España ha logrado consolidarse en una posición destacada dentro del ranking internacional de coeficiente intelectual (IQ) publicado recientemente por Ranking Royals. Con una puntuación media de 102,30, nuestro país ocupa el puesto número 13 a nivel mundial, superando a la mayoría de los estados europeos y situándose como el país de la Unión Europea con la media más alta.
Esta clasificación, basada en los resultados de más de 1,39 millones de participantes evaluados en pruebas estandarizadas de razonamiento lógico, memoria y comprensión verbal, pone de relieve no solo las capacidades individuales, sino también los frutos de un sistema educativo en constante evolución.
Asia lidera en inteligencia
El liderazgo asiático en este ranking es claro: China, Corea del Sur y Japón ocupan las tres primeras posiciones, con medias de IQ que superan los 106 puntos. La ventaja asiática, según estudios como el de Lynn y Vanhanen (2012), suele atribuirse a factores como la tradición de educación intensiva, la cultura del esfuerzo y programas escolares altamente competitivos. En comparación, el sólido desempeño de España resulta especialmente significativo dentro del contexto europeo, donde otras potencias tradicionales como Alemania o Francia se encuentran en posiciones más rezagadas.
Inteligencia pero no emocional
Sin embargo, los expertos advierten que el coeficiente intelectual no debe interpretarse como una medida absoluta del talento o del potencial de un país. Investigaciones como las de Sternberg (2018) insisten en que el IQ tradicional no captura dimensiones esenciales de la inteligencia, como la creatividad, la adaptabilidad social o la inteligencia emocional. De hecho, algunos países que destacan en innovación tecnológica o producción artística no siempre figuran entre los primeros puestos en mediciones de coeficiente intelectual, lo que refleja la complejidad y diversidad de las capacidades humanas.
En cualquier caso, conocer el nivel promedio de IQ de una nación puede ser una herramienta útil para orientar políticas públicas. Como señalan informes de la OCDE, los países con mejores indicadores cognitivos tienden a invertir de manera sistemática en educación básica, investigación científica y programas de fomento del talento. España, con su actual posición, tiene una oportunidad valiosa para fortalecer aún más sus sistemas educativos y apostar por proyectos que potencien no solo la excelencia académica, sino también habilidades sociales y de innovación, fundamentales en un mundo cambiante.















