Análisis de Spy Chameleon - RGB Agent (Wii U)

El estudio barcelonés Unfinished Pixel lanzó en ordenador el año pasado el juego Spy Chameleon: RGB Agent, que llega ahora a Wii U de mano de EnjoyUp Games. El juego consiguió en PC captar la atención de los usuarios que decidieron apostar por él gracias su accesible jugabilidad y progresiva curva de dificultad, elementos que resultan más que importantes en los puzles.

Y es que Spy Chameleon tiene mucho de puzle, aunque hay que tener en cuenta que quizá no tanto como el uso del término podría llegar a pensar. En realidad se trata de una combinación de habilidad y puzles en la que los dos elementos resultan muy compensados. La primera sensación es que se trata de habilidad y poco más: esquiva las zonas de riesgo de los enemigos, llega a meta y consigue los objetivos adicionales. Poco más. Pero luego se van introduciendo diseños más complicados de los niveles, la necesidad de cambiar de color para camuflarnos y nos damos cuenta de que sí hay un componente estratégico y de planificación que hay que evaluar. En los primeros niveles, en definitiva, los dos componentes se equilibran y la complejidad de la curva de dificultad se desarrolla por la evolución del reto en el diseño del nivel, la exigencia de mayor precisión y, también, de habilidad y velocidad.

Todo se basa en llegar del punto A al punto B, con la salvedad de que hay un montón de obstáculos y enemigos dispuestos a hacernos la puñeta. Tenemos que pasar completamente desapercibidos, así que nada ni nadie nos puede detectar. Hay que superar cinco mundos con quince niveles cada uno, teniendo en cuenta que hay tres metas adicionales diferentes: llegar a la salida del nivel en menos del tiempo indicado, hacerlo recogiendo todas las moscas y hacerlo recogiendo todas las mariquitas. Eso hace que muchos niveles deban jugarse varias veces para conseguir todos los objetivos y, la verdad, en cuanto se ha avanzado un poco intentar conseguirlo todo en una única ejecución es complicado.

Mientras nos movemos por los niveles, el camaleón puede cambiar de color a su voluntad escogiendo entre cuatro colores. Para cambiar de color basta con pulsar uno de los botones frontales del mando (A, B, X o Y) que se corresponden con verde (el color base), rojo, azul y amarillo. De este modo, si pasamos por una alfombra azul, volvernos azules nos hará invisibles a los ojos de los sistemas de vigilancia. Todo ello mientras esquivamos robots, ratas y todo tipo de obstáculos. Y todavía hay más: también habrá que interactuar con múltiples elementos del escenario para conseguir avanzar, por ejemplo bloqueando rayos.

Lo cierto es que, poco a poco, el juego va añadiendo complejidad y múltiples elementos y estrategias (como espía en un mundo de sigilo, meterse en una caja de cartón está entre ellos), así que nos encontramos con niveles de complejidad temprano, aunque sin que sin resulte frustrante para el usuario. Esto se consigue porque las mecánicas de juego se introducen una a una, sin apabullar. Por tanto, aunque los primeros niveles pueden resultar demasiado simplistas para los jugadores veteranos, estos harán bien dándole una oportunidad para empezar a disfrutar de verdad ya en el segundo mundo del juego: el primero hay que tomárselo como lo que es de facto: un tutorial bien llevado.

Para conseguir avanzar en el juego no falta con llegar a la salida de cada nivel: hay que ir sumando las moscas repartidas por los escenarios, ya que hay que tener un mínimo para desbloquear algunos niveles. Un elemento de diseño que se agradece, dado el sistema de misiones adicionales, es que al terminar el nivel se nos da la opción de pulsar un botón y pasar al siguiente nivel o pulsar otro y reintentar el que estamos. Así es muy cómodo, tras superar el nivel la primera vez que lo jugamos, ir a por el reto de las mariquitas o intentar hacerlo a toda velocidad. Es una cuestión muy lógica de diseño de menús pero al mismo tiempo es una carencia más que habitual en muchísimos títulos.

Además de tentar al jugador con esos retos adicionales y, sobre todo, el cronómetro, Spy Chameleon cuenta con tablas de puntuaciones. Nos parece que, en líneas generales, tardan un poco en cargar, pero suponemos que esto varía en función de la cantidad de amigos que tengan el juego y hayan marcado ya tiempos, así que la experiencia puede variar mucho de un caso a otro. Eso sí, no hay multijugador.

Lo que sí hay es dos modos de dificultad: el normal y el difícil. El normal ya puede llegar a ser bastante complicado en los niveles finales, obligándonos a cambiar de color de forma casi continuada mientras evitamos obstáculos e intentamos cumplir los objetivos, así que el modo difícil resulta un reto más respetable. Además, incorpora logros adicionales en el modo difícil, por lo que los que disfrutan exprimiendo hasta la última gota de sus juegos tendrán aquí material para rato. Y es que no hay que llevarse a engaño: superar el juego en modo normal (no necesariamente con todos los objetivos superados) implica unas cinco o seis horas de partida.

El modo difícil hace honor a su nombre y la experiencia multiplica su duración. Todo esto no está vinculado con un reto muy interesante dentro de los logros del juego: que el total de tiempo de todos los niveles no supere los 18 minutos, cálculo que se basa en los mejores cronos marcados (y, por supuesto, no en el tiempo real de juego invertido). Los logros están, en definitiva, bien planteados y pueden representar retos adicionales para los jugadores más competitivos.

En el aspecto técnico, este es un juego sencillo pero resultón. Al no ser ningún prodigio en lo técnico, no es de extrañar que consiga ofrecer 1080p y 60 imágenes por segundo. Esto hace que la experiencia sea suave, precisa y agradable en la pantalla. Le falta espectáculo y parafernalia visual, pero es uno de esos títulos independientes que lo apuesta todo a la mecánica de juego y a la experiencia adictiva de sus partidas. Y eso lo tiene. Asimismo, resulta de agradecer que el juego responda con enorme precisión al control, sobre todo porque la recta final del título exige una precisión elevada.

Por otro lado, sí nos parece más criticable que no se haya encontrado la manera de aprovechar mejor las características específicas de Wii U ya que la pantalla del GamePad está ahí solamente para usar el modo sin televisor. No está mal, ya que es un juego que funciona bien en partidas cortas, de tipo muy arcade, y eso es algo que siempre nos ha parecido muy apropiado para el modo off-TV, pero es una pena que no se haya intentado ofrecer siquiera un control táctil. Quizá los desarrolladores lo intentaron y consideraron que no iba a ofrecer ninguna mejora sustancial al juego tal y como lo habían diseñado.

Conclusiones

Spy Chameleon es un juego que engaña. Parece simple, quizá incluso reduccionista. Es un libro que no debe ser juzgado en ningún caso por su portada, pues conduce a engaño. El simpático camaleón las pasa canutas para lograr el éxito en los niveles más difíciles y si optamos por jugar el título a fondo nos encontraremos con un reto difícil muy bien diseñado en su curva de progreso. Por otro lado, si solo queremos superar los niveles sin más, al final resultará ser un juego un poco corto y perderemos su fuerte valor rejugable, que es una de sus virtudes más destacadas.