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La película de ciencia ficción criticada por Elon Musk que fracasó en su estreno y ya supera las 140 millones de reproducciones

Su “fracaso” inicial en Netflix es relativo: lo que parecía una distopía fría encontró su público en el momento exacto en que mucha gente ya vivía cansada, hiperconectada y con miedo.
La película de ciencia ficción criticada por Elon Musk que fracasó en su estreno y ya supera las 140 millones de reproducciones
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Actualizado: 16:33 17/12/2025
distopía
estreno

La película no llegó como el típico fenómeno inmediato del cine-evento: se habló de ella, sí, pero fue el boca a boca del streaming el que la convirtió en una apisonadora. En las propias métricas públicas de Netflix, la película figura entre las más vistas de la plataforma: superó la barrera simbólica de los 140 millones de visualizaciones en su ventana inicial y, en el recuento “all time” de Netflix basado en los primeros 91 días, aparece con 143,4 millones.

La premisa de Dejar el mundo atrás es simple y, precisamente por eso, inquietante: unas vacaciones familiares en una casa alquilada se tuercen cuando todo empieza a fallar —comunicaciones, pantallas, la sensación básica de “entender qué está pasando”— y dos desconocidos llaman a la puerta asegurando que ese hogar es suyo. Sam Esmail adapta la novela homónima de Rumaan Alam y empuja a Julia Roberts, Ethan Hawke y Mahershala Ali a un choque de clase, confianza y supervivencia cotidiana, donde cada gesto parece una pista… o una amenaza.

Un apagón que se parece demasiado a la vida real

El gancho “ciencia ficción” aquí no va de naves ni de futuros lejanos: es el terror de la infraestructura invisible. Esmail lo plantea como un apagón contemporáneo con sabor a ciberataque —un tipo de colapso que, en la vida real, se trabaja justo por su efecto dominó sobre servicios y organizaciones críticas— y la película se alimenta de esa idea: cuando cae la red, cae la idea de normalidad.

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Lo interesante es que, aunque el cine suele vender el mito del “pánico colectivo” como reacción automática, la investigación en psicología social y estudios de desastres lleva décadas discutiendo esa caricatura: en muchas emergencias reales aparecen cooperación, organización espontánea y ayuda mutua con más frecuencia de lo que dicta el tópico. “Dejar el mundo atrás” juega a lo contrario —a la sospecha como reflejo— y por eso pincha: no tanto por lo que enseña, sino por lo que obliga a preguntarte sobre tu propia reacción cuando el otro es, de repente, un enigma.

Cuando la desinformación ocupa toda la pantalla

También está el veneno de la desinformación: en la película, la falta de señales fiables hace que cualquier fragmento (un rumor, una imagen a medias, una explicación improvisada) pese más de la cuenta. Y esa intuición tiene respaldo empírico: el trabajo de Vosoughi, Roy y Aral en Science mostró que, en redes sociales, las noticias falsas pueden propagarse más rápido y más lejos que las verdaderas, algo que encaja con el clima mental que describe el film cuando todo se vuelve interpretable.

Quizá por eso su “fracaso” inicial es relativo: lo que parecía una distopía fría encontró su público en el momento exacto en que mucha gente ya vivía cansada, hiperconectada y con el miedo difuso a que el mundo dependa de demasiados cables. Además, su final (más insinuado que explicado) dejó a la audiencia dividida: buena parte de la conversación online nació de esa frustración, algo que también se refleja en la brecha habitual entre crítica y público en agregadores. Y, paradójicamente, esa incomodidad es su mejor motor de reproducción: termina… y te quedas dándole vueltas.

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