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Crítica Han Solo: Una historia de Star Wars

Repasamos los antecedentes, aciertos, influencias y problemas de la nueva película de Star Wars.
Crítica Han Solo: Una historia de Star Wars
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Disney disparó primero. Cuando el gigante del entretenimiento decidió comprar Lucasfilm y diseñar una nueva estrategia comercial en el ámbito cinematográfico para la saga galáctica de George Lucas, muchos se llevaron las manos a la cabeza. Con el estreno de los nuevos episodios, encabezados hasta la fecha por El despertar de la Fuerza (2015, J.J. Abrams) y Los últimos Jedi (2017, Rian Johnson), la compañía de Mickey Mouse decidió aumentar su esquema de producciones con cintas que ampliasen el universo de Star Wars a través de historias que se centrasen en hechos históricos de la cronología y personajes. Nacían los conocidos como spin-off, cuyo máximo exponente era hasta la fecha el film de Gareth Edwards, Rogue One: Una historia de Star Wars (2016).

La idea era clara: presentar un plan de estrenos a medio y largo plazo al igual que habían hecho con sus películas de Marvel, ampliando la cronología de la saga y dando cohesión a las historias que comenzaron en los años setenta de la mano de Lucas. Hasta la fecha, la apuesta parecía haberse saldado de forma positiva, con buenos resultados en taquilla, mucho ruido mediático y una respuesta notable por parte de crítica y público. Kathleen Kennedy, reputada productora y cabeza visible de Lucasfilm, no ha dejado ni un cabo suelto desde que entró a los mandos de esta colosal empresa, pero lo cierto es que no han parado de crecerle los ungnaught.

Con el estreno de Han Solo: Una historia de Star Wars (Ron Howard, 2018) se pone fin a uno de los procesos de producción más convulsos y extraños de los últimos tiempos. La cinta se ha visto forzada a volver a rodar gran parte de su metraje -de una manera todavía más caótica que Rogue One-, y no ha cumplido las expectativas que la propia Disney depositaba en su estreno en taquilla. ¿Es una mala película? ¿Qué ha pasado con Han Solo y su atractivo como icono de la cultura pop? ¿Se ha acabado el embrujo galáctico? ¿Ha dejado de ser un evento de catarsis colectiva el estreno de una cinta de Star Wars?

Una atribulada producción: un cambio de dirección traumático

La resurrección de Star Wars tras un largo proceso de reconstrucción y cuidado en un tanque de Bacta bajo la tutela de Disney parecía un plan sin fisuras. Los nuevos films nacidos bajo el amparo de Bob Iger y sus ejecutivos, tendrían una periodicidad similar a la de las cintas de Marvel, con estrenos anuales y consecutivos, campañas de promoción aún más asfixiantes y numerosos productos colindantes. Mientras la dinastía de los Skywalker nos contaban historias sobre Jedi, Sith y el resurgir de las fuerzas fascistas e imperiales en la galaxia, un número de películas alternativas rellenarían los huecos de la nueva cronología de la saga tras la eliminación del Universo Expandido, diseñando un fresco canon galáctico sobre el que cimentar de nuevo la licencia. Mientras el estreno de las películas numeradas o capítulos ha tenido su éxito y aplauso casi unánime -menos Los últimos Jedi, que ha caldeado los ánimos de ciertos sectores de los aficionados-, los spin-off no han causado la misma sensación, y de hecho no se debe únicamente a lo relativo a la taquilla o la recepción del público: sus problemas comenzaron antes.

Han Solo: Una historia de Star Wars

La idea primigenia de Disney de cara a estas películas no numeradas siempre fue un poco más arriesgada. Los episodios tradicionales han estado muy cuidados y estructurados, pisando sobre seguro incluso en las referencias y los personajes a usar. Hay un patrón y no te puedes salir de él. Sí, podríamos decir que Rian Johnson intentó ir más allá -y de hecho, la misma Kennedy lo ha premiado concediéndole una trilogía cinematográfica propia-, pero estas obras paralelas contaron en su origen con directores muy frescos, distintos y divergentes. Para Rogue One se contrató a Gareth Edwards, un cineasta que sorprendió a todos con Monsters (2010) y que demostró su valía a la hora de manejar blockbusters de peso con Godzilla (2014). ¿Su misión? Crear un drama bélico que siguiera las andanzas del grupo de rebeldes que logró robar los planos de la primera Estrella de la Muerte.

