El mundo cambió un 11 de septiembre de 2001. Los Estados Unidos sufrían el mayor ataque terrorista de su historia, perdiéndose la vida de 3000 ciudadanos de golpe. Los ataques perpetrados por Al-Qaeda conmovieron y aterrorizaron a la sociedad norteamericana y al planeta en su conjunto, materializándose el miedo encarnado en las trágicas imágenes que se vivieron en la ciudad de Nueva York con el derrumbe de las Torres Gemelas. Símbolos de Occidente y de la propia cultura estadounidense, la destrucción del World Trade Center caló en el imaginario colectivo y penetrando de las más diversas formas en los productos y representaciones culturales que a la postre surgirían de semejantes hechos traumáticos. Si bien existen incontables muestras en el cine, la literatura, el arte o la televisión, esto afectó especialmente a la industria del cómic, que representaron en sus viñetas a las pocas semanas de los atentados su visión del nuevo horizonte que estaba por venir.
Spider-Man es Nueva York y Nueva York es Spider-Man. La sinergía entre ambos conceptos llevaría al personaje de Marvel a ser testigo de excepción de los atentados en uno de los números más polémicos de la historia de la editorial. Más allá del intangible terror que surge cuando tu país está siendo atacado de la forma más cruel e inesperada posible, lo cierto es que el miedo de Marvel también tiene una definición más física. Las oficinas de la Casa de las Ideas estaban muy cerca del World Trade Center y con el colapso de los dos gigantes, estuvieron muy cerca de su más absoluta desaparición. Cuando ocurrieron los ataques, y tras movilizar a la plantilla -que acudió en masa a donar sangre y ayudar según relataría la propia empresas días después de los atentados-, la editorial se puso de acuerdo para dar forma a un número especial que relatase lo vivido en aquellos días y que además, ayudase a ser una declaración de principios.
Así fue The Amazing Spider-Man Nº36 (2001)
Así nació The Amazing Spider-Man nº 36 (escrito por Michael Straczynski y dibujado por John Romita Jr.), un número lanzado apenas mes y medio después de los ataques y que servía para enaltecer tanto la figura de los bomberos, médicos, policías y los héroes anónimos que surgieron entre las calles y dieron hasta el último aliento aquel infame día como para marcar la línea editorial que seguiría Marvel en los años venideros. Enmarcado dentro de la colección del trepamuros, The Amazing Spider-Man nº 36 se publicó un 31 de octubre de 2001, y se convirtió en un número polémico desde su misma salida al mercado. Conocido también como el ‘black issue’ -su portada no está ilustrada y luce a toda página un solemne color negro-, no es un capítulo más de las aventuras de Spidey, y no sigue ningún tipo de cronología clásica. Marvel no quiso introducirlo dentro del canon del personaje, y en lugar de aprovechar el tirón de los atentados de una manera comercial, se convirtió en una carta abierta de la propia editorial de cara a sus lectores y al propio pueblo estadounidense.
El cómic se trataba de un medio de expresión de todo el equipo de Marvel, un lamento conjunto que revelaba el sentimiento que afloraba en la sociedad estadounidense y que además, ofrecía una perspectiva distinta al habitual canto de buenos y malos que podíamos leer en las viñetas de la serie. El número arrancaba con Spider-Man llegando a la Zona Cero, justo tras el colapso de la segunda torre. Entre llamas y humo, el héroe se lamenta de no haber llegado a tiempo. Narrado y rotulado en off por unos simples textos, el número va trasladando los pensamientos e impresiones del propio Peter Parker, que en el fondo no es más que es el sentir común de todos lo neoyorquinos. Lleno de rabia, desconcierto e impotencia, el relato de Parker no es más que la consumación de los estremecimientos colectivos del momento.
