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Sam Altman de OpenAI y Jensen Huang de NVIDIA confirman la realidad: la inteligencia artificial vive una terrible burbuja

El desplome en bolsa de NVIDIA y Palantir, unido al aviso de Altman y Huang y al demoledor informe del MIT, revela que la fiebre de la inteligencia artificial podría estar más cerca de la burbuja.
Sam Altman de OpenAI y Jensen Huang de NVIDIA confirman la realidad: la inteligencia artificial vive una terrible burbuja
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Actualizado: 7:30 11/9/2025

El pasado agosto dejó una sacudida inesperada en los mercados: NVIDIA, convertida en emblema de la fiebre de la inteligencia artificial, caía más de un 3,5% en bolsa. No fue un caso aislado. Palantir, compañía inseparable del relato de la IA en defensa y big data, se desplomaba casi un 10%. El golpe tenía un simbolismo evidente: dos de los nombres más reconocibles del sector sufrían en cuestión de horas. Estamos en una nueva burbuja tecnológica.

Los gigantes de OpenAI y NVIDIA advierten: la inteligencia artificial se ha convertido en una burbuja insostenible

El contexto hacía aún más ruido. Sam Altman, rostro de OpenAI, y Jensen Huang, director ejecutivo de NVIDIA, habían admitido en público lo que hasta ahora solo se comentaba en voz baja: “sí, estamos en una burbuja”. La frase llegaba en paralelo a un informe del MIT que puso sal en la herida: tras estudiar 300 proyectos de IA, el resultado fue demoledor -el 95% habían fracasado en cumplir sus objetivos-. De golpe, la promesa de la inteligencia artificial omnipresente sonaba menos sólida.

NVIDIA

¿Estamos ante un pinchazo inminente? No necesariamente. Las burbujas tecnológicas, a menudo, son el combustible de la innovación. La historia reciente está plagada de ejemplos: las puntocom, el auge inmobiliario, incluso la irrupción de los smartphones. Todas comparten un mismo patrón: expectativas desmedidas, inversión a raudales y, tras el ajuste, una transformación real que se consolida en el tiempo.

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La IA generativa se encuentra justo en esa encrucijada. Sus aplicaciones actuales -escribir textos, programar, traducir- son útiles, pero fragmentarias. No sustituyen empleos completos, sino tareas concretas. Para que ese impacto se traduzca en productividad global se necesitan cambios organizativos que siempre llegan más despacio de lo que sueñan los mercados. Y, sin embargo, el potencial sigue ahí, aguardando su momento.

La cuestión no es si la burbuja explotará, sino qué forma adoptará cuando se desinfle

NVIDIA ejemplifica mejor que nadie esta tensión. Hoy reina gracias a CUDA, su ecosistema de software con más de 18 años de desarrollo. Su dominio parece inexpugnable, pero como ocurrió con la nube -AWS pasó del 80% a rondar el 30% del mercado-, lo normal es que el monopolio se convierta en oligopolio. Rivales, especialmente en China, llegarán. Lo que no parece discutible es que la inferencia y los centros de datos seguirán necesitando GPUs a un ritmo brutal.

Por eso, la cuestión no es si la burbuja explotará, sino qué forma adoptará cuando se desinfle. Porque aunque las valoraciones fluctúen y los proyectos se estrellen, la IA generativa apenas está comenzando su historia. Igual que el transistor en los cincuenta, su auténtico impacto aún está por escribirse.

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