Internet es un pozo sin fondo. Podemos encontrar absolutamente de todo. De hecho, hay comunidades que se centran en sacar el máximo partido a un determinado hobby. Y hay entretenimientos y áreas tan especiales y extrañas como la centrada en el universo de los cerrajeros y los aficionados a los candados que comparten vídeos sobre cómo forzar cerraduras con una mezcla de ingenio, precisión y, sobre todo, humor. Sí, no es mentira.
Hasta ahí, otro día normal en la red. Pero para la empresa Proven Industries, con sede en Florida, aquello se convirtió en una pesadilla. Tras presentar su nuevo candado de 130 dólares como “indestructible”, un youtuber con experiencia en cerrajería desmontó la teoría en apenas unos segundos. Lo que parecía una simple demostración técnica acabó con más de 13 millones de visualizaciones y una marca humillada frente a millones de espectadores.
Más de 19 millones vieron en YouTube cómo abrir un candado por culpa de un enfado: el efecto Streisand lo convirtió en viral
La historia comenzó cuando varios miembros de esa comunidad etiquetaron al creador Trevor McNally, exsargento de la Marina reconvertido en fenómeno viral con más de siete millones de seguidores. Desde Proven Industries respondieron con sarcasmo, asegurando que esos “influencers de los cerrojos” solo abrían cerraduras baratas. Mal movimiento.
McNally aceptó el reto, y días después publicó un vídeo en el que abría su flamante candado con un simple trozo de aluminio de una lata de refresco. Sin hablar, con gesto impasible y una edición que rozaba la parodia, logró humillar al fabricante y situar su vídeo entre los más vistos del mes.
Lejos de asumir el golpe, la empresa redobló la apuesta. Publicaron nuevos vídeos, mensajes personales, e incluso llamadas a la mujer del youtuber, advirtiendo de posibles demandas. Cuando McNally respondió con otro vídeo -esta vez con 19 millones de visitas- mostrando todo el proceso de compra y apertura del candado, la compañía presentó una demanda monumental. Le acusaban de difamación, publicidad engañosa, violación de derechos y hasta conspiración civil.
El resultado fue el clásico efecto Streisand: cuanto más intentas borrar algo, más se propaga. El caso se volvió viral, y el juez terminó ridiculizando a Proven Industries por gastar más dinero en acallar al youtuber que en solucionar el defecto del producto. McNally salió indemne y con más seguidores que nunca. Otra lección para la era digital: en internet, intentar silenciar una crítica solo sirve para amplificarla.















