Hace poco más de 24 horas, el conflicto en Ucrania marcó un precedente histórico en la guerra naval moderna. Hasta ahora, la existencia de un dron submarino capaz de atacar un puerto fortificado ruso se sostenía solo en un vídeo y en declaraciones de testigos. Hoy, los satélites han confirmado lo que hasta hace poco parecía increíble: Kiev logró ejecutar un ataque subacuático sin precedentes.
Las primeras imágenes desde el espacio muestran al dron submarino ucraniano, bautizado como Sub Sea Baby, detonando a escasos metros de un submarino diésel-eléctrico clase Improved Kilo amarrado en Novorossiysk, uno de los puertos más protegidos del mar Negro. Según el Servicio de Seguridad de Ucrania, este sería el primer ataque documentado contra un buque ruso utilizando un vehículo submarino no tripulado, y el primer uso operativo exitoso de este tipo de arma en un conflicto real. Aunque la magnitud de los daños aún es incierta, el mero hecho de alcanzar el objetivo constituye un hito operativo y psicológico de enorme calado.
Un solo vehículo no tripulado redefine la guerra en el mar Negro después de décadas de tácticas clásicas
Las imágenes de satélite confirman que la explosión afectó la popa del submarino y parte del muelle, en línea con los vídeos difundidos por el SBU. El Project 636.3 Varshavyanka permanece amarrado, mientras otras unidades cercanas fueron reubicadas, sugiriendo una reacción inmediata de seguridad. No se observan vertidos de combustible ni signos de hundimiento, lo que apunta a que los daños, de existir, podrían limitarse a la línea de flotación o a infraestructuras adyacentes.
El Ministerio de Defensa ruso niega cualquier afectación al submarino o a su tripulación y ha difundido un vídeo parcial de la nave intacta, aunque incluso en ese material se perciben restos de escombros en el muelle. La Flota del Mar Negro y canales navales afines replican la misma narrativa: sin pruebas concluyentes, la incertidumbre se convierte en parte del campo de batalla informativo.
Más allá de los daños concretos, lo disruptivo es que el dron atravesó las defensas del puerto, diseñadas para frenar incursiones ucranianas tras los ataques con drones de superficie. El uso de vehículos submarinos introduce una nueva dimensión al conflicto: cada contramedida genera una respuesta tecnológica distinta, en una carrera de adaptación constante.
El Sub Sea Baby se suma a un ecosistema ucraniano que ya incluye drones kamikaze como el Marichka o el Toloka, confirmando la apuesta de Kiev por el dominio submarino, hasta ahora casi exclusivo de Moscú. Este ataque subraya que ningún puerto ruso es completamente seguro y demuestra que la guerra naval ha entrado en una fase inédita, donde los sistemas no tripulados submarinos dejan de ser experimentales y se consolidan como armas de verdad.















