Pocas figuras y juguetes han tenido una vida tan larga, prolífica e importante como la de Playmobil -o Famobil, pues en nuestro país fue la otrora todopoderosa Famosa la que se encargó de traerlos a las tiendas en su día-. Se trata de un muñeco reconocible, icónico y versátil que durante más de cuatro décadas ha ocupado las estanterías de las tiendas, los salones y dormitorios de varias generaciones, y las primeras líneas de las cartas enviadas a los Reyes Magos de cientos de miles de niños y niñas año tras año.
Desde su fabricación y diseño a mediados de los años setenta, Playmobil ha producido más de 3000 millones de muñecos con más de 40 temáticas distintas, que han desempeñando las profesiones más variadas, desde policías, bomberos y médicos, a jugadores de fútbol, piratas, indios o soldados romanos entre muchas otras. Sin codos, nariz o rodillas, los ‘click’ son todo un símbolo a descubrir.
Un muñeco alegre para todos
A comienzos de los años setenta, la empresa de Horst Brandstätter pasaba por una mala racha. Los juguetes no eran atractivos para los niños, y había que buscar un nuevo sistema de juego, una nueva línea que revitalizase las ventas y que fuera radicalmente distinta a lo que se comercializaba por aquel entonces. En una época en la que las figuras eran grandes y estaban muy encaminadas a la acción, con soldados, expertos en artes marciales y aguerridos aventureros, el jefe de diseño y desarrollo Hans Beck tuvo una brillante idea: simplificarlo todo, volver a los orígenes del juguete en su concepción. Brandstätter le brindó plena libertad creativa, siempre y cuando el coste del proyecto no se disparase -la crisis del petróleo obligaba a ello- y tuviese en cuenta una pequeña concesión: habría que incluir vehículos, casas y escenarios sobre los que girase toda una nueva línea de producto.
Hans Beck no tardó en realizar unos pocos bocetos, muy simples, que recogerían lo que a la postre se convertiría en uno de los muñecos más icónicos de la historia. El grupo Brandstätter daría el salto de la fabricación de cajas registradoras, hulahops y juguetes básicos de poca calidad, a un negocio millonario casi exclusivo que cambiaría por completo la naturaleza de la empresa y el destino de Beck. Tras cuatro años de duro trabajo, incesantes reuniones y debates sobre el sentido del producto, el Playmobil estaría listo para presentarse en una de las ferias más importantes del mundo del juguete. Con un pequeño stand en la Feria del Juguete de Nuremberg de 1974, Playmobil estaba dispuesto a presentarse al mundo. Pese al trabajo y al cuidado y mimo puesto en estas figuras -que eran un caballero, un indio y un obrero de la construcción- y a la enorme afluencia de mayoristas y profesionales del sector, el juguete parecía no despertar el interés de nadie. Sin embargo, pese a la decepción inicial, un mayorista holandés vio un tremendo potencial en aquellas simples figuras y accedió a cerrar un trato de distribución. Playmobil pasa de ser una idea nacida de la necesidad a una realidad.
Playmobil nació con varias ideas muy férreas en su diseño que a la postre acabarían por definir su éxito comercial. La primera, su tamaño. Era un muñeco pequeño, de apenas 7 centímetros y medio de alto, pensando para que pudiera caber cómodamente en la mano de un niño y en sus bolsillos, permitiéndole transportarlo de un lado a otro sin demasiados problemas. Tal y como el propio Brandstätter enfatizó en las primeras directrices en el nacimiento del proyecto, la miniaturización de la idea permitía fabricar y diseñar desde vehículos como coches o camiones a casas, estaciones y playsets muy variados, diversificando el negocio y abriendo la posibilidad a la distribución de accesorios. La segunda característica de los clicks -o klickys, en alemán- es su robustez en la fabricación. Más allá del plástico super resistente con el que están confeccionados -que está diseñado para aguantar el desgaste orgánico de la saliva, el sudor e incluso el calor-, Hans Beck supo que la clave para hacer un juguete perdurable estaba en el ensamblaje.
