No mires arriba arranca como las grandes películas de catástrofes: un grupo de astrónomos descubren aterrorizados cómo un cometa va en rumbo de colisión contra la Tierra. Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, el par de científicos que se atribuyen el hallazgo, pronto realizarán una cruzada a través de los más diversos estamentos políticos y de los más variados medios a fin de alertar a la población de la que se nos viene encima. El nuevo filme de Adam McKay, muy dado a este tipo de temas, se ha estrenado en cines de forma limitada y llegará a Netflix el próximo 24 de diciembre, siendo uno de los proyectos cinematográficos más ambiciosos de la plataforma. En Vandal Random ya la hemos visto y os contamos qué nos ha parecido en esta crítica sin spoilers.
Una sátira cinematográfica que apunta a los incrédulos del cambio climático
No mires arriba (Don’t Look Up, 2021) es una de las producciones de Netflix más estrafalarias e inclasificables de los últimos tiempos. Con un guion firmado por el propio McKay y David Sirota, se trata de una película hija de su tiempo, muy contemporánea, capaz de reflejar con un pulso loable cómo nos hemos comportado como sociedad en los momentos más oscuros de la pandemia de coronavirus o de qué manera acabamos siendo pasto de las redes sociales, los trending topics y las grandes corporaciones tecnológicas cuando el peligro y la amenaza real para nuestras vidas está a la vuelta de la esquina.
No, no es una película de catástrofes. Y no, no esperéis ver secuencias de acción en las que un grupo de astronautas intenta salvar a la humanidad arriesgándose en una ambiciosa misión. Es más, No mires arriba se ríe de cintas como Armageddon (Michael Bay, 1998) y ahonda en el trasfondo político que ya se intuía en la excelente Deep Impact (Mimi Leder, 1998), dos de las mejores cintas del género estrenadas hasta la fecha.
McKay disfruta sobremanera buscando la sátira inherente al individualismo humano, que busca su propio beneficio por encima del bien común, así como recreándose en ese nuevo nicho de negacionistas -despertado a raíz de la actual pandemia- en contra del hecho científico. No es ningún secreto que el director de Vice siempre ha querido hacer un blockbuster cáustico que, a través del prisma de una comedia oscura, transmita un mensaje sencillo: hay que hacer caso a la ciencia cuando nos advierte de los peligros que están por llegar. Para ello, incluye en su fórmula a un buen número de elementos ya conocidos en su filmografía, como los medios de comunicación, los falsos gurús y los políticos carismáticos sin escrúpulos, que desfilan como comparsas de un relato a veces demasiado aleccionador.
Teniendo en cuenta la escasa reputación de los astrónomos que descubren que a la Tierra le quedan 6 meses de vida antes de que el cometa impacte, estos se ven obligados a luchar para que les crean, ya que son totalmente apartados y hacen caso omiso a sus advertencias. Peor aún: desde la Casa Blanca usan su mensaje catastrófico para hacer mofa y sacar rédito, y mientras que la amenaza de la extinción global se conforma en el horizonte, el público demuestra estar más pendiente del nuevo smartphone o de la ruptura de la estrella del pop de turno -encarnada aquí por una sorprendente Ariana Grande-. No mires arriba gana mucho en su primer tramo, cuando demuestra la idiosincracia de la sociedad actual y de la forma en la que nos comunicamos los unos con los otros, tanto a través de internet como en persona. Pero pronto, quizás fruto de sus reescrituras y cambios -la cinta iba a rodarse a comienzos de 2020 y el coronavirus hizo acto de aparición, tiempo que el director y guionista usó para perfilar el guion-, se le ve el cartón, y el truco de McKay acaba siendo un poco burdo, reiterativo y cansino.
Las mejores bromas y chascarrillos -que los hay a tutiplén- parecen forzados al poco tiempo, y aunque los diálogos inteligentes lucen y brillan con luz propia cuando tienen que hacerlo, da la sensación que esta historia, netamente norteamericana y afianzada en la crítica a Donald Trump y su administración como presidente de los Estados Unidos, tiene poco decir cuando se sumerge en su última parte. Ni la caricatura del citado Trump encarnada por Meryl Streep ni el jefe de gabinete de la Casa Blanca interpretado por Jonah Hill tienen mucho que hacer. Su perfil sobre el populismo se antoja divertido, pero cuando los gags se solapan y repiten estructura o cuando Streep parece imitar a la republicana Sarah Palin -looks incluidos-, todo se difumina en un cóctel poco equilibrado y grosero, con más en común con un sketch olvidable de Saturday Night Live. La idea de hablar sobre el cambio climático y su constante amenaza sin nombrarlo de forma explícita es muy interesante, y el concepto de mostrar la evidencia científica y negarla mientras se posa sobre nuestras cabezas, es brillante. Pero poco más.
No mires arriba quizás se ahoga en su propia naturaleza crítica y satírica, señala al cielo y luego se olvida rápidamente de cómo quiere contar aquello que tan obvio nos parece. Sin embargo, y pese a todos los fallos evidentes y repartidos a lo largo de su metraje, esta comedia negra funciona a veces como un visionario retrato de nuestros días, llenos de fake news, polarización y malos modos. Un relato cinematográfico que es capaz de mostrarnos en el espejo como sociedad y que, a veces, da en la diana.