Ridley Scott acaba de estrenar Napoleón, su última película basada en el general francés, recibiendo ciertas críticas por parte de los galos y siendo muy menospreciada por los historiadores y aficionados al corso, como Arturo Pérez-Reverte. Pese a todo, el filme ha sido un éxito de taquilla, y no está haciendo malos números. En Vandal hemos repasado mitos y verdades sobre Napoleón, así cuáles fueron sus batallas más exitosas y las más dolorosas en el legado militar del líder francés. Pero antes de su declive, Napoleón inició una campaña en Egipto entre el 1798 y el 1801 que, para muchos, sigue siendo un misterio en muchos aspectos. Sobre todo en lo relacionado con su extraña visita a la pirámide de Keops y lo que afirma vio en su interior.
Napoleón, su obsesión por Egipto y su extraña experiencia en la misteriosa pirámide de Keops
La campaña de Egipto y Siria, que sucedió entre el 1798 y el 1801, sigue siendo un misterio muy bien documentado para muchos historiadores. Y decimos que sigue siendo un misterio, pues porque al igual que otros franceses, Napoleón Bonaparte, estaba obsesionado con Egipto. Soñaba con seguir los pasos de Alejandro Magno, el líder y conquistador Macedonio, y muchos intelectuales de la época pensaban y afirmaban que Egipto, de alguna manera, era la cuna de la civilización occidental y que Francia, con un poder militar y cultural en ciernes, debía llevar la cultura y la ciencia al pueblo egipcio. El corso aprovechó este pretexto de cara a conquistar la región y así cerrar a los británicos el camino a la India en el marco de la lucha contra Gran Bretaña, el mayor enemigo de una Francia revolucionaria.
Pero no salió bien: Inglaterra siguió dominando el Mediterráneo pese a algunas victorias militares, Napoleón no consiguió sus objetivos marcados al comienzo de la campaña, y muchas de sus exploraciones para conocer más de la cultura local, no salieron bien. En cualquier caso, pese a las dudas de los historiadores -algunos creen que, más allá de su obsesión por Alejandro, Napoleón quería tomar Egipto y Oriente Próximo y, desde allí, lanzarse a la conquista de la India para ahogar al Imperio británico-, lo cierto es que su estancia en esta región nos ha dejado algunas historias muy interesantes, permitiendo que a la postre, Europa pudiese redescubrir las maravillas de la faceta faraónica de la civilización egipcia.
Una de sus anécdotas más conocidas tiene relación con La Gran Pirámide de Guiza o la Gran Pirámide de Keops, un monumento colosal que tiene cierta leyenda oscura a su alrededor, principalmente alimentada por Heródoto, historiador griego, y que enaltece el ya de por sí asombroso legado de una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Keops, despiadado en sus formas, para financiar la construcción de la pirámide, habría obligado a su propia hija a sumergirse en la degradación más absoluta entre los nobles, entregándola a la prostitución. O al menos, eso decía Heródoto.
Napoleón, siguiendo los pasos de Alejandro Magno, durante el verano del 1798, en el inicio de su campaña en Egipto y Siria, hizo una pausa en su camino para pasear y observar la Gran Pirámide de Keops, rindiéndole un personal homenaje al macedonio. Se dice que, según las leyendas, Alejandro pasó una noche dentro de la Gran Pirámide para conectar con su yo pasado, buscando experiencias trascendentales que lo inspiraran en sus conquistas. El corso, convencido de sus similitudes con Alejandro, se adentró en soledad en las oscuras salas de la pirámide. Pasó allí una noche, en pleno silencio, sin más compañía que sus propios pensamientos.
La noche transcurrió en completo silencio, pero al amanecer el general francés salió de la pirámide pálido, desencajado, sin poder articular palabra. Sus acompañantes estaban expectantes por conocer su experiencia, deseaban saber qué ocurrió exactamente entre aquellas milenarias piedras. Napoleón, muy dado a la verborrea y los discursos elocuentes cuando eran necesario, respondió muy serio y lacónico: "Aunque os lo dijera, no me creeríais". A día de hoy, sigue siendo un misterio.