El arácnido va experimentando un particular viaje interior en el que se cuestiona su labor como héroe y su papel en la sociedad una vez esta última ha llegado a colapsar tras los atentados, con la culpa como principal argumento recurrente. “¿Cómo dejamos que esto ocurriera?”, se repite una y otra vez. El guion de Straczynski hace hincapié en el asesinato de los civiles por los terroristas y en el impacto directo de sus terribles hechos en las vidas de los habitantes de la ciudad, y a la postre, del país. Página tras página, y mientras Spider-Man es testigo de primer orden de las labores de rescate de las víctimas atrapadas entre los escombros de los edificios, vemos como varios héroes de la editorial ayudan a levantar vigas, bloques de cemento o colosales montones de cascotes. Personajes como Thor, la Masa, el Capitán América o Lobezno usan sus poderes para facilitar las tareas a los profesionales y los servicios de emergencia. Los dioses, superhéroes y criaturas fantástico del mundo Marvel tienen una importancia obvia en la mayoría de las viñetas, pero el dibujo de Romita da prioridad a los bomberos o los sanitarios de Nueva York, una masa anónima pero perfectamente uniformada, que no ceja en su empeño de salvar a tantos inocentes como se pueda mientras el reloj corre en su contra.
Hay páginas que se resuelven en absoluto silencio, dejando que las imágenes hablen por ellas solas, y que incluso pueden llegar a ser particularmente dolorosas. El rescate de la Zona Cero en The Amazing Spider-Man nº 36 acaba con la llegada de varios villanos del mundo Marvel, como Magneto, Octopus, Wilson Fisk -Kingpin es malo, pero es un neoyorquino de pura cepa- y el Dr.Doom, que participan en las labores de rescate y se afanan por usar sus propios poderes y dones para agilizar las tareas. “Incluso aquellos a quienes creíamos nuestros enemigos están aquí. Porque algunas cosas sobrepasan las rivalidades y las barreras”, afirmaban en uno de los bocadillos del cómic. Más adelante, en un primerísimo plano de Doom, observamos al archienemigo de los 4 Fantásticos derramar varias lágrimas y lamentarse por los sucedido. “Porque incluso el peor de nosotros, sigue siendo humano y sigue sintiendo”, remataba el libreto de Straczynski. Poco a poco, los superhéroes van dejando protagonismo a los verdaderos héroes de la ciudad: las cuadrillas de ciudadanos anónimos.
El cómic fue un éxito, y no tardó en convertirse en objeto de críticas muy favorables en los principales medios estadounidenses. El canto de Marvel, en el que héroes y villanos aparcaban sus irreconciliables diferencias para unirse en contra del terrorismo de Al-Qaeda y Osama Bin Laden fue aplaudido casi de forma unánime, porque se volvía a relatar el mismo cuento patriótico que ya triunfó en la editorial en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial: la unión de los diferentes y los distintos para luchar a un enemigo común exterior. El tebeo ahonda en los atentados como un evento catártico para fomentar la comunión y la paz entre rivales, y sirve de altavoz para lanzar un discurso antifundamentalista que sigue siendo rabiosamente actual en los convulsos tiempos que corren.
Sin embargo, no faltaron las voces críticas. Si bien en su momento, en caliente y con los atentados muy recientes no se escucharon demasiados comentarios negativos, con el paso de los meses muchos reprocharon la utilización propagandística de los iconos de Marvel para un relato así. La comunidad de aficionados a los cómics criticaron el sentimentalismo barato de alguna de sus páginas, sobre todas aquellas que usaban a los villanos y enemigos despiadados, perpetradores de megalomaniacos planes en los que les daba igual atentar contra ciudades y países enteros. ¿Es The Amazing Spider-Man nº 36 un alegato patriótico? Sí, no hay muchas dudas al respecto. Y no por ello debe ser algo negativo per se. El cómic reflejaba el sentimiento del momento -apenas fue publicado semanas después de los atentados- y reunía en un formato de cómic la línea editorial de Marvel en aquellos días.
Marvel: altavoz crítico y reflejo de la sociedad
Pero todos los actos tienen consecuencias. Apenas un mes y medio después del ataque islamista contra Nueva York y el Pentágono de Washington D.C., el gobierno estadounidense de George W. Bush aprobó en el congreso el Acta Patriota, un texto legal que ampliaba y reforzaba los poderes legales del estado para combatir al terrorismo. En su momento se vio como una medida útil y provisional para frenar el avance de los males que amenazaban al país, aunque no fueron pocos los que descubrieron en ella una forma de reducir y recortar las libertades del ciudadano para garantizar su seguridad. ¿Estamos dispuestos a recortar nuestras libertadas para obtener una mayor protección ante las amenazas que se ciernen sobre nosotros? El acta fue aprobada con abrumadora mayoría, pero causó y sigue causando un revuelo tremendo en la sociedad norteamericana.
