Aunque Terminator es una de las sagas más emblemáticas del cine de ciencia ficción, muchos coinciden en que su brillo comenzó a desvanecerse a partir de la tercera entrega, justo cuando James Cameron dejó de estar al frente de la dirección.
La primera película, protagonizada por Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton, cuenta la historia de Sarah Connor, una joven camarera que, sin saberlo, se convierte en pieza clave de un conflicto que se librará en 2029. En ese futuro, la inteligencia artificial Skynet domina el mundo con un ejército de máquinas, exterminando gran parte de la humanidad.
Skynet envía un Terminator al 1984 para asesinar a Sarah Connor y evitar el nacimiento de John, líder de la Resistencia, que responde enviando a Kyle Reese para protegerla. La saga, impulsada por el icónico T-800 de Schwarzenegger, marcó la cultura popular, aunque perdió fuerza narrativa a partir de la tercera entrega. Es ahora James Cameron el que confiesa que esta premisa le parece demasiado real.
James Cameron, director, sobre la nueva entrega de Terminator: "Hasta ahora no he podido ponerme manos a la obra, la realidad me ha desbordado"
Ahora, James Cameron está detrás de una nueva entrega, al menos en lo que respecta al guion, como él mismo ha revelado en una entrevista con la CNN. Pero el director admite que todavía no ha comenzado a trabajar en ella, porque la realidad contemporánea lo deja “superado”. “No he podido empezar con esto hasta ahora porque no sé qué decir que no sea superado por la realidad. Vivimos en la era de la ciencia ficción”, reconoció Cameron, reflexionando sobre cómo los avances tecnológicos actuales hacen que cualquier idea futurista pueda convertirse en real en un abrir y cerrar de ojos.
Con la inteligencia artificial avanzando a pasos agigantados y la tecnología alcanzando niveles que parecían propios de sus películas, no sorprende que Cameron se muestre cauteloso. Su futuro apocalíptico de Terminator podría estar más cerca de la realidad de lo que cualquiera imaginaría, y el propio cineasta parece ser consciente de la delicada línea entre la ficción y el mundo que nos rodea.















