Warner Bros. espera arrasar con Superman de James Gunn. Pero lo cierto es que el filme de Gunn, que ha sufrido graves problemas antes de llegar a las salas, tiene una misión casi imposible, casi del tipo a las que se enfrenta el propio héroe de DC.
El filme no solo carga con el peso de relanzar el DCU, sino que, según un informe interno del propio estudio, la película es considerada de “importancia incalculable” para el futuro de Warner Bros. Discovery en su conjunto. En otras palabras, si Superman no funciona, el estudio entero podría tambalearse ante la posibilidad de otra venta o fusión. Y ahí está el gran problema: Warner Bros. vuelve a cometer el mismo error de siempre, depositando expectativas desmedidas en una sola película.
El futuro de Warner Bros. está en manos de Superman, ¿movimiento brillante o suicida?
Desde hace años, la compañía ha buscado en cada nuevo estreno una especie de salvavidas para su caótica gestión del universo DC. Ocurrió con La liga de la justicia en 2017, cuando forzaron una reescritura desastrosa tras la tibia recepción de Batman v Superman. El resultado fue un fracaso en taquilla y un escándalo detrás de cámaras.
En lugar de corregir el rumbo con una estrategia sólida, Warner optó por improvisar: cada película del DCEU tenía la responsabilidad de enderezar la franquicia en solitario. Black Adam prometía cambiar “la jerarquía de poder”, pero acabó en fiasco. The Flash fue vendida como un evento clave para el futuro del DCU, pero se estrelló en taquilla, víctima del abandono generalizado del universo al que pertenecía.
El problema no es nuevo. La injerencia del estudio en Superman II llevó al despido de Richard Donner en favor de Richard Lester, con resultados cuestionables. Batman tampoco se salvó: el tono oscuro de Batman Returns asustó a Warner, que obligó a Joel Schumacher a llevar la franquicia a un tono más ligero con Batman Forever… hasta que el exceso de camp en Batman & Robin la condenó por años. Con Superman Returns ocurrió algo similar: debía ser el gran regreso del Hombre de Acero, pero su tibia recepción lo dejó en el limbo.
Esa falta de visión ha generado una reacción en cadena que, a día de hoy, sigue presente en el fandom. Los seguidores de Zack Snyder siguen pidiendo el regreso del Snyderverse, y la razón es sencilla: su universo, guste o no, tenía una dirección clara. Warner, en cambio, ha ido a los tumbos, borrando y reiniciando con cada traspié. Ahora, Superman no solo tiene que inaugurar una nueva era, sino cargar con el destino de todo el estudio. Si fracasa, las consecuencias podrían ser catastróficas.
El filme habría costado entre de 280 y 300 millones de dólares, más los costes de marketing. Gunn ha desmentido otras cifras superiores de producción, que elevan el montante a los 360 millones más la consecuente publicidad -que se espera masiva-, por lo que la recaudación, como mínimo, debe exceder los 700 millones de dólares para considerarse un auténtico éxito de taquilla. No será fácil. Las predicciones colocan al Superman en una horquilla amplia, y Warner sabe que debe poner toda la carne en el asador en la promoción.
James Gunn ha demostrado que sabe manejar el género de superhéroes, pero está entrando en un terreno minado. Warner Bros. Discovery no le está dando el margen de maniobra necesario para construir algo a largo plazo. Si Superman no vuela alto, el problema no será de Gunn, sino de un estudio que sigue sin aprender de sus propios errores. El Hijo de Krypton debe triunfar en taquilla.