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La estrategia seguida por Disney a la hora de planificar sus spin-off les ha traído más disgustos que éxitos

La película seguía su ritmo de rodaje habitual cuando desde Lucasfilm advirtieron que no había nada que uniera esta entrega a los ingredientes con los que se identificaban de forma clásica a Star Wars. Se sentía inconexa y algo deshilachada. Sí, aquí no hay Jedi ni Sith, ni se apuesta por contar las mismas historias de siempre, pero desde la productora querían ajustar más el tono de la cinta e incluir importantes cambios en el metraje. El primer montaje de la película no convenció a Disney por los excesivos riesgos tomados en los destinos y el tratamiento de algunos personajes, y se decidió volver a rodar algunas de las secuencias troncales, otorgar más protagonismo a los secundarios y a potenciar el final trágico y de sacrificio en el relato. Esto llevó a Tony Gilroy, director contratado para los reshoots, a rehacer gran parte de la película por culpa del presumible efecto dominó. “Estaban en un cenagal. Tenían un problema tan terrible con esa película que lo único que podías hacer era mejorar su posición”, explicaba Gilroy sobre su llegada al proyecto.

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Los editores John Gilroy -que ya salvó Escuadrón Suicida para Warner Bros en un caso similar- y Colin Goudie tuvieron un trabajo titánico. Rogue One consiguió salir adelante pocos meses antes de su estreno sin grandes daños en el ritmo o el aspecto de la película. Y de hecho, la secuencia más memorable, aquella que conecta de forma explícita con Una nueva esperanza, fue añadida casi en última instancia debido a las presiones de los ejecutivos de la productora para que todo quedase unido y cohesionado a modo de precuela formal. Pese a lo traumático del asunto, la cinta funcionó. Su canto sobre el sacrificio, la rebelión y la esperanza, pasaron el corte. Lucasfilm consiguió salvar los muebles y obtener rédito en taquilla en su experimento, y refutando su teoría de estrenos y planteamiento.

El problema, paradójicamente, lo tendrían con aquella película que esperaban fuese más fácil de llevar: la centrada en Han Solo. Para ella, decidieron contratar a Phil Lord y Christopher Miller, dos directores y guionistas que demostraron su talento y especial forma de hacer las cosas con la divertida La LEGO Película (2014). La concepción y el rodaje del film se llevaron en secreto hasta el último momento, cuando saltó la liebre: Lord y Miller saldrían de la producción del film debido a las enormes diferencias creativas existentes entre ellos y Lucasfilm. "Miller y Lord son dos cineastas de gran talento que han conseguido reunir un reparto y un equipo increíble, pero está claro que tenemos diferentes visiones creativas sobre el film, así que hemos decidido seguir cada uno nuestro camino", explicaba en su día una atribulada Kathleen Kennedy en un comunicado oficial.

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“Odiamos emplear el cliché ‘diferencias creativas’ pero en este caso ha quedado más que claro y es cierto”, añadían Phil Lord y Christopher Miller. ¿Qué sucedió? Pues que en Lucasfilm no vieron con buenos ojos la forma de actuar y trabajar de estos dos directores en una producción tan controlada y con tantos filtros y comités como Star Wars. Paradójicamente, es la maldición de este tipo de blockbusters: contratas a jóvenes impetuosos para aportar frescura a una saga o a un film pero luego los acaban triturando, diluyendo o desechando porque no se amoldan a los cánones establecidos.

Ateniéndonos a los rumores y a las declaraciones de algunos de los actores y actrices e involucrados en el rodaje, Lord y Miller se descubrieron pronto como unos directores muy irreverentes, incontrolables y demasiado apasionados. Emilia Clarke, protagonista de Han Solo: Una historia de Star Wars ha llegado a confesar en una de las entrevistas que los hacían improvisar partes del guion, y que eran aficionados a cambiar tomas enteras sobre la marcha. Y claro, hacer esto en una producción en la que todo está medido al milímetro y en la que se debe cumplir con una serie de parámetros decididos con anterioridad, es un tremendo dolor de cabeza. Los rumores sobre los motivos del despido de ambos directores surcaron todo Hollywood. Lawrence Kasdan, guionista del film y hombre de confianza en Lucasfilm -hablamos del guionista y productor de El despertar de la Fuerza, El retorno del Jedi o El imperio contraataca-, no entabló buena relación con ellos. Al ver cómo su libreto se cambiaba constantemente o se alteraba sin consultar el tono con el que estaba planteado, Kennedy y él tomaron una decisión drástica y decidieron apartarlos del proyecto a menos de tres semanas de la finalización de la fotografía principal de la película. El Halcón Milenario se había quedado varado en mitad de un cinturón de asteroides, y su hipervelocidad parecía no funcionar.

