Antiguos miembros de los clausurados estudios Ensemble Studios (Age of Empires, Halo Wars) y Pandemic Studios (Star Wars: Battlefront, The Saboteur) han culpado a la 'cultura de la crisis' y a sus propios errores por el cierre de esas desarrolladoras, dentro del marco de las rant sessions de la Game Developers Conference, ponencias y mesas de trabajo en las que se abre la veda a las críticas sin piedad y a la rabia contenida, normalmente en clave también humorística.
"Destruimos esos maravillosos artistas, rompemos sus familias, y sacrificamos su juventud"
Pault Bettner, que trabajó durante más de una década en Ensemble, no ha culpado a Microsoft por la clausura del estudio. "Lo cierto es que todos los juegos que hicimos tardaron el doble de tiempo en estar listos que lo que dijimos, y costaron el doble de los previsto." Pero eso influyó definitivamente en Microsoft, ya que ésta "es una compañía pública, deben responder ante los accionistas, y nosotros éramos demasiado caros."
No sólo eso: también ha señalado que el estudio estaba lleno de "adictos al trabajo", y se ha culpado personalmente por ello, entendiendo que no hizo nada para evitarlo, y que ese ritmo de trabajo no podía ser eficiente, y les dio mala calidad de vida.
Ha recordado, asimismo, que se estima que un tercio de los profesionales de la industria espera abandonarla en cinco años, debido al estrés, la calidad de vida, y las horas extra, no siempre remuneradas. "Es un círculo vicioso. Exprimimos a nuestros mejores miembros. Destruimos esos maravillosos artistas, rompemos sus familias, y sacrificamos su juventud."
"Todos los juegos tardaron el doble de tiempo en estar listos, y costaron el doble de lo previsto"
Por otro lado, Carey Chico, de Pandemic Studios, también ha señalado al estudio por su deficiente contabilidad y la incapacidad para lograr sus objetivos internos. Chico, además, considera que todos los problemas surgieron cuando el estudio se ganó la administración de su propio capital. "Ése fue el principio del fin", dijo, pues considera que tener la presión de la editora para gestionar y regular sus horarios y objetivos "son en realidad restricciones positivas en muchos sentidos."