Un desastre ambiental de gran magnitud ha sacudido el norte de Zambia y amenaza con escalar en una crisis diplomática internacional. Más de 50 millones de litros de ácido se vertieron en el río Kafue tras el colapso de una presa de residuos en una mina de cobre operada por Sino-Metals Leach Zambia, una filial china.
El incidente, además de provocar daños a ecosistemas acuáticos y poner en riesgo el río Zambeze, ha reavivado el malestar social contra la presencia y el dominio chino en el sector minero del país africano. La tensión no es nueva. Zambia ha vivido episodios anteriores de descontento con las empresas chinas por sus prácticas laborales y su escasa sensibilidad ambiental.
Un vertido tóxico con consecuencias globales
El accidente, sin embargo, llega en un momento especialmente delicado: mientras la nación busca triplicar su producción de cobre para afianzar su posición como potencia extractiva, aumenta la presión pública y política para que revise su dependencia de la inversión china. Las escenas de 2018 en Kitwe, cuando la población protestó por las condiciones laborales impuestas por empresas asiáticas, podrían repetirse si no se toman medidas firmes.
El gobierno de Zambia, consciente de los riesgos de una ruptura con su principal financiador, ha optado por una respuesta calculada. Ha reactivado un proyecto de ley ambiental estancado desde hace años, y al mismo tiempo ha subrayado que Pekín sigue siendo un socio económico crucial.
China, Zambia y la geopolítica del cobre
La narrativa oficial busca un equilibrio entre el apaciguamiento del descontento interno y el mantenimiento de las relaciones con China, esenciales para sostener grandes obras de infraestructura y el crecimiento del sector minero.
Desde Pekín, la respuesta ha sido diplomática pero evasiva. El gobierno chino ha expresado su “profunda consternación” por lo ocurrido y ha instado a la empresa responsable a asumir su responsabilidad. Sin embargo, analistas como James Palmer, en Foreign Policy, señalan que el verdadero objetivo del gigante asiático es proteger su influencia estratégica en Zambia y evitar que este accidente se convierta en un precedente que frene su avance en el continente africano.
Mientras tanto, Estados Unidos observa con atención. Su millonaria inversión en el Corredor de Lobito, una alternativa logística clave que atraviesa Zambia, es un claro gesto de competencia geopolítica. El cobre, esencial para la transición energética global y la producción de tecnología, se ha convertido en un recurso estratégico.
