Los dinosaurios llevan algo intrínseco en su ADN que fascina a cualquier persona. No son precisamente pocos los niños pequeños y jóvenes que caen rendidos ante estas criaturas gigantescas y se sumergen en su historia y procedencia para ahondar en cómo era la vida mucho antes de la llegada del ser humano e incluso de los animales que conocemos actualmente. Pero a finales del siglo XVIII hubo una criatura en particular que obsesionó a la comunidad científica antes de la llegada de los dinosaurios (y aun con su llegada, robó bastante atención). De hecho, aun a día de hoy este ser extinto tiene la fuerza suficiente como para robar la atención del público. Hablamos del Megatherium americanum, conocido comúnmente como el perezoso gigante.
El perezoso gigante fue descubierto a finales del siglo XVIII y obsesionó a la comunidad científica superando a los dinosaurios: se trata de un género extinto de mamíferos
El primer fósil de este Megatherium fue descubierto exactamente en 1787 por fray Manuel Torres en Argentina y fue enviado rápidamente a España para garantizar su conservación, concretamente fue enviado al año siguiente al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid. El término Megatherium hace referencia a un conjunto de criaturas extintas que experimentaron una evolución sumamente curiosa y grandiosa en sobre todo en Sudamérica en la Era Cenozoica, y en ese grupo podemos encontrar osos hormigueros y también armadillos, pero el que más interesa es el mencionado perezoso gigante.
Este ser se descubrió antes que los dinosaurios (estos fueron hallados en 1824 a manos del naturalista británico William Buckland) y lo que llamó más la atención fue su descomunal tamaño. Se estima que podían llegar a 3 toneladas de peso y 6 metros de longitud, con la capacidad de andar tanto a dos como a cuatro patas.
Juan Bautista Bru, como recogen desde Nathional Geographic, dibujante y taxidermista procedente de Valencia reconstruyó los primeros fragmentos del Megatherium y, junto con el trabajo del zoólogo francés Georges Cuvier, se dio forma al perezoso gigante dándole, por supuesto, una increíble semejanza con el perezoso que todos conocemos. Por lo que sabemos, la criatura prehistórica tenía garras enormes y unos dientes limitados, puesto que la alimentación de la criatura era principalmente vegetariana (hojas y arbustos) y no requería de grandes colmillos.