Las figuras tenían unas partes móviles muy concretas, como la cabeza, los brazos y las piernas, permitiendo desde mediados de los años ochenta el movimiento rotatorio de muñecas. Si bien esto ha sido objeto de risas y numerosas bromas por la falta de agilidad de las figuras, después se acabó convirtiendo una manera de diferenciación comercial y de reprobada durabilidad en las manos de los críos que disfrutaban con ellos. Cada muñeco se compone de siete piezas, inmutables y apenas modificadas a lo largo de los años, con una medida de cabeza, manos y piernas que es exactamente la misma desde 1974.
El tercero tiene que ver con su diseño. Su forma simple, de facciones agradables y amistosas en el rostro, nació tras una laboriosa investigación del propio Hans Beck, que observó durante meses los dibujos que hacían los niños, destacando patrones muy concretos en las proporciones y las formas. Cabezas y ojos grandes, manos simples, sonrisas, pocos detalles pero muy significativos… Y una reiterativa ausencia de narices. Esto último tiene una anécdota bastante curiosa, pues Beck contempló unas pequeñas piezas de plástico triangulares en los diseños más preliminares del Playmobil, que más tarden se desecharían de cara al producto final -aunque sí, en los últimos años hemos visto algún que otro muñeco en la línea con nariz, como los payasos de las últimas gamas-. Con unas facciones y una morfología extremadamente simple, permitía a los niños y niñas de todo el mundo dar rienda suelta a su imaginación, abriendo campos inimaginables en términos de temática y líneas de producto. Los pequeños podían ser bomberos, policías, médicos, constructores, piratas o pilotos de avión. El juguete, también gracias a los accesorios fabricados a posteriori, se prestaba a ello. Su versatilidad ha sido algo que los han convertido en todo un símbolo perdurable y transmitido entre padres e hijos más de cuarenta años después de su nacimiento.
Un Playmobil para cada época y persona
Tras su presentación en 1974, Playmobil comenzó una andadura comercial de éxito que perdura hasta nuestros días. Tras las tres primeras apariciones, la fábrica original afincada en Zirndorf -Alemania-, pronto comenzó a diversificar la línea de producción con las más variadas formas, maneras, sexos y encarnaciones. En 1976 aparecía la primera Playmobil mujer y más tarde, en 1978, comenzaron a fabricarse personajes con distinto tono de piel e incluso unos sin color alguno, que permitían a los niños colorearlos con una serie de rotuladores especiales diseñados para la ocasión. En 1981 llegó el primer niño, y en 1984, se redujo tanto la escala que se pudo dar a luz al primer bebé de la gama. Playmobil crecía año tras año, viéndose obligada a penetrar en distintos mercados y países. Para ello contó con la colaboración de empresas como Mattel en Estados Unidos, la citada Famosa en España y Portugal y Marx Toys en Reino Unido.
La demanda crecía, y las cajas azules volaban de los estantes -aunque los primeros embalajes eran rojos, azules y verdes en función del tipo de universo o línea concreta-. Si bien Horst Brandstätter concibió junto a Hans Beck este juguete como un muñeco amable, alejado de cualquier tendencia bélica, pronto se vio obligado a claudicar de cara a la introducción de pistolas y armas de fuego en sus figuras centradas en el Oeste, añadiendo a su vez sables, trabucos y espadas en los sets de Piratas tras recibir cientos de cartas en las oficinas pidiéndolo reiteradamente. Sin embargo, pese a las múltiples peticiones, nuevas líneas, épocas y tendencias de mercado, Playmobil no ha hecho demasiadas concesiones bélicas por gusto y mantiene una política muy clara al respecto.
Desde el año de su salida al mercado, se han creado más de 4600 figuras diferentes de Playmobil, y se fabrican más de 1000 millones de clicks al año, la gran mayoría desde la planta que tiene la empresa en Malta. Celosos con su producto -pese a las copias piratas que suelen entrar desde algunos países del este y la región asiática-, todas las fábricas de Playmobil se encuentran afincadas en Europa. Actualmente la firma cuenta con cuatro grandes centros, que unidos al de Malta, se encuentran en Alemania -Dietenhofen y Selb-, República Checa y España -Alicante-, centradas en el diseño, la distribución, ensamblaje y la fabricación de diferentes partes, gamas y series.
