En plena crisis de acceso a la vivienda, con el metro cuadrado rozando los 2.500 euros de media en España y un déficit estimado de unas 700.000 viviendas, las casas prefabricadas se están consolidando como una alternativa real a la obra tradicional. Frente a los precios desorbitados de muchos pisos y chalés, aparecen propuestas que, sin ser “low cost” en términos absolutos, sí rebajan de forma drástica la barrera de entrada para familias que necesitan espacio pero no pueden asumir una hipoteca convencional. El modelo Darla de la firma Pineca es un buen ejemplo: 180 metros cuadrados, cinco habitaciones, tres baños y una gran terraza por 58.521 euros.
Se trata de una vivienda de dos plantas pensada claramente para familias numerosas o para quienes quieren combinar hogar y espacio de trabajo. La distribución reparte los cinco dormitorios entre ambas plantas para ganar privacidad, incluye un salón amplio con cocina de concepto abierto y una entrada cubierta que sirve como transición entre el exterior y la zona habitable. A eso se suma una terraza de unos 30 metros cuadrados que actúa como una prolongación del salón al aire libre, algo muy demandado desde la pandemia.
Una “macrocasita” prefabricada para familias
Uno de los puntos fuertes del modelo es la luminosidad: el diseño incorpora muchas ventanas repartidas por toda la estructura, lo que facilita la ventilación cruzada y reduce la necesidad de luz artificial durante el día. Además, Pineca ofrece una versión aislada térmicamente, pensada para climas más extremos o para quienes quieran ajustar mejor el consumo energético. La casa incluye también un pequeño almacén para guardar electrodomésticos, herramientas u otros enseres, algo útil en viviendas de este tamaño.
La estructura es íntegramente de madera, lo que le da un aspecto cálido y “natural”, pero también la alinea con la creciente demanda de soluciones más sostenibles. La madera laminada y tratada correctamente puede ofrecer una buena durabilidad si se mantiene bien, y permite sistemas constructivos industrializados que acortan plazos de montaje frente a una obra tradicional de ladrillo y hormigón. Ese enfoque encaja con la tendencia actual: menos tiempo de construcción, menos residuos y mayor control sobre calidades desde fábrica.
Menos coste, menos tiempo y más sostenibilidad
Más allá del modelo concreto, el auge de casas prefabricadas como la Darla refleja un cambio de mentalidad. Para muchos compradores, la clave ya no es solo la ubicación, sino encontrar un equilibrio razonable entre precio, metros cuadrados, eficiencia energética y rapidez de entrega. En un escenario donde el alquiler se dispara, el suelo urbanizable escasea y la burocracia alarga cualquier promoción, poder montar una vivienda completa en semanas se convierte en un atractivo añadido.
Eso sí, conviene no olvidar la letra pequeña: esos 58.521 euros corresponden a la casa en sí, sin contar el coste del terreno, las licencias municipales, la cimentación, las conexiones a suministros ni posibles extras de aislamiento o acabados. Aun así, incluso sumando esos gastos, modelos como el Darla ayudan a entender por qué las prefabricadas han pasado de ser una rareza a convertirse en una de las pocas vías realistas para acceder a una vivienda amplia en el mercado español actual.
