Durante décadas hemos repetido casi de memoria que la historia del microprocesador arranca en 1971 con el Intel 4004, el chip que abrió la puerta a los primeros ordenadores personales y calculadoras programables. Pero en paralelo, lejos de cualquier escaparate comercial y protegido por el secretismo militar de la
Aquel procesador no estaba pensado para hojas de cálculo ni para videojuegos, sino para algo mucho más urgente: mantener un avión supersónico de ala variable en vuelo estable mientras el piloto se centraba en el combate. El MP944 recibía datos de sensores, calculaba en tiempo real la velocidad, la altitud o la posición óptima de las alas y devolvía órdenes al sistema de control de vuelo. Lo hacía de forma automática y digital, en un momento en el que la mayoría de sistemas embarcados seguían siendo analógicos o híbridos. Para la Marina de EE. UU. era una herramienta de supervivencia; para la historia de la tecnología, un adelantado a su tiempo que nadie vio venir.
Un cerebro secreto en un F-14
Los documentos desclasificados en los años 90 muestran por qué tantos ingenieros lo reivindican. El MP944 utilizaba tecnología MOS avanzada y una arquitectura paralela de 20 bits capaz de trabajar en pipeline, ejecutando operaciones matemáticas especializadas a una frecuencia de unos cientos de kilohercios. No era un juguete: procesaba con suficiente velocidad como para integrarse en el control de vuelo de un caza real, en maniobras donde un error de cálculo no significaba un cuelgue, sino un accidente. En términos de instrucciones por segundo, varias reconstrucciones lo sitúan claramente por encima del 4004, aunque jamás se concibió como chip de propósito general.
Ahí está el centro del debate que se abrió cuando Ray Holt, ingeniero clave del proyecto, empezó a contar su historia: ¿puede considerarse el MP944 el “primer microprocesador” aunque no se vendiera al público ni fuera un único chip integrado? Holt defiende que sí, que cumplía la esencia de una CPU programable años antes de que Intel enseñara la suya. Nombres propios del sector, como el exingeniero de Motorola Russell Fish, han llegado a decir que, de haberse conocido en los setenta, podría haber acelerado la industria varios años. Del otro lado, figuras como Federico Faggin o Stan Mazor recuerdan que el mérito del 4004 fue precisamente integrar todos los bloques de una CPU en un solo trozo de silicio y hacerlo viable comercialmente.
El secreto mejor guardado de la Guerra Fría
El velo de secretismo tampoco ayudó a aclarar las cosas. Holt sostiene que su trabajo estuvo de facto enterrado por las restricciones militares y que necesitó el apoyo de una congresista para que la Marina autorizase la publicación de los documentos a finales de los 90. La Armada matizó después esa versión y apuntó a problemas burocráticos y de empresa más que a un secreto oficial deliberado. Fuera por clasificación formal o por pura inercia industrial, el resultado práctico fue el mismo: mientras el 4004 se convertía en icono en los libros de historia, el MP944 seguía siendo un fantasma técnico encerrado en los manuales del F-14.
Al final, la pregunta de quién fue “el primero” dice casi tanto de nuestra definición de microprocesador como de las fechas. Intel 4004 sigue siendo, con razón, el primer microprocesador comercial integrado y programable que abrió una industria entera y democratizó la computación.