Las figuras, que si se dieran todas ellas las mano podrían dar la vuelta al mundo más de tres veces y media, han visitado los más diversos mundos, universos y escenarios. Actualmente hay más de 375 modelos de cabezas diferentes, con más de 850 caras y 70 barbas y cortes de pelo posibles. Esto da más de 21 millones de combinaciones potenciales, ofreciendo un juguete tan especial y reconocible como único. Si bien los dos gremios más representados y con mayor variedad a lo largo de la historia de la firma han sido el de los policías y bomberos, y la gama del Oeste sigue siendo muy recordada y querida por los coleccionistas, el juguete más exitoso de todos es quizás el primero que nos viene a todos a la cabeza cuando hablamos o pensamos en Playmobil: el Barco Pirata.
El barco pirata, todo un icono generacional junto al fuerte, ha conseguido vender más de 16 millones de unidades a lo largo de toda su historia, contando con todas las revisiones y ediciones lanzadas hasta la fecha. Casi nada. Pero más allá de los sets y muñecos -en el mercado tenemos más de 30 000 accesorios en el mercado-, Playmobil demostró una gran fortaleza de cara al consumidor añadiendo toda una retahíla de animales y criaturas de todo tipo a su ingente catálogo. Actualmente encontramos más de 160 especies de animales, desde caballos, leones, perros, gatos, tiburones, loros y elefantes a dinosaurios, dragones, unicornios y fantasmas. Hablamos de más de 1175 seres diferentes divididos en numerosas líneas y gamas, muchas de ellas temáticas, que ofrecen un repertorio pocas veces visto en la industria del juguete.
Playmobil ha sabido adaptarse a los tiempos, añadiendo series y colecciones según la tónica imperante en los críos del momento o los afanes de los coleccionistas y más aficionados a la marca. Ha dado el salto a la televisión, los videojuegos y los cómics. A día de hoy, encontramos juguetes diseñados para los más pequeños -con menor número de accesorios y piezas más robustas-, universos fantásticos como el de Hadas, Castillo de Princesas o Dragones, realidades futuristas y de acción como Agentes Secretos o Future Planet, e incluso sets urbanos como los compuestos por la célebre colección City Life. ¡Si hasta hay versiones históricas de romanos y egipcios de gran fidelidad! Pero hay más. Si bien no se han metido en el mundo de las licencias como otras jugueteras, marcas como Porsche han prestado sus reconocibles diseños para elaborar réplicas de sus coches y vehículos de alta gama y la película de culto Los Cazafantasmas tiene en estos momentos una de las ediciones especiales más reclamadas y vendidas de los últimos años, siendo la réplica del famoso Ecto-1 uno de sus productos más emblemáticos y exitosos.
Solo tenéis que ir a una juguetería, una gran superficie o hacer una búsqueda rápida en cualquier tienda online: los clicks siguen vendiéndose, la gente los sigue queriendo y se siguen fabricando y realizando las más variadas versiones, personalizaciones -probad a investigar en Instagram o Twitter- y dioramas con ellos. Da igual la edad que se tenga. Es el éxito de Playmobil: es un juguete para todos. Desde 2013, año histórico para la facturación de la empresa, el grupo Brandstätter ha ido batiendo récord de ventas y vendiendo millones de juguetes año tras año. Es una paradoja para una compañía que no cotiza en bolsa y no pretende hacerlo, siguiendo unos férreos principios autoimpuestos por la familia de la misma fundación. Nada de depender de accionistas, consejos administrativos ni informes trimestrales. Es la historia de una compañía especial, que gracias a Hans Beck -fallecido en 2009-, tiene en sus manos un juguete al que se le considera como algo más que un simple trozo de plástico con el que entretenerse: es una pieza de arte.
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