Lord y Miller fueron despedidos del rodaje de 'Solo' por el mismo motivo por el que fueron contratados por Lucasfilm

Lucasfilm tenía en sus manos dos soluciones: invitar a Lord y Miller a seguir acreditados dentro del proyecto pero sin libertad creativa tras contratar a un equipo externo de cineastas que ayudase a reconducir el film de la misma manera en la que se hizo en Rogue One o abrirles la puerta y buscar a un nuevo director que volviese a rodar la película casi de cero. Los directores de Infiltrados en clase (2012) no aceptaron los términos del nuevo contrato y decidieron abandonar, algo que dejaba a la productora en una situación muy delicada en verano de 2017 con una película que tenía previsto su estreno en mayo de 2018. Y entonces llegó Ron Howard.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Cuando la cosa se pone fea, a veces hay que tirar de agenda. Ron Howard recaló en Han Solo: Una historia de Star Wars por diversos motivos. Uno es su consolidada filmografía, de indudable solidez comercial, y segundo, su trayectoria como cineasta de confianza. Sus cintas quizás no destaquen sobremanera, pero Howard tiene experiencia y sabe cómo lidiar con producciones atribuladas, contratiempos y los mecanismos inherentes de este tipo de pantagruélicos blockbusters. Pero en el fondo, y como bien saben en Lucasfilm, era el hombre adecuado para el proyecto.

George Lucas y Ron Howard: una historia de Star Wars

Ron Howard no tiene demasiado que ver con los directores que se han encargado de revivir la saga galáctica para Disney. Si bien J.J. Abrams es un cineasta nacido y cincelado bajo el regazo de los años ochenta y sus influencias artísticas y estéticas, Howard es un director que se ha criado y moldeado junto al precursor de gran parte del cine que hoy en día consumimos: George Lucas. La amistad entre ambos se remonta al comienzo del rodaje de American Graffiti en 1973, en la que Ron Howard -que interpretaba al cándido Steve Bolander- también coincidió con el mismísimo Harrison Ford -Bon Falfa en la cinta-. La película producida por Francis Ford Coppola acabaría convirtiéndose en toda una cantera y lanzadera para decenas de actores y el propio Lucas, que confesó a Howard cuál sería su próxima película. “Será de ciencia ficción, muy divertida, como Flash Gordon pero con los enormidad y los efectos de 2001: Una odisea en el espacio de Stanley Kubrick”, le explicó el director de THX 1138. Y así fue.

Han Solo: Una historia de Star Wars
Lucas y Howard se conocen y son amigos desde el rodaje de 'American Graffiti'; Howard estuvo a punto de dirigir el Episodio I

Star Wars llegaría a los cines un mayo de 1977. Ron Howard y su esposa Cheryl estuvieron en cola durante horas para poder verla, y cuando salieron de la sala, enmudecieron. Les impactó tanto la obra de George Lucas que decidieron ponerse en cola durante otros 90 minutos para disfrutarla por segunda vez en un día. Su amigo lo había logrado. A Howard se le considera el discípulo de Lucas y no es para menos. Su carrera ha estado apadrinada por productoras como la propia Lucasfilm y Amblin -de Steven Spielberg, Kathleen Kennedy y Frank Marshall-, y su colaboración estrecha en films como Willow (1988, Ron Howard) ha dejado patente siempre esa faceta. La confianza de Lucas en Howard era tal, que años antes de comenzar a plantear La amenaza fantasma (1999) le propuso que se sentase en la silla de dirección del episodio.

Han Solo: Una historia de Star Wars

“Fue una decisión difícil. George no quería dirigirla en un principio. Me comentó que se había reunido con directores como Robert Zemeckis y Steven Spielberg y que me quería a mi, siendo su tercera opción. Los tres le comentamos lo mismo: ‘George, ¡tendrías que dirigirla tú!’ Y no creo que nadie quisiera dirigirla en aquel momento. Fue un honor, pero hubiera sido demasiado desalentador”, confesó Ron Howard en 2015 durante la promoción de En el corazón del mar. Varios años después, y en una situación más desesperada, Star Wars volvería a llamar a su puerta.

