Netflix acaba de estrenar, por fin, la serie de The Punisher, así que vamos a retroceder casi 25 años en el tiempo para recordar el debut de Frank Castle en el mundo de los recreativos. Y no lo hizo solo. Capcom le hizo formar equipo con otra leyenda Marvel, Nick Furia, para protagonizar uno de los brawlers más divertidos y queridos de la historia.
La recreativa de The Punisher reunió a algunos de los mejores talentos de la casa. La dirección del proyecto corrió a cargo de Noritaka Funamizu, alias Poo, que contaba en su haber con joyas del calibre de GunSmoke, Forgotten Worlds o Mega Twins/Chiki Chiki Boys, mientras que al frente del departamento de diseño estaba nada menos que Akira "Akiman" Yasuda (Final Fight, Street Fighter II, Captain Commando). Pocas veces se ha visto una licencia Marvel en mejores manos.
Capcom jugó sobre seguro, y convirtió a Frank y Nick en los protagonistas de un "yo contra el barrio" de manual, repitiendo el esquema de otros éxitos de la compañía como los ya mencionados Final Fight o Captain Commando. A través de diversas fases, Punisher y el líder de SHIELD se dedicaban a medirle el lomo a un variado elenco de criminales, entre los que se encontraban villanos históricos de los cómics de El Castigador y otras series de "la Casa de las Ideas", como Bushwacker (Cañonero), Jigsaw (Puzle), Bonebreaker (Rompehuesos) y, ejerciendo de jefazo final, nada menos que Wilson Fisk, alias Kingpin.
Al igual que en otros brawlers, Castle y Furia desplegaban un amplio catálogo de patadas, puñetazos y golpes especiales, pero claro, si por algo ha destacado siempre nuestro amigo El Castigador, además de por su absoluta falta de piedad con los quinquis, es en el uso de armas de fuego. Por ello Capcom permitió sacar la artillería en determinados momentos (cuando aparecían enemigos armados con pistolas o ametralladoras), además del uso de algunas armas de fuego que dejaban algunos villanos al morir (como MAC-10 o el clásico M16).
La mecánica de esta placa CPS-1 era tan sencilla como trepidante, sobre todo jugando a dobles con un amigo. La pantalla se llenaba, literalmente, de enemigos a los que apalizar de todas las maneras imaginables. Incluso se podían ejecutar llaves a lo Haggar o, en casos de desesperación, lanzar una granada para flambear a todos los que nos rodeaban.
También desplegaba no pocos guiños a los amantes de los cómics originales, como la aparición de Microchip (encargado de reanimar a Castle en la pantalla de Continue) o la chulería de un Nick Furia que, puro en la boca, era capaz de disparar de espaldas. Hasta metieron una ronda de bonus, muy similar a la de Street Fighter II, solo que aquí los barriles se destruían a ¡balazos!
El combate final nos enfrentaba a un colosal Kingpin, del tamaño de una furgoneta de reparto, lo que no era un impedimento a la hora de agarrarlo como si fuera un pelele. Nick y Frank no eran mutantes, pero derrochaban una mala leche capaz de darles una fuerza sobrehumana.
The Punisher debutó en los recreativos en 1993, el mismo año que otra joya Capcom rescatada de los cómics: Cadillacs and Dinosaurs. La fiebre Street Fighter II acabaría por desterrar el género brawler de los salones, aunque en 1994 aún viviría su canto del cisne con el no menos extraordinario Alien Vs Predator.
Teniendo en cuenta la popularidad que alcanzó la placa (servidor llegó a jugar con ella hasta en un Burger King cercano a la madrileña Puerta del Sol), uno podría pensar que se prodigaron las adaptaciones domésticas, pero fue todo lo contrario. De hecho, solo hubo una conversión de la placa de Capcom, en exclusiva para Mega Drive, comercializada en el verano de 1994 en Estados Unidos y un año más tarde en Europa.
El port de Mega Drive, que jamás se lanzó en Japón, ni siquiera estaba facturado por la propia Capcom. La compañía externalizó el desarrollo, que acabó en manos de la veterana (y norteamericana) Sculptured Software. Estos respetaron todos los niveles de la placa original, incluyendo la ronda de bonus, pero a nivel gráfico el cartucho quedaba muy por debajo de otros brawlers del catálogo de la 16 bits de Sega, empezando por Streets of Rage II.
La paleta de colores es muy pobre, los personajes son mucho más pequeños que los de la recreativa y la estupenda música original (obra de Yoko Shinomura, la genial compositora de Street Fighter II) sonaba bastante ratonera. En esta estupenda comparativa se aprecia estupendamente. En el canal de audio de la izquierda se puede escuchar la música de la placa. mientras que en el derecha suena la de Mega Drive.
A pesar de todo, el port Mega Drive de The Punisher se ha convertido, con el paso de los años, en un tesoro para coleccionistas. Sobre todo la versión europea, que se distribuyó en cantidades muy limitadas debido a su tardío lanzamiento (en abril de 1995 el público ya solo tenía ojos para los 32-bit). Así que si tienes una copia en casa, y en buen estado, guárdala como oro en paño, porque algún día podría pagarte unas buenas vacaciones.
The Punisher marcó el inicio de la larga colaboración entre Marvel y Capcom (que prosigue hoy en día), pero por desgracia eso no impidió que, tras caducar la licencia de la placa, esta jamás llegara a formar parte de los posteriores recopilatorios de clásicos de la casa. Para volver a disfrutar de ella hay que recurrir forzosamente al MAME o el port de Mega Drive.
Algún día habrá que dedicarle otro post al resto de juegos protagonizados por El Castigador, especialmente al memorable y burrísimo juego de Volition de 2005. Y eso que la versión que llegó a las tiendas había rebajado el nivel de violencia respecto al juego original que un servidor tuvo la oportunidad de ver en las oficinas del estudio. Pero esa es otra historia…
¿Cuánto dinero quemasteis en la recreativa de The Punisher? ¿Llegasteis a comprar la versión Mega Drive en su día? ¿Quién encarnó mejor a Nick Furia: David Hasselhoff o Samuel L. Jackson? Esperamos, con ansia justiciera, vuestros comentarios y anécdotas…