Muchos recordaréis que en el año 2017 la llegada de The Legend of Zelda: Breath of the Wild supuso un cambio de paradigma importante en la manera de abordar el enfoque de los juegos de mundo abierto como hasta entonces se había hecho. Desde la salida al mercado de la obra maestra de Nintendo, hemos visto cómo se vertían ríos de tinta sobre sus virtudes para con el género de la exploración y la aventura y, por supuesto, también hemos visto nacer proyectos fuertemente inspirados por sus cualidades.
Precisamente, el mismo año en que Breath of the Wild vio la luz, dos desarrolladores independientes comenzaron a trabajar en una aventura que no contaría con el mismo presupuesto ni ambición que la epopeya de Link, pero que rescataría a la perfección ese espíritu de libertad y descubrimiento tan asociado al juego de los nipones. Habrían de pasar hasta cuatro años para que por fin Sable, el juego de Shedworks, debutase en nuestras pantallas y se convirtiese por méritos propios en uno de los herederos más especiales de Breath of the Wild.
Un juego de exploración relajante perfecto para evadirse al ritmo que tú quieras
Hoy, Sable es un juego con tres años a sus espaldas. Estrenado en 2021, inicialmente como una exclusiva solo para PC y consolas Xbox One y Xbox Series X/S (tardaría poco más de un año en lanzarse también en PlayStation 5), se trata del primer trabajo del estudio Shedworks, fundado por Daniel Fineberg y Gregorios Kythreotis y apoyado por Microsoft y Raw Fury.
Sable es un videojuego cuya propuesta pasa por permitirnos explorar un mundo abierto no lineal lleno de secretos y misterios. Ambientado en Midden, un planeta desértico con restos de antiguas civilizaciones, en esta aventura tomamos el rol de Sable, una muchacha que debe emprender su planeo, es decir, su viaje de iniciación que la llevará por así decirlo a convertirse en una persona adulta, dejando atrás su infancia y su pueblo.
La misión de Sable, pues, pasa por tomar su aeromoto y adentrarse en toda clase de ruinas monumentales, conocer a nómadas de otros asentamientos, resolver enigmas y acertijos, planear, escalar, coleccionar insectos y peces, hacerse con piezas y chatarras y, eventualmente, obtener una serie de máscaras relacionadas con distintos clanes que le servirán para encontrar su lugar en el mundo.
Fineberg y Kythreotis, con ayuda de la escritora Meg Jayanth, iniciaron el desarrollo de Sable combinando dos ideas que rondaban por sus cabezas. Tomar de referencia el planeta Jakku, del universo de Star Wars, y combinarlo con el potente y onírico estilo artístico de ciencia ficción del historietista e ilustrador francés Moebius, autor (entre otros) de la serie de cómics wéstern 'El Teniente Blueberry'.
Para reforzar su concepto, en el que querían que la exploración fuese el pilar central de la experiencia jugable, el equipo utilizó a Breath of the Wild como ejemplo. Así, Sable puede escalar cualquier montaña o terreno que se le ponga de por medio, siempre y cuando tenga suficiente resistencia para ello. Además, puede viajar hacia cualquier parte del mundo después de un tutorial más guiado, decidiendo qué historias abordar a continuación y qué nuevos lugares visitar por simple y pura curiosidad.
El mundo de Sable no es por supuesto tan grande como el de Breath of the Wild, pero alberga suficientes detalles y características únicas para avivar el interés de los jugadores, para querer siempre echar un vistazo allí donde nuestros ojos vayan a fijarse. Desde subirse a lo alto de impresionantes "atalayas" donde cartografiar nuevas partes del mapa, hasta marcar puntos de interés lejanos o visitar poblados con variopintos personajes y misiones... En todo momento el juego nos invita a seguir descubriendo.
Toda la intención del videojuego recae, como insistimos, en su viaje de crecimiento personal a través de las mecánicas de exploración. No hay enemigos que derrotar ni amenazas hostiles que puedan acabar con nuestra vida. Por lo que en ese sentido estamos ante una aventura amable y relajante, diseñada para desconectar y envolvernos en su exquisita ambientación.
Porque si por algo Sable puede ser recordado, desde luego es por su bellísimo y atípico estilo visual, un apartado gráfico que rápidamente atrapa desde el primer minuto por sus colores planos y sus sombras, e incluso por la particular animación de la protagonista, quien se mueve a menos imágenes por segundo que el resto de elementos en pantalla. Si a esto le sumamos una extraordinaria y perfecta banda sonora realizada por Michelle Zauner (Japanese Breakfast), tenemos el combo ideal para lograr algunos momentos de una fuerza y sensibilidad sobrecogedora.
Sable no es un juego redondo (peca sobre todo de un acabado técnico por momentos molesto), y no es tampoco un título pensado para un público masivo, pero desde luego es una rara y refrescante alternativa a los mundos abiertos típicos que puede darte un puñado de horas relajantes y muy satisfactorias si te gusta perderte en parajes de ensueño. Por ello, os recomendamos echarle un vistazo si aún no lo conocíais.