El imperio francés vivió una nueva edad de oro a principios del SXIX gracias a Napoleón Bonaparte. El emperador de Francia apodado 'pequeño corso' (un mote que explicamos aquí), había vivido una racha de victorias y conquistas entre 1804 y 1814 que solo le hacían pensar que el futuro sería igual de brillante, pero se equivocó.
Exiliado en la isla de Elba
Después de su derrota en la Batalla de las Naciones en Leipzig en 1813, y crecientes presiones internas y externas, Napoleón fue forzado a abdicar en abril de 1814. Los aliados decidieron exiliarlo a la isla de Elba, un territorio pequeño en el mar Tirreno. Aquí, se le concedió soberanía sobre la isla y mantuvo cierta autonomía, gobernando a los habitantes locales y reformando la pequeña sociedad. A pesar de su reducida escala, Napoleón se dedicó a mejorar la infraestructura de la isla y a establecer reformas agrícolas y legales.
La Fuga de Elba
Sin embargo, Napoleón no se contentó con su destino en Ela isla. Aprovechando la inestabilidad política en Francia y la disminución de la vigilancia sobre él, escapó de Elba en febrero de 1815, iniciando el período conocido como los Cien Días. Este audaz movimiento demostró su persistente influencia y carisma, pues rápidamente reunió apoyo militar y político al regresar a Francia.
El 26 de febrero de 1815, aprovechando el descuido de la guardia francesa y británica, embarcó en Portoferraio con unos 600 hombres y desembarcó el 1 de marzo en Golfe-Juan, cerca de Antibes. En su camino hasta París recibió en todas partes una bienvenida que atestiguaba el poder de atracción de su personalidad en contraste con la nulidad de la del Borbón, Luis XVIII, el primer monarca de la restauración borbónica en Francia (excepto los 100 días en los que Napoleón recuperó su poder).
La tropa que le acompañaba no tuvo que pegar ni un solo tiro ni eliminar a nadie, pues Napoleón no se encontró oposición alguna en su recorrido. Ney, quien había dicho de Napoleón que debía ser llevado a París en una jaula de hierro, se unió a él junto con 6.000 hombres el 14 de marzo. Seis días más tarde, el emperador entraba en la capital, de donde Luis XVIII acababa de huir apresuradamente en dirección a Grandvilliers.
En París, mientras el ejército de Napoleón se enfrentaba a las tropas enviadas por el rey; los hombres de cada bando formaban en líneas y se preparaban para disparar. Antes de iniciarse el fuego, el emperador caminó hacia el centro de ambas fuerzas, encarándose al bando del rey y abriendo su pechera mientras decía: "¡Si alguno de vosotros es capaz de dispararle a su emperador, hacedlo ahora!". Poco más tarde, todos los hombres se unían a su causa.
También amaneció París lleno de pintadas que ponía: "Ya tengo suficientes hombres, Luis, no me envíes más. Firmado Napoleón". Todo un Banksy. Su salud estaba notablemente resentida, debido a la inactividad en su destierro, por el que cogió sobrepeso, pero igualmente decidió continuar sus planes.
Mientras estaba afectado por todo tipo de dolencias como retenciones de orina, escribió estas palabra: "Me estoy haciendo viejo. El descanso de un rey constitucional podría satisfacerme, pero es más seguro que satisfaga a mi hijo".
Mientras, Europa se amotinaba contra él y no reconocía su soberanía, por lo que su única posibilidad de permanecer en el poder era atacarles antes de que los aliados pudieran reunirse en una fuerza abrumadora; y así es como enfocó todas sus fuerzas en la batalla de Waterloo, en Bélgica.
El Segundo Exilio: Santa Elena
Tras su derrota definitiva en la Batalla de Waterloo en junio de 1815, Napoleón se rindió a los británicos, quienes decidieron que un exilio más remoto y seguro era necesario. Fue enviado a la isla de Santa Elena, un territorio aislado en el Atlántico Sur. Este segundo exilio fue significativamente más riguroso y restrictivo en comparación con su estancia en Elba. Napoleón fue vigilado de cerca por las autoridades británicas y se le negó cualquier forma de poder o influencia.
Vida en Santa Elena
En Santa Elena, Bonaparte vivió en Longwood House, una residencia que muchos consideraron insuficiente y poco saludable. A pesar de las difíciles condiciones, dedicó su tiempo a escribir sus memorias, a discutir con sus compañeros y a cultivar un pequeño jardín. Su salud, sin embargo, comenzó a deteriorarse progresivamente en este aislamiento.
Estos periodos de exilio no solo marcaron el fin de la era napoleónica en Europa, sino que también contribuyeron significativamente al mito y legado de Napoleón. La narrativa de su caída, su resiliencia en Elba, su dramático regreso durante los Cien Días y su solitaria muerte en Santa Elena, han fascinado a historiadores y al público por igual.
Muerte en Santa Elena
Napoleón murió en Santa Elena el 5 de mayo de 1821. Las circunstancias de su muerte han sido objeto de debate, con teorías que van desde cáncer de estómago hasta envenenamiento por arsénico. Su muerte cerró un capítulo crucial en la historia europea, pero dejó un legado duradero que influiría en la política, la guerra y la percepción del liderazgo en los siglos venideros.
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