Adiós a la calvicie… o al menos eso es lo que empieza a sonar con fuerza en dermatología. Un nuevo medicamento tópico, la clascoterona, ha logrado en ensayos clínicos algo que ningún tratamiento había conseguido en tres décadas: un aumento del crecimiento del cabello de hasta un 539% frente al placebo en hombres con alopecia androgenética.
No hablamos de otro rebranding de minoxidil ni de una nueva pastilla tipo finasterida, sino de un fármaco con mecanismo de acción distinto y, sobre todo, pensado para actuar solo donde importa: en el folículo piloso.
La clave de este medicamento está en su objetivo directo: los receptores androgénicos del folículo. La ciencia lleva años señalando a la DHT (dihidrotestosterona), un derivado de la testosterona, como una de las grandes culpables de que el folículo se miniaturice hasta quedar casi inactivo. Finasterida intenta resolverlo reduciendo la DHT de todo el organismo, con el coste de posibles efectos secundarios sexuales y hormonales en algunos pacientes. Clascoterone, en cambio, se aplica en el cuero cabelludo y bloquea allí mismo la acción de la DHT, sin alterar de forma apreciable el resto del cuerpo según los datos de los ensayos.
Un nuevo actor fuerte tras 30 años de sequía
Los números que han disparado el hype vienen de dos estudios de fase III con casi 1.500 hombres, una muestra inusualmente grande para este tipo de fármacos. Durante varios meses, los participantes aplicaron una solución al 5% en las zonas despobladas. Ambos ensayos cumplieron el objetivo principal: no solo frenaron la caída, sino que lograron un repoblamiento capilar claramente superior al placebo. El famoso 539% es una mejora relativa (comparada con el grupo control, que también gana algo de pelo), no significa que te salga cinco veces más pelo de golpe, pero aun así es una diferencia poco habitual en un campo tan quemado de promesas como el de la alopecia.
Otro punto a favor es el historial previo del compuesto. Clascoterone no aparece de la nada: ya está aprobada desde 2020 en EE. UU. como tratamiento tópico para el acné bajo el nombre Winlevi. En esa indicación, los estudios mostraron una absorción sistémica mínima y un perfil de seguridad bastante razonable, algo que ahora se refleja en los ensayos para calvicie: los eventos adversos han sido, en su mayoría, leves y sin señal clara de problemas hormonales de fondo. Falta por completarse un estudio de seguridad a 12 meses —condición de la FDA—, pero la base de datos acumulada juega a su favor.
Un futuro de tratamientos combinados
¿Significa esto que minoxidil y finasterida pasan a la historia? Todavía no. Los dermatólogos recuerdan que la alopecia androgenética es multifactorial, y lo más probable es que el futuro pase por combinaciones: clascoterona para bloquear la DHT a nivel local, minoxidil para estimular el ciclo de crecimiento del cabello y, en casos seleccionados, finasterida a dosis ajustadas para quien la tolere bien. Lo interesante es que, por primera vez en mucho tiempo, entra en juego un tercer actor serio, con datos sólidos y un enfoque más localizado que podría gustar a quienes desconfían de los tratamientos sistémicos.
Todo esto ocurre en un contexto en el que hasta la mitad de los hombres presenta signos de calvicie antes de los 50 y en el que la caída del pelo no es solo un tema estético: está asociada a peor autoestima, ansiedad social y, en algunos casos, síntomas depresivos. No es la varita mágica definitiva ni una promesa milagrosa de TikTok, pero sí el primer candidato en mucho tiempo que permite decir, sin exagerar demasiado, que el viejo titular de “adiós a la calvicie” empieza a tener algo más de ciencia detrás que de marketing.















