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La basura orbital amenaza a la Tierra: los telescopios pueden quedar inutilizados y la astronomía sufre un riesgo mayor

Los especialistas advierten que, en la próxima década, casi la totalidad de las imágenes captadas por los telescopios espaciales podrían verse afectadas por la creciente contaminación orbital
La basura orbital amenaza a la Tierra: los telescopios pueden quedar inutilizados y la astronomía sufre un riesgo mayor
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Actualizado: 11:16 20/12/2025

Durante años, las megaconstelaciones de satélites se presentaron como el gran salto hacia una conectividad total: la promesa de internet global, servicios ultrarrápidos y una infraestructura lista para sostener la revolución digital.Pero todo tiene una contrapartida. Ese sueño tecnológico ha acabado chocando con la realidad científica. Lo que en su día se celebró como un hito del progreso se ha convertido en un desafío constante para los astrónomos, que observan cómo el cielo nocturno se vuelve cada vez más inaccesible.

La basura orbital se dispara: los telescopios podrían quedar cegados y la astronomía entra en zona de peligro

El problema es directo, pero de largo alcance. Los satélites cruzan los campos de visión de los telescopios, reflejan la luz del Sol y generan trazos que contaminan imágenes esenciales para estudiar el universo. Y las cifras no dejan lugar al optimismo: en la próxima década, cerca del 96 % de las capturas espaciales podrían verse alteradas por esta nueva contaminación orbital.

Telescopios y basura espacial

La amenaza tiene dos caras. Por un lado, la contaminación lumínica producida por los satélites en funcionamiento, que aumenta a medida que se multiplican los lanzamientos. Por otro, un enjambre de basura espacial formado por fragmentos de cohetes, restos de colisiones y aparatos inservibles que orbitan sin control alrededor de la Tierra. Un estudio reciente publicado en Nature advierte de que la investigación astronómica podría quedar gravemente lastrada si no se toman medidas urgentes.

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El crecimiento de esta infraestructura orbital es apabullante. En 2019 había unos 2.000 satélites en funcionamiento. Hoy nos acercamos a los 15.000 y la Agencia Espacial Europea ya proyecta un escenario desbordado: para 2030 podrían existir más de 100.000 dispositivos repartidos en varias capas orbitales. El impacto es evidente: telescopios emblemáticos como el Hubble podrían ver alterado casi el 40 % de su campo de observación, mientras que aquellos que operan entre los 400 y 800 kilómetros de altitud afrontan una contaminación visual prácticamente total.

Hay más de 15.000 satélites y algunas agencias creen que habrá 100.000 dispositivos repartidos en varias capas orbitales para 2030

A este panorama científico se suma un problema político y económico. "Este estudio es hasta optimista", explica Alejandro Sánchez de Miguel, del Instituto de Astrofísica de Andalucía-CSIC. Señala que muchas iniciativas privadas no se anuncian públicamente y que el despliegue actual es “un experimento de geoingeniería descontrolado” impulsado por intereses corporativos y rivalidades internacionales. Las críticas llegan también desde Francia, donde el investigador Jorge Hernández Bernal alerta de que no solo está en juego la ciencia, sino el patrimonio cultural del cielo nocturno y la seguridad orbital ante un posible síndrome de Kessler.

Las soluciones existen, pero no son sencillas. Una opción es ubicar los satélites en órbitas más bajas que las de los telescopios, aunque esto implica nuevos riesgos para el clima y la capa de ozono. Si nada cambia, la única alternativa será enviar los futuros observatorios mucho más lejos, elevando de forma drástica sus costes y complicando aún más el acceso al cosmos.

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