Mientras Madrid roza los 38 grados y la ciudad parece fundirse bajo un sol inclemente, los vecinos se topan con una sorpresa: El Retiro y varios parques históricos permanecen cerrados. ¿El motivo? Un protocolo activado por “condiciones meteorológicas adversas” que, en teoría, busca evitar accidentes por la caída de ramas o árboles. Pero la medida, lejos de calmar los ánimos, ha encendido un debate público sobre el sentido común y las prioridades urbanas en plena emergencia climática.
Parques cerrados… justo cuando más falta hacen
La escena se ha repetido varias veces en los últimos días: calor extremo, búsqueda desesperada de sombra y un candado en la verja del parque. Lejos de ser un caso aislado, la situación forma parte de un protocolo municipal de seguridad que se aplica desde 2018, tras varios accidentes, uno de ellos mortal. Aquel año, un niño de cuatro años falleció por la caída de un árbol en El Retiro. Desde entonces, el Ayuntamiento activa cierres parciales o totales cuando se combinan viento fuerte, altas temperaturas y baja humedad en el suelo.
Pero este mecanismo de “alerta roja”, basado en un sistema de semáforo climático que analiza datos de AEMET, no distingue entre áreas seguras y peligrosas: si se activa en El Retiro, se replica en otros parques como El Capricho, Juan Carlos I, Fuente del Berro o los Jardines de Sabatini. La consecuencia: miles de madrileños se quedan sin acceso a las principales zonas verdes justo cuando más las necesitan para mitigar el calor.
Una medida que no convence a todos
El Ayuntamiento, dirigido por José Luis Martínez-Almeida, defiende la decisión con argumentos técnicos y cifras contundentes: “El parque se cierra solo el 1 % del tiempo, pero durante ese periodo se produce el 80,7 % de las caídas de ramas”, apuntó Borja Carabante, delegado de Medio Ambiente. Según los datos municipales, el 68 % de los árboles de El Retiro están maduros o envejecidos, lo que incrementa el riesgo en olas de calor como la actual.
Aun así, las críticas no han tardado en llegar. Asociaciones vecinales, partidos de la oposición y expertos en urbanismo cuestionan si cerrar los parques por sistema es realmente la mejor opción. “Es una medida contra el sentido común”, aseguran desde Más Madrid, que reclama una revisión del protocolo y un inventario actualizado del arbolado. El PSOE, por su parte, propone “mapas de riesgo” más precisos y planes diferenciados por zonas, que eviten el cierre total.
¿Protección o desconexión con la realidad climática?
El gran dilema que emerge tras esta polémica es si el protocolo actual responde adecuadamente al nuevo contexto de cambio climático. En una ciudad que ha invertido 1,5 millones de euros en toldos para combatir el calor en Puerta del Sol, cerrar los parques en plena ola de calor parece —para muchos— una contradicción: se bloquea el acceso al único refugio térmico natural que queda en la urbe.
Desde sectores de la salud pública y la arquitectura urbana se recuerda que los espacios verdes juegan un papel vital como reguladores térmicos, especialmente en barrios sin sombra ni aire acondicionado. El cierre generalizado no solo reduce la calidad de vida, sino que puede agravar los efectos del calor en poblaciones vulnerables como ancianos, niños o personas sin hogar.