La sociedad que surgió tras los ataques del 11 de septiembre era muy distinta a la de finales de milenio. La inocencia se perdió, y aunque en un principio los ciudadanos se refugiaron en masa bajo el amparo del estado protector, pronto este mismo colectivo comenzó a criticar sus medidas y se volvieron recelosos con el gobierno, que comenzaba a ejercer una labor de omnipresencia casi absoluta en sus vidas. El acta se tradujo en 2006 en uno de los mejores cómics de la Marvel reciente, Civil War, un evento que acabó reflejando en sus páginas el cambio de mentalidad de los organismos estatales respecto al papel de los héroes en la sociedad. En el tebeo, escrito por Mark Millar y con Steve McNiven a los pinceles, se volvía a usar un hecho real como pretexto en su viñetas. Civil War nos contaba como tras un combate entre superhéroes y villanos, en el que morían civiles, los Estados Unidos decidían dar un ultimátum a todos aquellos héroes que pululaban por el país. Se acabaron las identidades secretas. Si quieres operar en suelo norteamericano y salvar el mundo, necesitas reportar tu identidad secreta al gobierno o de lo contrario serían considerados enemigos del estado y por lo tanto, criminales.
Nacía el Acta de Registro de Superhéroes, un decreto legal del gobierno que acabó dividiendo a los héroes de Marvel en dos bandos, uno liderado por Iron Man (Tony Stark) y otro por el mismísimo Capitán América (Steve Rogers), y que terminó con la muerte de este último en un conflicto que tuvo consecuencias en los más variados aspectos morales y éticos del universo de ficción de los tebeos de la editorial. Sin ir más lejos, mientras los héroes combatían en las calles y libraban una encarnizada lucha ideológica sobre las libertades individuales y el deber de responder al país que te acoge y da cobijo, una invasión secreta de extraterrestres polimórficos, los célebres Skrull, aprovechaba para hacer de las suyas. Justo en medio, nuestro querido Spider-Man, que se veía obligado a decidir entre ambos bandos temiendo ante todo por la seguridad de la Tía May y su esposa, Mary Jane. Tras la Iniciativa -en la que Tony Stark fundaba grupos de héroes por todo el país para perseguir a fugitivos y aquellos contrarios a la legalidad vigente, el asunto desembocó en la llamada Invasión Secreta, en la que los héroes aparcaban sus diferencias y decidían destapar y combatir la infiltración de los alienígenas en la nación. ¿En quién confiar cuando nuestro vecino o amigo puede ser una amenaza? El enemigo entre nosotros. Todo un retorcido eco del macartismo en tiempos modernos.
Más adelante, y con la proclamación de Barack Obama como nuevo presidente de los Estados Unidos, Spider-Man también protagonizó un pequeño número especial conocido como Spidey Meets the President! (2009) incluido en The Amazing Spider-Man nº 583 y que desde su misma publicación, se convirtió en uno de los números más vendidos del personaje con más de 350.000 copias y más de cinco reediciones. En el cómic, Spidey acababa destapando una conspiración en la que el malvado Camaleón pensaba suplantar al recién elegido jefe del estado norteamericano, y en la que el héroe se veía obligado a realizar varias preguntas muy personales para saber cuál de los dos era el Obama real. Escrito por Zeb Wells y con Todd Nauck a los lápices, contaba con un prólogo muy interesante llamado The Amazing Spider-Man Presidents Day Special en el que encontrábamos un pequeño cameo del fallecido senador John McCain, que ayudaba a Peter Parker a conseguir una acreditación especial de prensa. El cómic transmitía un cierto halo de esperanza, de nuevos días y horizontes, con una sociedad que se aferraba a la figura del nuevo presidente como solución para todos sus males.
Sea como sea, lo cierto es que La Casa de las Ideas siempre se ha caracterizado por ser una editorial muy comprometida con los más variados temas, desde la lucha contra las drogas al racismo existente en la sociedad estadounidense, pasando por el recorte de libertades. Así como ahora usa sus páginas como altavoz de denuncia para la discriminación por sexo, ideología o religión, sus viñetas siguen siendo el púlpito para que escritores, guionistas o dibujante expresen sus sentimientos y para que los lectores se sientan identificados o encuentren en los héroes y heroínas de sus tebeos preferidos un nuevo aliento con el que seguir adelante un día más. Un reflejo de tinta al que aferrarse en tiempos oscuros.