La reciente borrasca Nelson marcó una Semana Santa excepcionalmente húmeda en la Península Ibérica, destacando por sus intensas precipitaciones y fuertes vientos, e incluso provocando nevadas en algunas áreas. Este evento climático no solo alteró los planes vacacionales, sino que también dejó una huella significativa en el entorno, influyendo en la sequía que ha afectado a diversas regiones. Este fenómeno contrasta con el pronóstico para los próximos días, que, según la AEMET y otros meteorólogos, incluirá un aumento notable de las temperaturas y la presencia de calima, señalando un cambio drástico en las condiciones climáticas de la región que hará llover 'sangre'.
Siguiendo a la borrasca Nelson, la meteorología en España continúa su curso impredecible, con la borrasca Olivia prometiendo traer más precipitaciones, así como la peculiar "lluvia de sangre" o de barro causada por la combinación de lluvia y polvo sahariano en suspensión. Este fenómeno, mientras tanto, trae consigo un incremento en las temperaturas que podría llegar a extremos inusualmente altos para la época del año, con anticipos de máximas que rondarán los 30ºC en el sur de España y otras zonas.
Unas 'lluvias de sangre' que afectarán a la calidad del aire y la visibilidad
La presencia de polvo sahariano, aunque no es rara, cada vez es más frecuente a causa del cambio climático, añade un elemento de incertidumbre a las ya complejas dinámicas atmosféricas. La llegada de este polvo contribuye a fenómenos como la mencionada "lluvia de sangre", afectando la calidad del aire y la visibilidad, y teniendo un impacto directo en la vida cotidiana y la salud pública. Las partículas en suspensión pueden agravar las condiciones para personas con problemas respiratorios y afectar negativamente a los ecosistemas naturales, marcando la importancia de la monitorización y gestión ambiental en estos tiempos de cambio climático.
La gestión de los recursos hídricos se convierte en un tema aún más crítico en este contexto, con la borrasca Nelson aportando un alivio temporal a la sequía que ha estado afectando a España. Sin embargo, este alivio es insuficiente para resolver el déficit hídrico a largo plazo, exacerbado por una creciente demanda agrícola y urbana.
