Entre Salamanca y Zamora se alza una de las construcciones más imponentes de la ingeniería civil española: la presa de Almendra. No sólo es el muro de hormigón más alto del país, con sus 202 metros de altura, sino que representa una de las obras más colosales del siglo XX en Europa.
Una construcción enorme y duradera
Construida entre 1964 y 1970, esta infraestructura forma parte del sistema Saltos del Duero y continúa siendo una pieza clave en la producción hidroeléctrica nacional. La cantidad de hormigón vertida en su construcción supera los 2,4 millones de metros cúbicos, y su embalse cubre más de 8.600 hectáreas.
Pero Almendra no es simplemente un gigantesco depósito de agua. Es, en esencia, una batería hidroeléctrica inteligente. Gracias a una compleja galería de presión de 15 kilómetros excavada en la roca, el agua del embalse fluye hacia la central de Villarino para generar electricidad mediante seis turbinas reversibles. Estas turbinas no solo producen energía, sino que también permiten el bombeo inverso del agua, coordinándose con el embalse de Aldeadávila para equilibrar el sistema hidroeléctrico de la región.

A pesar de su tamaño y relevancia, la capacidad del embalse de Almendra —2.600 hectómetros cúbicos— queda por detrás de gigantes como La Serena (Badajoz) o Alcántara (Cáceres), los cuales lideran el volumen en el país. Su producción energética, de 1.300 GWh anuales, tampoco encabeza la lista, siendo superada por otras centrales como Aldeadávila o Cortes-La Muela. No obstante, Almendra sigue siendo fundamental en el engranaje renovable de Castilla y León, una comunidad líder en generación eléctrica limpia en España.
El impacto de su construcción no se limitó a lo técnico. Durante su edificación, la zona vivió un auge demográfico inusual: se construyeron poblados para albergar a los trabajadores y localidades como Almendra y Villarino de los Aires duplicaron su población. Sin embargo, este impulso fue efímero. Una vez finalizadas las obras, la despoblación rural se impuso de nuevo, dejando tras de sí pueblos casi vacíos… y hasta alguno sumergido: Argusino, cuyos 400 habitantes vieron desaparecer su localidad bajo las aguas.