En plena era de la sostenibilidad, seguimos cayendo en uno de los engaños más extendidos de las últimas décadas: creer que el agua embotellada es siempre mejor que la del grifo. Más cara, con mayor impacto ambiental y, en muchos casos, procedente exactamente del mismo lugar. ¿Estamos pagando por marketing o por calidad?
El reputado investigador y divulgador científico José Miguel Mulet resume bien esta paradoja: “Por un agua embotellada muchas veces estamos pagando simplemente por un agua del grifo a la que le han pasado un filtro.” Esta frase pone sobre la mesa la verdadera cuestión: ¿pagamos calidad o solo una imagen?
El mito del agua embotellada: por qué deberías volver al grifo según los expertos (en la mayoría de los casos)
La realidad es contundente. El agua del grifo no solo es más barata, sino que genera una huella de carbono infinitamente menor. No requiere plásticos, ni embotellado, ni transporte a grandes distancias. Abrimos el grifo, llenamos un vaso y listo. Sencillo, limpio y sostenible.
Desde el punto de vista medioambiental, la comparación es casi humillante: la huella hídrica y la huella de carbono del agua embotellada multiplica con creces la del agua corriente. Además, conviene preguntarse algo básico: ¿qué tipo de agua estamos bebiendo realmente cuando abrimos una botella? Porque no todas son iguales. Algunas provienen de manantiales o acuíferos minerales; otras, simplemente, son agua del grifo filtrada y vendida a precio de oro.
"Y luego está que, por ejemplo los que vivimos en el Mediterráneo, tenemos un agua muy dura; con una gran concentración de calcio y magnesio", prosigue el experto. "Al final, esa concentración de calcio y magnesio puede ser positiva para nuestra salud", indica. Y no le falta razón.
En zonas del Mediterráneo, por ejemplo, el agua suele ser dura, rica en minerales como el calcio y el magnesio. Muchos la rechazan por su sabor o por el sarro que deja en los electrodomésticos, pero olvidan que esa concentración de minerales puede resultar beneficiosa para la salud ósea y cardiovascular.
En definitiva, si hablamos de calidad, sostenibilidad y sentido común, el grifo gana por goleada. Solo hace falta que nos quitemos el velo publicitario y volvamos a confiar en lo que tenemos al alcance de la mano. Literalmente.















