Una investigación reciente ha puesto en evidencia un fenómeno preocupante: el lenguaje de la Generación Alfa —nacidos entre 2010 y 2024— escapa al entendimiento tanto de sus progenitores como de los algoritmos de inteligencia artificial más avanzados. Según el estudio, presentado en una conferencia internacional y liderado por la joven investigadora Manisha Mehta, ni siquiera modelos como ChatGPT, Gemini o Claude logran interpretar correctamente más del 70 % de las expresiones populares entre adolescentes. La brecha lingüística no solo revela un desfase cultural, sino que tiene consecuencias directas sobre la detección de acoso y violencia digital encubierta.
“Fr fr, let him cook”: cuando una frase inofensiva esconde una burla
Parte del problema radica en el uso de expresiones cuyo significado ha sido distorsionado o invertido dentro del código social de los más jóvenes. Ejemplos como “let him cook” pueden parecer neutros, pero su interpretación cambia radicalmente con matices como el uso de emojis o siglas añadidas, como “lmaoo”. El estudio evidencia cómo los adolescentes utilizan estas microvariaciones para ocultar sarcasmo, rechazo o burla, lo que imposibilita que tanto adultos como sistemas automáticos puedan identificar situaciones de acoso o intimidación verbal con precisión.
Padres e IA, empatados en desconcierto
En los resultados del experimento, los adultos —principalmente padres— lograron descifrar correctamente un 68 % del vocabulario, apenas una décima por debajo de Claude, el modelo de IA más efectivo del grupo. Otras IA populares como LLaMA, Gemini o ChatGPT tampoco superaron ese umbral. La razón es clara: estas expresiones juveniles no están bien representadas en los corpus de entrenamiento, ya que evolucionan demasiado rápido y a menudo se limitan a contextos cerrados como TikTok, Discord o grupos privados de WhatsApp.
Riesgos invisibles: el acoso que nadie detecta
El mayor peligro señalado por el estudio es que esta incomprensión puede estar facilitando formas de ciberacoso que pasan completamente desapercibidas. Las herramientas de moderación basadas en inteligencia artificial, al no comprender los matices de este nuevo idioma digital, fallan al detectar ataques velados o intimidaciones sutiles. Y lo mismo ocurre con los padres, que podrían estar leyendo conversaciones cargadas de violencia simbólica sin advertir el menor problema. Como alerta el informe, “la generación más conectada es también la más incomprendida, y eso la hace más vulnerable”.
Un reto para la salud mental y la tecnología ética
El trabajo de Mehta y sus colegas pone el foco en una urgencia doble: por un lado, la necesidad de adaptar los sistemas de IA a realidades lingüísticas emergentes, especialmente en contextos sensibles como el educativo o el psicológico; por otro, la importancia de tender puentes intergeneracionales para restablecer la comunicación. El lenguaje adolescente siempre ha sido un refugio de identidad, pero ahora —en la era algorítmica— su opacidad puede convertirse en una barrera que impida detectar a tiempo señales de alarma que, de otro modo, podrían salvar vidas.
