Desde hace años, Microsoft y OpenAI mantienen una relación simbiótica que ha redefinido la inteligencia artificial. El gigante de Redmond ha inyectado más de 13.000 millones de dólares en la empresa dirigida por Sam Altman, obteniendo acceso privilegiado a modelos como GPT-4, DALL·E o Whisper.
Pero ese idilio podría terminar de forma abrupta. Una cláusula incluida en el contrato lo permite. Y gira en torno a tres letras que generan vértigo en Silicon Valley: IAG. La inteligencia artificial general —o Artificial General Intelligence, AGI en inglés— es el santo grial del sector. Un sistema autónomo capaz de superar a los humanos en casi cualquier tarea económicamente relevante. Según reveló Wired, si OpenAI declara haber alcanzado ese hito, Microsoft pierde su posición prioritaria. Así, sin más. Altman cree que la IA está cerca de la singularidad o está muy cerca de ello.
Sam Altman puede romper con Microsoft si consigue la IAG: la cláusula que lo cambia todo
La cláusula ha sido bautizada como escape clause, y está escrita con tinta fina: solo se activa si OpenAI anuncia públicamente que ha logrado la IAG y demuestra que su nuevo modelo puede generar, al menos, 100.000 millones de dólares en beneficios. Es lo que en el argot interno llaman “IAG suficiente”. No basta con ser más potente que GPT-5. Tiene que mover una economía entera.
La decisión, además, queda en manos del consejo de administración de OpenAI. No de Microsoft, ni de un regulador externo. Si Altman y su equipo dicen que lo han logrado, se activa la cuenta atrás. ¿Por qué Microsoft aceptó semejante condición? Porque en 2019, cuando firmaron el acuerdo, nadie —ni siquiera Satya Nadella— creía que la IAG estuviese cerca. Las proyecciones hablaban del 2030 como horizonte más optimista. Y, casualidad o no, el contrato expira justo ese año.
Pero en 2024 el panorama ha cambiado. Altman ha insinuado en varias entrevistas que el objetivo está más cerca de lo que se cree. Algunos rumores apuntan a que Q, el sucesor experimental de GPT-4, ya está rozando ese nivel. Y aunque han sufrido duros reveses en la producción tecnológica dentro de OpenAI, se especula que hay grandes ases bajo la manga.
Si OpenAI decide tirar de la cuerda, no será solo un movimiento empresarial. Será una declaración de intenciones. Una señal de que hemos cruzado un umbral. Que la inteligencia artificial, tal como la imaginábamos en la ciencia ficción, ya está aquí. Y que Microsoft podría quedarse fuera del siguiente capítulo. El futuro, literalmente, depende de una cláusula.
