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Plantón histórico a Donald Trump y su F-35: China logra que España y otros países se opongan al avanzado caza estadounidense

El caza mantiene su estatus como una fuerza operativa insuperable, aunque las fricciones comerciales y diplomáticas de Estados Unidos amenazan con fracturar el consenso. China presiona para ello.

España ha encendido una chispa que amenaza con convertirse en incendio diplomático. La pasada semana, el Ministerio de Defensa confirmó lo que ya era un rumor persistente en los pasillos de Bruselas: la cancelación del acuerdo preliminar para la compra de 50 cazas F-35 Lightning II a Estados Unidos. La decisión, envuelta en el discurso de apostar por una "defensa europea", no es solo un gesto industrial, sino también político: un rechazo a depender de una tecnología militar en la que Washington mantiene influencia incluso tras la venta.

La alternativa española pasa por reforzar su flota de Eurofighter Typhoon y sumarse sin reservas al FCAS, el ambicioso sistema de combate aéreo de sexta generación desarrollado junto a Francia y Alemania, previsto para 2040. Este movimiento encaja en una tendencia más amplia: varios países aliados, desde Portugal a Canadá, han comenzado a cuestionar la fiabilidad estratégica de Estados Unidos, un debate alimentado por las tensiones comerciales y los aranceles impulsados por la administración Trump.

Lo cierto es que la situación es más difícil de lo que parece. No obstante, China tiene controlada la cadena de suministros, y ha comenzado a trabajar en sus propias alternativas, mucho más avanzadas de lo esperado y capaces de sorprender en el Pentágono. El tablero geopolítico es cada vez más extraño y esto, de una forma u otra, está generando aliados improbables.

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El caso más sonado, además del español, es Suiza. Tras un arancel del 39% impuesto por Washington, parlamentarios helvéticos reclaman anular su contrato de 9.100 millones de dólares por 36 F-35, firmado en 2022. Dinamarca, por su parte, ha expresado arrepentimiento por su compra, y en Ottawa, la cúpula militar sigue debatiendo si completar los 88 aparatos comprometidos. Incluso Portugal ha dejado caer que la "previsibilidad de los aliados" será decisiva en futuras adquisiciones.

Aunque hablamos de un efecto dominó y unas consecuencias en cascada, lo cierto es que no es un golpe letal para Lockheed Martin —el Pentágono planea adquirir unos 2.400 F-35 y la aeronave representa el 25% de sus ventas—, pero sí un desafío narrativo. El caza sigue siendo la joya tecnológica del arsenal estadounidense, con ventajas claras en aviónica y guerra en red frente a rivales europeos, y ha probado su eficacia en operaciones recientes. Sin embargo, su coste, retrasos y dependencia política lo han convertido en pieza de un pulso geoestratégico.

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El problema para España y otros países es que, sin el F-35B, sus portaaviones y operaciones embarcadas deberán reinventarse. Y aunque el sueño de un "sorpasso europeo" seduce en los despachos comunitarios, la realidad operativa dicta que aún queda mucho para que el Typhoon o el futuro FCAS puedan sustituir, con plena interoperabilidad, al que sigue siendo el caza más avanzado del mundo.