Una aceptable aventura clásica con sabor a western y cine de aventuras

Comenzaremos por apartarnos de la mirada de ese wookie que está con nosotros desde el comienzo del artículo. Sí, Han Solo: Una historia de Star Wars es una buena película. No es nada del otro mundo, pero quizás estamos hablando de un film mucho mejor construido y presentado de lo que la gran mayoría anda rumiando y comentando por redes sociales y críticas. La cinta de Ron Howard se ha confundido erróneamente con un producto destinado al fan service más fiel y ramplón, y se le ha puesto en delicada yuxtaposición con Los últimos Jedi, considerada como la entrega más rompedora de la licencia. Por ahí, y nunca mejor dicho, no van los tiros.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Han Solo: Una historia de Star Wars es una película más naive y cándida de lo que creemos, algo que le permite compararse en estética, sentido narrativo y desarrollo a la mismísima Una nueva esperanza. En parte es lógico: Howard ha mamado la misma leche de bantha que George Lucas, y su artes detrás de las cámaras son las de un actor y director que ha trabajado en películas del oeste, historias de aventuras y numerosas road movies. Esto consigue que el film de una forma u otra demuestre una pureza galáctica sin precedentes. Han Solo: Una historia de Star Wars no cae en el guiño ramplón e impostado, y tampoco se dedica a apelar a la nostalgia de una forma deliciosamente calculada como El despertar de la Fuerza. Es coherente con ella misma, ofrece un buen puñado de secuencias de naturaleza original y paga el peaje con sus predecesoras cuando tiene que hacerlo y debe. Sí, a veces peca de aparatosa en su metraje, pero pese a sus errores -presentes y muy obvios- consigue conectar con sus promesas.

'Han Solo: Una historia de Star Wars' es una película de aventuras tan inocente que parece sacada de los años setenta y ochenta
Han Solo: Una historia de Star Wars

Han Solo: Una historia de Star Wars nos cuenta la historia de un joven Solo (Alden Ehrenreich) y su vida en las duras calles y muelles de Corellia, su mundo natal. Allí conocerá a Qi’ra (Emilia Clarke), una chica de la que acaba perdidamente enamorado y a la que le promete que algún día saldrán del reinado de la sucias y pérfidas mafias que controlan un planeta sitiado bajo control del Imperio Galáctico y en el que se construyen los poderosos destructores con los que se impone la paz del Emperador Palpatine en la galaxia. Estos primeros minutos, que por momentos presentan ecos de una suerte de El imperio del sol (1987, Steven Spielberg) en el espacio, demuestran la lucidez con la que Howard arma el relato escrito por el puño y la letra de los Kasdan.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Lawrence Kasdan y Jonathan Kasdan consiguen con su libreto plantear una estructura de western clásico, en el que la génesis de este particular y contrabandista antihéroe, el pendenciero y archiconocido Solo, se va forjando a fuego lento. Son sus decisiones, sus errores y aciertos, los que van sustentando un personaje que ofrece una inocencia inusitada en su perfil. Contra todo pronóstico a tenor de los rumores que ponían en tela de juicio sus dotes interpretativas, Ehrenreich está más que aceptable en muchas de sus secuencias, aportando inocencia al aguerrido piloto que luego sería recordados por todo por su valentía, socarronería y dureza. No es Harrison Ford, ni mucho menos, pero se deja llevar cuando es necesario por sus gestos, sonrisas ladeadas y nerviosos movimientos de manos. “Bueno, ya saben, Solo es más joven en esta cinta, y es algo muy divertido. Tienes que imaginarlo diez años antes, en su veintena. ¿Cómo era antes de que se endureciera? ¿Cómo se comportaba antes de sus tropiezos? ¿Por qué acabó llevando ese abrigo de cinismo? ¿Qué lo llevo hasta ahí”, explicaba Lawrence Kasdan sobre la génesis del guion.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Y es ahí dónde la película mejor funciona. En las historias, personajes y dramas que orbitan alrededor del héroe. Lo vemos escapar de su hogar a bordo de un landspeeder en lo que es un claro guiño a American Graffiti (1973), enrolarse en las filas del Imperio combatiendo en guerras que no entiende y recular en un grupo de piratas y ladrones espaciales que buscan dar el golpe de sus vidas y hacerse ricos con él. Todo parece casi una biografía del propio Ron Howard y sus papeles como actor en Tres forajidos y un pistolero (1974) y El último pistolero (1976), film en el que compartía enseñanzas y pantalla con el mismísimo John Wayne. Sin ir más lejos, encontramos en la narración de los Kasdan mucho de esta faceta paternalista y de progenitor de quita y pon en Tobias Beckett, al que da vida el siempre irreprochable Woody Harrelson.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Digno de destacar es también el imán de atracción que genera Donald Glover, que por momentos logra robar la atención de la función y el respetable. Glover, que interpreta a Lando Calrissian, otorga en su actuación acentos del propio Billy Dee Williams pero sin dejarse llevar por el homenaje, consiguiendo que su visión del apostador y empresario sea original y propia. Sus frases, su sonrisa y su manera de moverse -así como la relación que tiene con L3, el androide al que da vida Phoebe Waller-Bridge-, son otro de los puntos fuertes sobre los que se sustenta la cinta. En el otro lado de la balanza encontramos evidentes desaciertos en ella, como la falta de un clímax potente, en parte por la utilización de lo que podríamos decir que es un villano muy deslucido -Paul Bettany como Dryden Vos- y por su falta de decisión a la hora de querer parecerse, pero no demasiado, a uno de los cómics clásicos de Marvel como Showdown on a Wasteland World.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Pese a que se le puede etiquetar así, Han Solo: Una historia de Star Wars no es una película de orígenes al uso. Tiene escenas que cumplen este típico bautismo casi obligado para Solo -como el momento en el que conoce a Chewbacca y entabla relación con el wookie-, pero consigue retener un halo de personalidad propia a lo largo del metraje, que a veces, es incluso hasta apresurado. Howard se siente muy cómodo rodando secuencias de persecución y escenas de acción, es un director que sabe manejarse con la velocidad, y a la vista están sus films como Rush (2013), Pisa a fondo (1986) y Loca escapada a Las Vegas (1977). Todas, en mayor o menor medida, tratan sobre coches, carreras y motores.

