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La tiktoker Coqui pierde más de 100.000 seguidores tras filtrarse que vive en Andorra: 'Su familia fue acogida en España'

Coqui, que hasta ahora había esquivado la polémica con un tono didáctico y amable, ha descubierto el reverso: cuando tu comunidad te cree cercana, cada decisión —incluso la que atañe a tu buzón— se somete al escrutinio del plato… y de la plaza pública.
La tiktoker Coqui pierde más de 100.000 seguidores tras filtrarse que vive en Andorra: 'Su familia fue acogida en España'
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Actualizado: 17:22 28/10/2025
cocina

El fin de semana dejó a Cocina con Coqui (@cocinaconcoqui), uno de los perfiles culinarios más seguidos de TikTok, en el centro de una tormenta perfecta: lanzamiento inminente de libro, filtración de su cambio de residencia a Andorra y una sangría de seguidores que varias cabeceras sitúan en “miles” y otras amplifican hasta la cifra simbólica de los 100.000 en pocas horas. El desencadenante no fue un vídeo suyo, sino un post en X de la comunicadora Alba Medina que señalaba la mudanza y apuntaba a una dirección asociada a su boletín, dato que catalizó la conversación y multiplicó el escrutinio.

Desde entonces, los titulares han oscilado entre el reproche fiscal y el debate sobre privacidad en figuras públicas: ¿qué parte de la vida de un creador es “cuenta y razón” de su audiencia? Muchos la señalan destacando que ella nació en China y su familia vino a España, lugar en el que continúan mientras la creadora ha cambiado su lugar de residencia. "Su familia fue acogida en España", destacaban algunos usuarios en redes sociales.

Coqui respondió con un comunicado en vídeo: dice entender la avalancha de reacciones, pero reivindica el derecho a no hacer pública su dirección —“antes de mudarme a Andorra vivía en un pueblecito de Tarragona y nadie lo sabía”— y lamenta que todo suceda “justo antes” del estreno de su libro. La pieza de HuffPost que recoge su versión subraya que la mudanza se infirió por datos visibles en su web/newsletter, y que la creadora evitó entrar al detalle fiscal. En paralelo, 20minutos y La Vanguardia documentaron el cambio de humor en su comunidad, con mensajes que van desde la decepción (“te has beneficiado del público aquí y te vas a tributar fuera”) hasta la defensa de su vida privada. En cualquier caso, la narrativa oficial ya está fijada: privacidad primero, debate fiscal fuera de foco.

La herida recurrente: Andorra en el imaginario digital

El contexto español explica parte del seísmo. Cada cierto tiempo, el vector Andorra vuelve a tensionar la conversación digital: ocurrió con El Rubius y otros youtubers en 2021, cuando la opinión pública midió con lupa la diferencia de carga tributaria (IRPF máximo del 10% e IVA del 4,5% en Andorra frente a tipos notablemente superiores en España) y se reabrió el melón de si “deslocalizarse” erosiona el contrato social. Ese debate, que entonces involucró incluso a creadores que defendían quedarse y “pagar aquí”, ha madurado en un guion ya conocido: se invocan derechos individuales frente a ejemplaridad pública. El caso Coqui resucita ese libreto, con un matiz: su público culinario no es el de los streamers de lifestyle y gaming, y las expectativas morales parecen ser distintas.

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Más allá del ruido, hay literatura que ayuda a interpretar lo ocurrido. La investigación sobre relaciones parasociales muestra que cuanto más fuerte es el vínculo percibido entre audiencia e influencer, más sensibles son los seguidores a lo que interpretan como cambios de identidad o valores; eso impacta en confianza y conducta (incluida la decisión de dejar de seguir). Estudios recientes —desde metaanálisis sobre PSR y credibilidad hasta trabajos cualitativos sobre el caso Rubius— documentan cómo una modificación percibida en el “contrato narrativo” del creador (por ejemplo, mudarse por razones fiscales) puede sentirse como traición y desatar retorsiones rápidas en redes. Traducido: la receta importa, pero la coherencia con la comunidad importa más.

¿Privacidad o exposición? La línea fina

El capítulo Coqui también deja preguntas periodísticas y jurídicas: ¿hasta dónde llega el derecho a informar cuando la pista es un dato fiscal incluido en una newsletter? ¿cuándo cruza la publicación de ese dato la línea hacia el doxxing (exposición de información personal con potencial de daño)? Por ahora, el detalle operativo que la propia Coqui subraya en su defensa —que no quería ni tenía “necesidad” de decir dónde vive— sirve de paraguas argumental, pero no disipa el dilema. A efectos prácticos, la controversia ha servido para demostrar, de nuevo, que en la economía de la atención la temporalidad lo es todo: un anuncio editorial puede quedar sepultado por una conversación fiscal surgida horas antes.

¿Qué queda en el corto plazo? Si el patrón de crisis con creadores se repite, veremos un rebote parcial de seguidores cuando baje el ruido, un reposicionamiento del discurso (más foco en recetas, menos en bastidores) y, quizá, una ronda de entrevistas donde se acote la narrativa. Pero la cicatriz pesa: incluso investigaciones recientes piden más regulación y transparencia en la industria del influencer marketing, precisamente para evitar los “puntos ciegos” que disparan expectativas y castigos en tiempo real.

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