ARK: Survival Evolved se ha convertido, por méritos propios, en una de las revelaciones del año. La especial conjunción entre supervivencia, juego de mundo de abierto y ambientación prehistórica propuesta por Wild Card ha encandilado a miles de jugadores, que disfrutan en PC de sus aventuras entre dinosaurios y otras bestias. Si a través de Steam prosiguió su andadura y desarrollo mediante el llamado programa de Acceso anticipado, el videojuego -que también fue anunciado para consolas-, repetirá estrategia en máquinas como PlayStation y Xbox One.
Así pues, y siguiendo los pasos del programa Xbox Preview, ARK: Survival Evolved llega a la consola de Microsoft conservando gran parte de su esencia jugable, todavía en una versión muy preliminar, pero que bien podría darnos buena cuenta de qué podemos encontrar en el título de crafting y perduración que tanto ha dado que hablar en este 2015.
El planeta de los dinosaurios
No, no hablamos de la película ni de la novela de Anne McCaffrey. ARK: Survival Evolved es hijo de una tendencia actual en el ocio electrónico, herencia directa de la imperante tónica que dictan juegos de supervivencia, pero desde el minuto uno, sabe encontrar su propio espacio, arrojando al jugador a un universo único y sin parangón el género.
Wild Card nos traslada a un futuro distante, en el que despertamos en una peligrosa y convulsa isla, desnudos y sin ningún tipo de ayuda. Marcados por un implante en nuestra muñeca, deberemos movernos para sobrevivir, cazar para alimentarlos y comenzar a construir refugios y armas con el que garantizarnos una cierta seguridad en un mundo poblado por dinosaurios y otros peligros en forma de jugadores.
No olvidemos que es un juego multijugador, y que estos, para bien o para mal, pueden influir directamente en nuestra partida y el desarrollo de la misma, con lo que la sensación de inseguridad es constante. No hablamos de Rust y otros juegos similares, en los que hay una tensión constante entre grupos y tribus rivales, pero sí es cierto que el miedo por encontrarte con otro usuario, quizás mejor equipado y pertrechado, puede llegar a obsesionarnos tanto como el terror a toparnos con un peligro terópodo del cretácico.
Como buen videojuego de supervivencia, en el que la capacidad de reacción es todo, en el título de Wild Card deberemos adaptarnos al medio rápidamente si no queremos morir. Nuestro personaje puede sentir frío o calor, hambre y un padecer un sinfín de penurias, con lo que siempre tendremos una tarea fijada, lo que se traduce en una necesidad imperiosa de conservación. ARK: Survival Evolved no da tregua, y nos obligará a las primeras de cambio a construir rudimentarias hachas, recoger frutos o intentar sustraer a grupos más fuertes aquellos enseres que puedan venirnos bien.
Quitando lo abrumador de su concepto, es un juego tremendamente divertido. Este tipo de títulos pueden quemarse y morir rápido, sobre todo por lo repetitivo de su concepto. No hay que olvidar que acabaremos realizando tareas mecánicas un buen número de veces -recoge tal cantidad de madera, tal cantidad de fruta, tal cantidad de piedras- para fabricar o producir objetos, y que dicho sea de paso, no hace demasiada gracia perderlo casi todo cuando aparece un grupo de usuarios con ganas de gresca o una manada de dilofosaurios en busca de su desayuno.
Pero es este equilibrio, el del entorno y los propios usuarios, lo que define y hace especialmente entretenido al juego. La isla prehistórica está dividida en zonas, cuidadosamente jerarquizadas por nivel y dificultad, aunque la muerte -de cualquiera de las maneras, incluso de las más absurdas imaginables-, puede rondarnos en casi todas ellas. De esta forma, encontraremos ambientes selváticos, con numerosos saurópodos de proporciones gigantescas bebiendo en arroyos y lagos, praderas en las que se ocultan los velocirraptores a cazar a los ceratópsidos herbívoros que pastan tranquilamente, pantanos llenos de insectos y seres que reptan por sus fangosos terrenos y helados territorios llenos de monstruos del invierno. El ecosistema está muy bien desarrollado, y repetimos, equilibrado.
