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Japón puso 22 coches a dar vueltas en un círculo y resolvió el misterio de los atascos, la culpa es del conductor

El resultado fue un atasco artificial que, sin causa aparente, replicaba perfectamente lo que ocurre a diario en nuestras carreteras.
Japón puso 22 coches a dar vueltas en un círculo y resolvió el misterio de los atascos, la culpa es del conductor
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En un país donde la disciplina social y la precisión tecnológica van de la mano, Japón ha demostrado que incluso los atascos de tráficouno de los problemas más extendidos del siglo XXI— pueden desentrañarse con ciencia y políticas públicas acertadas. Hace más de dos décadas, un grupo de universidades niponas puso en marcha un experimento que sigue siendo, a día de hoy, un referente para entender por qué se producen las congestiones: el efecto acordeón, esa oleada de frenazos y acelerones que surgen de forma aparentemente espontánea en carretera.

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El ensayo consistió en hacer circular a 22 coches en un circuito cerrado de 230 metros, con una instrucción muy clara: mantener una velocidad constante de 30 km/h y la distancia con el coche delantero. A pesar de lo simple del ejercicio, la realidad no tardó en imponerse: en cuestión de minutos, el flujo se vio interrumpido por oscilaciones generadas por un conductor que aceleró o frenó en exceso.

El resultado fue un atasco artificial que, sin causa aparente, replicaba perfectamente lo que ocurre a diario en nuestras carreteras. El video del experimento se volvió viral por su carácter casi hipnótico, mostrando cómo un mínimo error humano puede generar un bucle de ralentizaciones. Tal y como explicaron los investigadores, si los conductores hubieran sido robots, el atasco nunca habría existido.

La conclusión es demoledora: la mayoría de congestiones no son causadas por accidentes ni obras, sino por la incapacidad de las personas para mantener un ritmo constante.

Políticas que atacan el problema desde la raíz

Más allá de la teoría, Japón ha sabido trasladar estos conocimientos a su política urbana. Una de sus medidas más efectivas, implementada desde 1962, es el sistema Shako Shomeisho, que obliga a quien quiera comprar un coche a demostrar previamente que dispone de una plaza de aparcamiento. Este requisito, combinado con los altos costes de mantenimiento y la eficiencia de su red de transporte público, ha logrado que Tokio tenga una de las tasas de motorización más bajas del mundo: apenas 0,32 coches por hogar.

Aunque a simple vista puede parecer una política excluyente, lo cierto es que ha tenido un impacto tangible en la movilidad urbana. Las megaciudades japonesas rara vez sufren atascos prolongados, gracias a una gestión que prioriza el transporte público y limita de forma inteligente el acceso al vehículo privado.

Una lección para Occidente

Mientras en muchos países occidentales se sigue apostando por construir infraestructuras más grandes y costosas como solución a la congestión, Japón ofrece otra vía: entender el comportamiento humano y aplicar regulaciones que disuadan el uso innecesario del coche. El resultado es claro: menos tráfico, más fluidez y una ciudad más eficiente.

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