Sylvester Stallone es un nombre que tiene especial fuerza en el cine de acción. Su presencia icónica en Hollywood ha marcado generaciones, y aunque sigue activo en la industria -pese a los grandes tropiezos comerciales recientes-, su carrera ha tenido momentos complejos que ponen a prueba la resistencia de un actor acostumbrado a la fama.
Con papeles inolvidables en sagas emblemáticas como Rocky y Rambo, el actor parecía tener el mundo a sus pies tras un inicio turbulento, pero los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI no fueron precisamente su mejor época.
La película que obligó a Sylvester Stallone a alejarse de Hollywood: "Lo hice por mí"
La década de 1990, lejos de ser su apogeo, estuvo marcada por una serie de decisiones cinematográficas que no estuvieron a la altura de sus glorias pasadas. Comenzó la década con Rocky V (1990), un capítulo que muchos consideran la peor entrega de la saga, y que afectó profundamente su imagen pública. La falta de una nueva película de Rambo desde Rambo III (1988) dejó a los fanáticos con las expectativas por los suelos, mientras que títulos como Máximo riesgo y Demolition Man (1993), aunque tuvieron una taquilla aceptable, nunca alcanzaron el nivel de sus grandes éxitos de los 80.
Lo cierto es que el actor no estuvo exento de críticas. Entre 1990 y 1999, Stallone recibió 12 nominaciones a los premios Razzies, y ganó en tres ocasiones. Este tipo de reconocimientos no son nada halagüeños para un actor que alguna vez fue considerado uno de los mejores del cine de acción, y marcaron una etapa sombría en su carrera.
Pero el peor momento estaba por llegar. A principios de los 2000, Stallone no lograba despegar, y las películas que protagonizaba se percibían como meros intentos de mantener viva su relevancia. Driven (2001), D-Tox (2002) y el remake de Get Carter (2000) fueron flops que arruinaron aún más su imagen pública. A pesar de estos tropiezos, el colofón llegó con Spy Kids 3: Game Over (2003), donde Stallone interpretó al villano.
En una entrevista con CBS, el actor confesó: "Lo hice por mí, solo por mi niño raro interior". Aunque al principio dudaba de la decisión, la reacción de sus hijos, que se emocionaron al ver la película, lo convenció. A pesar de la divertida anécdota, este fue el punto culminante de un periodo oscuro en su carrera, y tras su participación en la película, Stallone desapareció del cine durante un largo y doloroso paréntesis de 41 meses.
Lógicamente, la historia de Stallone no termina ahí. Lejos de caer en el olvido, el actor encontró la forma de reinventarse, como lo hacen pocos. En lugar de rendirse, decidió regresar a sus raíces y recuperar a los personajes que lo habían hecho famoso. Rocky Balboa (2006) y Rambo (2008) se convirtieron en los proyectos que le dieron una segunda oportunidad en el cine, demostrando que, a veces, los personajes que nos han acompañado toda la vida pueden ser el resurgir de una carrera que parecía condenada al olvido. Y así, Stallone resurgió, con sus más y sus menos, pero resurgió.
