El 11 de marzo uno de los terremotos más devastadores de la historia de Japón sacudió al noreste del país. Este terremoto no produjo el mismo nivel de destrucción que el tsunami que provocó después. Todos habéis visto las imágenes y las cifras hablan por sí solas.
Pues bien, parece que la naturaleza la tiene tomada con Japón este año, pues aunque los tifones son algo natural aquí, la pasada semana nos encontramos con el tifón conocido como Roke en España que azotó buena parte del territorio nipón. En principio parecía que pasaría por el centro del país y lo cruzaría siguiendo su camino al norte, pero fue cuando llegó a territorio nipón cuando cambio de dirección dirigiéndose más al noreste, y por lo tanto pasando por buena parte de Honshu (la isla principal de Japón).
Durante mis casi taitantos años de vida jamás vi una forma de llover y un viento de estas características. Yo estaba con un amigo, salimos de un edificio el miércoles a eso de las 16:10 y vimos que apenas había nadie en la calle. Todavía en el portal del mismo, mi amigo tuvo la que fue denominada como "la frase menos adecuada del año". Dijo: "Parece que llueve mucho pero parece que el viento no es muy fuerte". Justo en ese momento y como escuchando su ocurrencia, un paraguas destrozado, con las varillas de aluminio girando cual aspas de helicóptero dispuestas a rajar algo pasó por delante de nosotros a una velocidad pasmosa. "Yo mejor me espero aquí a cubierto y me fumo un cigarrito" fue mi respuesta inmediata.
Tras unos minutos decidimos intentar llegar a la estación de Shibuya. El paraguas era imposible de controlar y tras algunas varillas rotas, y notar que era más un estorbo por el fuerte viento, decidimos cerrarlo y correr. Corrimos apenas 70 metros hasta la estación y notamos que llovía de abajo a arriba, pero también de delante a atrás. El viento era tan fuerte que tenías que aguantar la respiración porque el agua no dejaba de arremeter contra tu cara. Era como estar directamente bajo una piscina. Llegamos a la estación completamente calados y el recuerdo del terremoto hizo acto de presencia. No hay servicios de trenes, las estaciones están llenas de gente, carteles de suspensión de servicios, muchas personas hablando por teléfono y hombres trajeados sentados en el suelo y leyendo revistas en cartones improvisados. Algunas empresas, ante las previsiones meteorológicas, habían dejado a sus empleados regresar a casa al mediodía, algo que hizo las conglomeraciones menos pronunciadas. Lo que más me extrañó fue que hasta las líneas de metro habían cortado el servicio e incluso algunas tuvieron problemas hasta el día siguiente, supongo que por posibles inundaciones.
El primer tren tardó unas horas en hacer acto de presencia, y una vez dentro tuvimos que esperar otra hora hasta que se movió hasta la siguiente estación. Cada vez que llegábamos a una nueva estación debíamos esperar en el tren otros 20 minutos o media hora dado que se comprobaba uno por uno los tramos de vías para asegurarse que no había ningún peligro. Una vez más, la respuesta de los japoneses fue ejemplar. Aparte de esta medida de seguridad, cuando llegué a mi estación de destino había un grupo nutrido de trabajadores de la estación organizando colas antes de bajar las escaleras para el andén. Me explico, si en una situación como esta dejas bajar a la gente sin control al andén, éste se colapsa y las personas que salen del siguiente tren apenas se pueden mover, empujones y demás problemas que pueden finalizar en la caída de alguien a las vías etc. Así pues, desde el primer momento los japoneses habían creado colas en la parte superior de la estación y con cada tren que se marchaba dejaban bajar a un número determinado de personas, cortando de nuevo el flujo. Aquí os dejo algunas fotos de las colas formadas en apenas unas horas y en una estación no tan céntrica.
Al final tardé como cinco o seis horas en hacer un trayecto que normalmente se hace en 10 minutos, aunque gracias al buen hacer de los japoneses se llevó a cabo sin mayores incidentes. En las noticias podía ver el efecto del tifón, con al menos diez muertos y cuatro desaparecidos y con una cantidad de destrucción por inundaciones, especialmente en el área de Nagoya, descomunal.
En fin a ver si la naturaleza se olvida un poco de Japón porque entre terremotos, tsunami y tifones yo creo que ya está bien. De hecho, cuando oí lo del satélite que provocaría que un montón de chatarra espacial cayese a la Tierra aposté firmemente por Japón como candidato a sufrirlo debido al año que llevamos. Menos mal que no hay un volcán importante cerca…
Nota: Perdonad el ligero desenfoque de algunas fotos, pero están tomadas con el móvil.