Por eso, cuando el cineasta se propone otorgar de celeridad al metraje, lo consigue. Uno de los momentos más memorables, una vez los protagonistas están a bordo del emblemático Halcón Milenario, es el que tiene como eje central el corredor de Kessel. Este corredor es una de las rutas hiperespaciales más utilizadas por los capitanes de carguero y contrabandistas en el universo de Star Wars, en parte porque así pueden ahorrar tiempo y trapichear con el llamado Sindicato de Pyke sin que el Imperio moleste. Pero es una ruta muy peligrosa, llena de lugares inexplorados, asteroides, zonas sin cartografiar y con un amenazador agujero negro conocido como Las Fauces en el centro. Con acierto, Howard nos cuenta cómo el Halcón cruza esta ruta en menos de 12 parsec, narrándonos con solvencia y presentándonos con una estética definida una de las leyendas más míticas del lore de Star Wars en carne y hueso.

Han Solo: Una historia de Star Wars
'Solo' no es una película de 'orígenes' al uso; bebe de grandes westerns, tiene personalidad propia y no cae en la auto-referencia o el guiño fácil

Otro de los grandes aciertos de Han Solo: Una historia de Star Wars es precisamente ese: ofrecer personalidad y estética a un universo que generalmente vive de la autoreferencia y el plagio, pero sin olvidar sus raíces. J.J. Abrams plasmó en El despertar de la Fuerza lo que muchos deseábamos ver de la mejor forma posible -envolviéndonos como una cálida manta en invierno en la hora más fría-, y sirvió como reentrada a un universo al que mucha gente había cogido cierta tierra tras las precuelas de George Lucas. Pero este spin-off es natural por él mismo, captando el mismo sentir de Una nueva esperanza pero sin quererlo o buscarlo. Esto da por momentos una película bobalicona, a veces torpe y muy masticada, sin pretensiones, justo como Lucas concibió y parió la suya en el 77.

Han Solo: Una historia de Star Wars

Volvemos a disfrutar por lo tanto a pulsiones que nos retraen a películas del far west como Dos hombres y un destino (1969, George Roy Hill) y Silverado (1985), del mismísimo Lawrence Kasdan. Son referencias inconscientes, que están presentes desde un plano de un bláster a punto de ser desenfundado al de dos héroes jugando a una versión del póker galáctico como lo es el sabacc. Es algo innato. No se puede impostar ni está supeditado a un comité de sabios, directivos o ejecutivos de una empresa por mucho que se crea así. En este tipo de tareas no existen fórmulas perfectas: tienes talento o no, por mucho que tengas que seguir un orden establecido o marcado por poder mayor. Ron Howard quizás no sea el mejor director del mundo, pero sí sabe lo que hace. Él sí disparó primero.

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