La Sábana Santa de Turín vuelve a situarse en el centro del debate científico y religioso. Este lienzo de lino de 4,4 metros de largo por 1,1 de ancho, que muestra la figura de un hombre crucificado con más de 120 marcas de tortura, sigue planteando un enigma sin resolver: ¿se trata del sudario que envolvió a Jesús tras su muerte o de una falsificación medieval tan sofisticada que aún hoy desafía a la tecnología? La respuesta divide a creyentes y escépticos desde hace siglos.
La primera referencia documentada de la Sábana se remonta a 1355, cuando la familia de Geoffroy de Charny la exhibió en Lirey, Francia. Apenas unas décadas después, el obispo Pierre d’Arcis denunciaba que era una pintura, mientras que el papa Clemente VII permitía su veneración solo como representación simbólica. Documentos redescubiertos, como los del filósofo Nicolás Oresme, insisten en la hipótesis del fraude clerical. Sin embargo, otras pistas históricas apuntan a que la tela pudo haber circulado mucho antes bajo el nombre del Mandylion de Edesa, venerado en Constantinopla hasta el saqueo de 1204.
Historia y controversia inicial
El mayor golpe a la autenticidad llegó en 1988, cuando tres laboratorios independientes aplicaron la datación por carbono-14 y situaron el origen del tejido entre 1260 y 1390. Para muchos fue la prueba definitiva de que la reliquia es medieval. Pero desde entonces se han cuestionado los resultados: la muestra analizada habría provenido de una zona remendada tras el incendio de 1532. Investigadores como Liberato De Caro han aplicado técnicas más modernas, como la espectroscopía WAXS, que apuntan a que el lino podría tener hasta 2.000 años, una cronología compatible con la época de Jesús.
Más allá de la datación, lo que más fascina es la imagen misma. El cuerpo aparece como un negativo fotográfico sin pigmentos ni trazos de pincel, impreso de manera superficial en las fibras con propiedades tridimensionales. En 1976, un análisis de la NASA concluyó que la intensidad de la imagen variaba según la distancia entre el lienzo y el cuerpo, algo imposible de replicar con técnicas conocidas de la Edad Media. Además, las manchas de sangre se imprimieron antes que la figura, un detalle difícil de explicar en la hipótesis del fraude.
Físico de la imagen y análisis técnicos
Otros hallazgos refuerzan el misterio. El palinólogo Max Frei identificó granos de polen de más de treinta especies, la mayoría endémicas de Palestina, entre ellas plantas vinculadas a coronas de espinas rituales. Botánicos israelíes confirmaron estas conclusiones años después. También se detectaron restos de aceites funerarios, como el Helichrysum mezclado con mirra y aloe, usados en el siglo I en Oriente Medio. Incluso se han hallado partículas de aragonito propias de Jerusalén y ausentes en suelos europeos, así como inscripciones invisibles en griego, latín y arameo, que solo pueden observarse con luz ultravioleta.
Juan Pablo II llegó a describir la reliquia como “una provocación a la inteligencia”. Entre quienes la estudian, la conclusión es unánime en un punto: nadie ha logrado explicar de forma definitiva cómo se formó la imagen. Entre el fraude medieval más logrado y el milagro más grande de la historia, la Sábana Santa sigue siendo un interrogante abierto que desafía tanto a la ciencia como a la fe.















