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La foto que rompe el monopolio de SpaceX: así de enorme es el cohete de 98 metros de alto de Jeff Bezos

La imagen con cinco personas minúsculas a pie de barcaza no es solo pura ingeniería : es la tarjeta de presentación de un nuevo actor serio< en el negocio de ir y volver del espacio reutilizando hardware.
La foto que rompe el monopolio de SpaceX: así de enorme es el cohete de 98 metros de alto de Jeff Bezos
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Actualizado: 10:00 22/11/2025

A falta de monedas u otros objetos para comparar tamaños, lo que de verdad pone en contexto lo que acaba de hacer Blue Origin son esos cinco técnicos diminutos al lado del cilindro blanco. La primera etapa del New Glenn, 57 metros de altura por siete de diámetro, ha logrado posarse en una barcaza en el Atlántico y quedarse ahí, vertical e intacta. Traducido: el “gigante dormido” de Jeff Bezos por fin ha entrado de lleno en el juego que durante diez años ha dominado en solitario SpaceX.

Hasta ahora, solo una empresa era capaz de lanzar cohetes de clase orbital, devolver la primera etapa y reutilizarla de forma rutinaria. El Falcon 9 convirtió algo que parecía ciencia ficción en una coreografía casi aburrida de tan fiable. Con el aterrizaje del New Glenn —y encima conseguido en su segundo vuelo— el monopolio de la reutilización orbital se rompe. No es solo un triunfo técnico: es un aviso directo al mercado de lanzadores.

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Adiós al monopolio de la reutilización

La comparación de tamaños deja claro por qué este paso importa. El Falcon 9 ronda los 70 metros de altura y puede poner unas 22 toneladas en órbita baja. El New Glenn se va a los 98 metros y aspira a unas 45 toneladas de carga. Es decir, compite más en la liga del Falcon Heavy, pero con una primera etapa única y totalmente reutilizable, sin boosters laterales. Si Blue Origin consigue volar con frecuencia, el equilibrio de precios y capacidades en el sector puede dar un giro serio.

Otro detalle clave está en el color del fuselaje: vuelve prácticamente blanco. A diferencia del Falcon 9, que regresa cubierto de hollín negro por quemar queroseno (RP-1), el New Glenn utiliza metano y oxígeno líquido. Esa combinación de metano criogénico (“methalox”) es más eficiente, más barata a largo plazo y deja el cohete mucho más limpio. Cada centímetro de suciedad que te ahorras es menos inspección, menos mantenimiento y más opciones de rotación rápida entre vuelo y vuelo.

Metano, limpieza y rotación rápida

El logro llega, además, en el momento justo para Blue Origin. La compañía llevaba años prometiendo mucho y enseñando poco mientras veía cómo SpaceX encadenaba récord tras récord con Falcon 9 y jugaba a otro nivel con Starship. Este aterrizaje cambia el relato: New Glenn ya no es un power point ni una maqueta en el hangar, es hardware que ha ido al espacio y ha vuelto de una pieza. Y ahora tiene que demostrar si puede hacerlo 10, 20 o 30 veces al año.

El plan de la empresa es agresivo: apuntar a una docena o incluso dos docenas de misiones anuales y ofrecer lanzamientos en el entorno de los 70 millones de dólares, muy cerca del precio de un Falcon 9, pero con mucha más capacidad de carga. Eso le permite ir a por contratos comerciales gordos, misiones institucionales y, sobre todo, posicionarse bien ante la NASA de cara al programa lunar. El mismo booster que hemos visto en la foto podría terminar lanzando el módulo lunar Blue Moon o componentes clave de futuras infraestructuras en órbita.

Para Bezos, que lleva años repitiendo su mantra de “Gradatim Ferociter” (“paso a paso, ferozmente”), esta foto es justo eso: la prueba visual de que, tras un ritmo desesperantemente lento, Blue Origin por fin está donde dijo que estaría.

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