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Uno de los rodajes más célebres de Hollywood dejó a cuatro de sus protagonistas con secuelas graves de por vida

Las condiciones inhumanas del rodaje revelan el lado más oscuro de la edad dorada del cine, un recordatorio de que detrás de los clásicos que marcaron generaciones, hubo también quienes pagaron un precio devastador.
Uno de los rodajes más célebres de Hollywood dejó a cuatro de sus protagonistas con secuelas graves de por vida
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Actualizado: 13:00 19/4/2025

Pocas películas han tenido un impacto tan duradero como El mago de Oz, estrenada en 1939, una joya técnica por su uso pionero del Technicolor y por su legado como icono cultural. Pero tras el esplendor de sus escenarios encantados y canciones inmortales, se esconde una de las historias más oscuras del Hollywood clásico.

Alcoholismo, nominaciones y una generación marcada

Lo que ocurrió tras las cámaras, marcado por negligencias, abusos y sustancias tóxicas, convirtió este rodaje en un infierno para varios de sus protagonistas, algunos de los cuales acabaron con discapacidades permanentes. Frank Morgan, el actor que encarnó al Mago, vivió atrapado por su adicción al alcohol durante todo el rodaje. Aunque logró reconocimiento y hasta nominaciones al Oscar, su dependencia fue una constante en su vida profesional y personal. Murió en 1949, no sin antes convertirse en un símbolo de una generación de actores sometidos a condiciones laborales que hoy serían impensables. Pero su caso apenas es la punta del iceberg de los dramas que se desarrollaron en torno a este filme.

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Judy Garland, la inolvidable Dorothy, fue víctima de los férreos controles físicos impuestos por el estudio MGM. Con apenas 16 años, fue forzada a consumir anfetaminas y barbitúricos para mantener su figura y su energía, en un régimen brutal que terminaría afectando profundamente su salud mental y física. Garland se volvió adicta a los fármacos, una dependencia que la acompañaría hasta su muerte por sobredosis a los 47 años. Su historia es, a día de hoy, uno de los ejemplos más trágicos de cómo la industria moldeaba —y destruía— a sus estrellas más jóvenes.

Quemaduras, intoxicaciones y maquillajes letales

Las secuelas físicas no se limitaron al reparto principal. Margaret Hamilton, quien interpretó a la malvada bruja del Oeste, sufrió graves quemaduras de tercer grado en el rostro y brazos tras una explosión mal calculada durante una escena. Su maquillaje, que contenía arsenito de cobre y fósforo blanco, le provocó daños internos que la obligaron a alimentarse exclusivamente de líquidos durante semanas. En el caso de Buddy Ebsen, el primer actor que encarnó al Hombre de Hojalata, su maquillaje con polvo de aluminio puro le provocó una reacción alérgica tan severa que fue hospitalizado y sustituido. Pasó el resto de su vida con problemas pulmonares.

Ray Bolger, el Espantapájaros, no salió mejor parado. La máscara de goma que llevaba pegada al rostro le causó cicatrices irreversibles y exposición al amianto —esparcido como “nieve” artificial durante una escena—, un material que décadas después se confirmaría como altamente cancerígeno. Bolger desarrolló un cáncer de vejiga que acabaría con su vida en 1987.

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