En 2013, Elon Musk compró una de las casas más icónicas de Bel-Air: la antigua residencia del actor Gene Wilder. Lejos de ser una inversión convencional, el magnate de Tesla y SpaceX adquirió la propiedad por 6,75 millones de dólares con la intención explícita de proteger el legado del actor, célebre por su papel como Willy Wonka.
Musk prometió mantener la esencia de la casa intacta, sin remodelaciones ni cambios estructurales, convirtiéndola en un tributo personal y permanente. Siete años después, en plena etapa de desprendimiento de bienes materiales, Musk decidió vender la casa. Pero lo haría bajo una condición inquebrantable: el comprador debía comprometerse a conservar tanto la estructura como los objetos originales vinculados a Wilder.
El sobrino del actor que fue dueño original de la casa, es un okupa
A pesar de que el precio ascendía a 9,5 millones de dólares, apareció un interesado muy particular: Jordan Walker-Pearlman, sobrino del actor. Él y su esposa, Elizabeth Hunter, compartían la devoción por el legado del actor, pero no disponían de los fondos necesarios.

En un gesto poco habitual incluso para él, Musk no solo accedió a rebajar el precio a 7 millones, sino que también financió la operación. Prestó 6,7 millones de dólares directamente a la pareja para que pudieran adquirir la propiedad. El acuerdo parecía un ejemplo perfecto de cómo la conexión emocional podía imponerse al interés económico. Pero la situación cambió radicalmente cuando las dificultades financieras de los nuevos propietarios salieron a la luz, agravadas por la pandemia y las huelgas en Hollywood.
A mediados de 2024, el incumplimiento de pagos llevó a Musk a iniciar un proceso de ejecución hipotecaria. La pareja intentó salvar la situación poniendo la casa a la venta por 12,95 millones, una cifra muy por encima del precio medio en la zona. Sin ofertas a la vista, redujeron el importe a 9,5 millones, sin éxito. En noviembre, la propiedad fue retirada del mercado, mientras Walker-Pearlman se aferraba a una cláusula del condado de Los Ángeles que impide modificar una casa catalogada como de interés histórico.
La pareja sigue residiendo ilegalmente en la casa
Actualmente, la situación permanece estancada y sin visos de resolución inmediata. La pareja deudora sigue residiendo en la casa, a pesar del proceso de ejecución hipotecaria iniciado hace más de seis meses. Musk no ha logrado recuperar el dinero prestado ni tampoco avanzar en la venta del inmueble, ahora aún más restringido por su estatus de “propiedad histórica”, lo que impide cualquier reforma estructural significativa.