El desplazarse por los distintos entornos y zonas, descubriendo asentamientos de jugadores rivales -que pueden llegar a ser aliados-, ruinas antiguas o disfrutando en la recolección de ingredientes o de la doma -imposible en los niveles más bajos- de dinosaurios y criaturas, es gratificante. Además, teniendo en cuenta su naturaleza inherente de PC, una de nuestras preocupaciones venía en clave de interfaz y comodidad de juego: no os preocupéis, ARK: Survival Evolved se deja jugar bastante bien en Xbox One, con una serie de menús radiales e interfaces relativamente claras -en perfecto inglés- para un juego de su índole.
Pasaremos mucho tiempo cogiendo ingredientes, mezclándolos y convirtiéndolos en mejores armas o enseres, consiguiendo que en pocos minutos, comenzamos a rascar la superficie de un sistema de crafting más intuitivo que el de otros títulos similares. No cede ni un ápice en dificultad, pero tampoco intenta ser obtuso en sus planteamientos.
Eso sí, la versión de Xbox One está en una fase muy preliminar, y eso se nota desde el mismo inicio, en la que nos recibe de forma tosca, desajustada -si vuestro televisor o monitor peca del temido overscan, preparad el ajuste de pantalla- y falta de resolución. En la consola de Microsoft podemos acudir a dos modalidades de juego -PvP, jugador contra jugador y PvE, jugador contra entorno-, contando con espacio para hasta setenta jugadores en cada uno de ellos. Cabe destacar que en nuestras partidas hemos encontrado numerosos problemas de conexión, quizás derivados de la excesiva afluencia de usuarios, que parecen haber apoyado de forma abrumadora la edición del videojuego para consolas, sobrepasando las expectativas más optimistas de sus desarrolladores.
Si los servidores se han antojado como precarios, los gráficos del juego se revelan como el fruto primigenio de un precario estado de gestación. Si ya en PC advertimos de un estado de optimización mediocre -el juego no iba del todo fino-, la versión en Xbox One, peca de lo mismo, incluso peor. Pese a que falta medio año para su lanzamiento comercial, ARK: Survival Evolved en Xbox One va decididamente mal. Tenemos frecuentes tirones cuando nos desplazamos de una zona a otra, modelados y criaturas que aparecen y desaparecen ante nuestros ojos, movimientos erráticos… Y lo que es peor: una alarmante baja resolución. Se ve y se comporta mal técnicamente, dejándonos serias dudas de la viabilidad de su versión final en este apartado al poco que se duerman sus desarrolladores en los laureles. En cualquier caso, repetimos: queda mucho tiempo.
Una aventura prehistórica prometedora
ARK: Survival Evolved es un videojuego que trasciende con inteligencia la barrera igualitaria que corta por el mismo patrón a decenas de juegos similares. Es un título de supervivencia, en el que el entorno y las criaturas antidiluvianas que lo habitan juegan un papel determinante, y que a la postre, ofrece enormes posibilidades derivadas de su introducción. Hablamos de un juego que es capaz de absorbernos a las primeras de cambio, presentándonos múltiples caminos jugables que se complementan con una férrea y constante sensación de peligro -y de comunidad- frente a un entorno prehistórico impredecible.
La versión preliminar a la que hemos tenido acceso nos preocupa en el plano técnico, aunque esperamos que Wild Card sepa ajustar las posibilidades audiovisuales de su videojuego a las nuevas consolas sin tener que tirar de recortes o prescindir de elementos gráficos.
Si en PC ha demostrado ser uno de los videojuegos que más han dado que hablar durante 2015, en 2016 parece que repetiremos mantra. ARK: Survival Evolved tiene el suficiente potencial para ser un juego muy importante y destacable también en consola, siempre y cuando, sus desarrolladores sepan extraer todo el potencial de las mismas para presentar una versión acorde a las expectativas que muchos usuarios tienen depositadas sobre los lomos de tamaño y atractivo dinosaurio del entretenimiento. En junio de 2016 saldremos de dudas.