Si eres español y has viajado fuera del país alguna vez, probablemente te hayas encontrado con una ausencia destacada en aquellos lugares donde te hayas hospedado para dormir. Y es que, en la mayoría de rincones del planeta, no vas a encontrar persianas tal y como las que tenemos en España. Ya sea para frenar un poco la calurosa luz del sol en verano o para mantener la privacidad durante las noches, en casi cualquier parte de España las persianas son un elemento más del hogar cuyo uso se ha extendido desde hace muchos años. Pero, ¿por qué esto es así y a qué se debe que tengamos tal obsesión con las persianas los españoles?
¿Por qué motivos los españoles utilizamos las persianas?
El origen de las persianas se remonta miles de años atrás en el tiempo. Se sabe, por ejemplo, que ya los egipcios utilizaban persianas hechas de cañas para protegerse del sol y mantener sus viviendas frescas. En la Antigua Persia (de donde procede la palabra), hoy Irán, se popularizó el uso de cubiertas para ventanas creadas con bambú, y durante el Imperio Romano, los romanos adoptaron estas ideas y utilizaron persianas de madera para regular la cantidad de luz que entraba en las habitaciones.
Con el paso del tiempo, las persianas tal y como las conocemos se establecieron en Europa alrededor de la época del Renacimiento. Fue entonces, durante el siglo XVIII, que se usaron nuevos materiales como metales y plásticos y las persianas venecianas, con lamas horizontales, se extendieron por el continente y América del Norte.
Así pues, se podría decir que el uso de las persianas fue extendiéndose en España y asentándose mucho más que en otros países por su gran utilidad a la hora de controlar la luz que entra en la vivienda y también el flujo de ventilación. No en vano, España es una de las ciudades europeas con mayor cantidad de horas de sol al día, duplicando a países como Reino Unido. De hecho, de 20 de las ciudades europeas más soleadas, hasta 11 son españolas -con Alicante, Catania y Murcia a la cabeza-.
Otra costumbre típica de los españoles que no suele darse en otros países vecinos es la de tomar la siesta. En dichos momentos del día, las persianas resultan muy convenientes para tapar la luz del sol y poder echar una cabeza tranquila después de haber comido.
Tampoco debemos olvidar, unido a este factor, las temperaturas que se alcanzan en España. Estas son relativamente superiores a las de otros países europeos situados más al norte del continente. En pleno verano y en las horas de pico de calor, hay muchas comunidades autónomas que rondan los 40 ºC, por lo que el hecho de poder bajar la persiana para generar sombra en el hogar es algo de lo más agradecido.
El uso de las persianas podría ser una respuesta a la religión católica y la cultura árabe
No obstante, todos estos factores que hemos mencionado no terminarían de explicar por qué los españoles insistimos tanto en el uso de las persianas. Caroline Jurgens, una experta en interiorismo holandesa que lleva viviendo en España desde 2005, explicaba hace unos años en El País que esta predilección por las persianas puede deberse a "costumbres de la cultura árabe muy enraizadas, de vivir para dentro de la casa y tener lo bonito en el interior, como los patios, y mirar a través de las celosías".
Los árabes, que una vez dominaron gran parte de la península ibérica, tienen por costumbre hacer vida en el interior de las casas y en los patios internos, por lo que podríamos haber heredado esta manera de vivir de ellos, conservando celosamente nuestra intimidad en el hogar.
Para Jurgens, también "es como si los españoles tuvieran miedo a la luz". De acuerdo con sus palabras, España choca de manera contundente con los países protestantes del resto de Europa -que han seguido una corriente influenciada por la cultura calvinista-, muchos de los cuales no tienen problemas por no usar persianas ya que su intención es la de "compartir información, de decir que no tenemos nada que esconder".
El sociólogo Juan Carlos Barajas refuerza esta opinión en su blog, donde explica que la mayoría de Europa sigue una línea protestante de la religión cristiana en la que se busca un "diálogo directo con Dios sin intermediarios". De esta forma, los protestantes solo creen que Dios los puede juzgar, así que no temen lo que pueda pensar cualquier otra persona sobre ellos. En cambio, la vieja y constreñida ética católica que arrastra España "implica una mayor preocupación por el qué dirán, por demostrar una conducta irreprochable acorde con lo que se espera socialmente de ti".
Así se llega al punto clave de esta cuestión, donde las persianas funcionarían como un elemento ideal para dividir los hogares del exterior y para poder hacer dentro de ellos lo que no quieres que los demás vean. Algo que ya durante la Inquisición los españoles tenían muy presente, pues a muchos no les gustaba que los vecinos supiesen qué se hacía en casa o quiénes estaban de visita.
El paso del tiempo, las culturas y la climatología ha hecho que las persianas queden relegadas a un elemento prácticamente anecdótico en la mayoría de países de Europa, pero en España son -y parece que siempre serán- un santo y seña de nuestra identidad. Un elemento que ha trascendido más allá del campo de la sociología para ser también un pilar del diseño arquitectónico de muchas de las fachadas y ventanas de edificios y casas de todo el país.
