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Descubren un misterioso residuo mitólogico hallado en un santuario de hace 2.500 años: 'Es un símbolo de inmortalidad'

El redescubrimiento fue posible gracias a un préstamo temporal: una de las jarras viajó al Museo Ashmolean de Oxford para una exposición, y eso dio pie al nuevo análisis.
Descubren un misterioso residuo mitólogico hallado en un santuario de hace 2.500 años: 'Es un símbolo de inmortalidad'
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Actualizado: 15:12 5/8/2025
grecia
inmortalidad

Durante más de medio siglo, unas vasijas de bronce encontradas en un santuario subterráneo de Paestum, al sur de Italia, guardaron celosamente un secreto pegajoso. En los años 50, los arqueólogos que las descubrieron asumieron que el denso y oloroso residuo en su interior era miel, dada su presencia en un contexto claramente ritual.

Sin embargo, los análisis de laboratorio realizados durante décadas lo negaron una y otra vez. Hasta ahora. Un nuevo estudio de la Universidad de Oxford ha dado un vuelco a la historia: gracias a tecnologías analíticas de vanguardia, se ha confirmado que aquella sustancia es, en efecto, miel de abeja de hace 2.500 años.

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Un néctar reservado a los dioses… y a los muertos

La disposición ceremonial de las jarras —colocadas en círculo alrededor de una cama de hierro vacía— sugiere que no se trataba de un simple almacén de alimentos, sino de una ofrenda a alguna deidad olvidada. En la Grecia clásica y en Roma, la miel no era solo un endulzante: era un símbolo de pureza, salud y, sobre todo, de inmortalidad. Se le atribuía el poder de conservar el cuerpo y alimentar el alma. La mitología decía que incluso el joven Zeus fue criado con miel, razón por la cual los antiguos la consideraban el “néctar de los dioses”. No sorprende entonces que apareciera en tumbas, altares y rituales de paso.

No son basura, son ecosistemas químicos complejos.

Reescribiendo la historia con ciencia molecular

Los análisis anteriores, realizados en los años 60, 70 y 80, no lograron detectar azúcares ni proteínas, lo que llevó a descartar la presencia de miel. Pero el equipo liderado por Luciana da Costa Carvalho ha utilizado herramientas mucho más precisas: espectroscopía infrarroja, espectrometría de masas, rayos X y técnicas proteómicas. Con ellas, identificaron hexosas, lípidos y proteínas propias de la jalea real, lo que permite asegurar que las vasijas contenían miel o incluso fragmentos de panal. La acidez del residuo, combinada con una huella química casi idéntica a la miel moderna, refuerza esta hipótesis, según recoge El Mundo.

El redescubrimiento fue posible gracias a un préstamo temporal: una de las jarras viajó al Museo Ashmolean de Oxford para una exposición, y eso dio pie al nuevo análisis. Para los investigadores, esto revela una lección más amplia: muchos objetos arqueológicos almacenan información vital no en su forma, sino en sus residuos. De hecho, el mismo equipo ha identificado restos de carne, leche y cereales fermentados en otros utensilios corroídos de Pompeya. El problema es que estos residuos suelen eliminarse durante la limpieza de las piezas para su exhibición, lo que supone una pérdida irreparable de información.

La arqueología química abre nuevas puertas al pasado

“Los residuos antiguos no son basura, son ecosistemas químicos complejos”, afirma Da Costa Carvalho. Y cada uno de ellos encierra fragmentos de lo que fue el día a día, las creencias y la dieta de nuestros antepasados. En este caso, la miel hallada no solo confirma una práctica ritual, sino que también habla de un vínculo entre lo cotidiano y lo sagrado. Un alimento común convertido en símbolo eterno. Y una nueva demostración de cómo la ciencia puede devolver el aroma —y la historia— a lo que parecía perdido bajo la pátina del tiempo.

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