Disney vuelve a explorar las llanuras de la sabana africana con Mufasa: El Rey León, una precuela que mezcla la emotividad de una narrativa de origen con el despliegue visual característico del estudio. Dirigida por Barry Jenkins, esta película intenta profundizar en los comienzos del emblemático Mufasa, ofreciendo una historia que, si bien no alcanza la grandeza del clásico de 1994, logra momentos conmovedores y técnicamente impresionantes.
Una mirada más introspectiva al universo de 'El Rey León'
El relato se desarrolla principalmente en flashbacks, narrados por Rafiki a la joven Kiara, hija de Simba y Nala. A través de estos recuerdos, conocemos a un Mufasa huérfano, perdido en una tormenta que lo separa de su familia. Este evento marca el inicio de su viaje hacia la grandeza, acompañado por Taka (futuro Scar), cuyo desarrollo como antagonista aporta una dimensión más trágica y humana a la relación entre hermanos.
La dirección de Jenkins aporta una mirada más introspectiva al universo de El Rey León, con elementos que recuerdan su estilo en Moonlight. La película combina momentos de tensión con otros de reflexión, explorando temas como el destino, la resiliencia y el legado. Sin embargo, esta intención se ve empañada por un guion que, en ocasiones, sobrecarga la narrativa con subtramas innecesarias, restando cohesión al conjunto.
La animación es uno de sus puntos fuertes, mejorando la de la película de 2019
La animación es uno de los mayores logros del film. Aunque sigue la línea del hiperrealismo instaurado en el remake de 2019, esta vez se han introducido ligeros ajustes para hacer a los personajes más expresivos. Esto permite una mayor conexión emocional con el público, aunque algunas escenas se sienten forzadas, como si intentaran compensar las críticas a la frialdad de su predecesora.
Visualmente, la película es un espectáculo. Desde los majestuosos paisajes hasta las secuencias de acción, cada cuadro está diseñado con un nivel de detalle impresionante. Sin embargo, esta perfección técnica a veces juega en contra de la calidez que caracteriza a la animación tradicional. En más de una ocasión, uno no puede evitar preguntarse cómo habría sido esta historia en el estilo dibujado a mano del clásico de 1994.
La música, a cargo de Lin-Manuel Miranda, busca honrar el legado de las composiciones originales de Elton John y Tim Rice. Las canciones son pegadizas y aportan al ritmo de la narrativa, aunque carecen del impacto icónico de temas como Circle of Life. Algunas piezas destacan, pero no logran igualar la inmortalidad melódica del primer Rey León.
Uno de los aspectos más discutibles de la película es su carácter derivativo. Aunque intenta construir una identidad propia, constantemente recuerda al público su conexión con la original. Esto genera una dependencia excesiva de los elementos familiares, como la aparición de Timón y Pumba, cuyo humor aligera el tono pero interrumpe el flujo narrativo.
El conflicto central entre Mufasa y Taka tiene tintes de tragedia shakespeariana, pero su desarrollo se siente apresurado en el tercer acto. El giro hacia la traición carece de la profundidad necesaria para justificar plenamente la transformación de Taka en Scar. Este apresuramiento narrativo deja al espectador con la sensación de que la historia pudo haberse explorado con mayor detalle.
A pesar de sus fallos, Mufasa: El Rey León es una experiencia entretenida y adecuada para un público familiar. Los valores de la modestia, el sacrificio y la lealtad están presentes, recordándonos el impacto cultural del universo de El Rey León. No obstante, la película no logra desprenderse de la sensación de ser una extensión calculada de una franquicia que parece tener más interés en la taquilla que en crear algo verdaderamente memorable.
