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La Fanta de naranja no es igual en EE.UU. y en España: la principal diferencia afecta directamente a la salud

Esta diferencia tan llamativa en un mismo producto se debe a las diferencias en el proceso de fabricación en ambos países.
La Fanta de naranja no es igual en EE.UU. y en España: la principal diferencia afecta directamente a la salud
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La Fanta, uno de los refrescos más populares en España, se destaca por su sabor a naranja, una característica que ha conquistado el paladar de los consumidores desde su llegada en 1961. Con variantes que incluyen sabores como limón, sandía y fresa, además de opciones sin azúcar, la Fanta de naranja sigue siendo la favorita. Sin embargo, más allá de su presencia en el país, existe una curiosa diferencia entre esta versión y la que se comercializa en Estados Unidos, siendo el contenido de zumo de naranja uno de los principales puntos de divergencia.

A diferencia de la Fanta española, que contiene un 8% de zumo de naranja, la versión estadounidense no incluye zumo entre sus ingredientes. Este detalle ha generado conversaciones en redes sociales, donde muchos destacan que la Fanta española tiene un sabor más natural, con un toque que recuerda al zumo de naranja fresco. Mientras tanto, la Fanta estadounidense ha sido criticada por ser más artificial y excesivamente azucarada, reflejando los diferentes hábitos de consumo entre ambos países.

Una regulación sobre los alimentos muy diferente

La influencer estadounidense MEGrisolano, que ha vivido varios años en España, ha aprovechado su experiencia para comparar estas diferencias. En uno de sus videos en YouTube, donde cuenta con casi 100.000 seguidores, MEGrisolano muestra cómo el color y el sabor de la Fanta española resaltan por su naturalidad en contraste con la versión norteamericana, que según sus palabras, tiene un sabor más químico y azucarado.

Estas diferencias no son casualidad y reflejan los gustos y demandas del consumidor en cada país. En Estados Unidos, las bebidas altamente azucaradas son preferidas por una gran parte de la población, mientras que en España, los consumidores tienden a ser más exigentes con los ingredientes, prefiriendo sabores más auténticos y menos artificiales. También la propia regulación sobre los alimentos es diferente.

En concreto, en Estados Unidos, la regulación sobre la cantidad de azúcar añadida en los alimentos procesados tiende a ser más permisiva que en Europa. La FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos) no establece un límite máximo de azúcar añadido en los productos, aunque recomienda que los azúcares añadidos no superen el 10% de las calorías diarias en una dieta estándar de 2.000 calorías. En contraste, la Unión Europea, a través de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), no fija un límite estricto en los alimentos procesados, pero ha adoptado un enfoque más riguroso hacia la reducción del azúcar, especialmente en productos dirigidos a niños. Además, las campañas europeas y legislaciones como el impuesto a las bebidas azucaradas, aplicadas en varios países, buscan disminuir su consumo. Esto refleja una diferencia notable entre ambos mercados, con Europa enfocándose más en la regulación activa para reducir la ingesta de azúcar, mientras que EE. UU. deja más margen a la industria alimentaria.

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