han identificado un tipo de fago satélite, denominado MiniFlayer de la bacteria del suelo Streptomyces scabiei, que muestra un comportamiento único. Este fago satélite se adhiere al cuello de su virus auxiliar, el bacteriófago MindFlayer, que infecta a la bacteria Streptomyces, en un acto que evoca imágenes de vampirismo microbiano.
En concreto, este fago satélite evolucionó un apéndice corto que le permite agarrarse al cuello de su ayudante como un vampiro. De esta forma, el virus vampiro puede entrar en la célula junto a su anfitrión. Aún se desconocen los mecanismos de sometimiento con los que cuenta MiniFlayer.