La estampa es inconfundible: una torre metálica que reproduce con fidelidad la silueta de la Torre Eiffel se eleva sobre un horizonte de bloques residenciales y amplias avenidas en Hangzhou, al este de China. Tianducheng, conocida popularmente como “la París china”, nació a principios de los años 2000 como un ambicioso proyecto residencial inspirado en la capital francesa.
Con 31 km² de superficie planificada y una réplica de la torre de 108 metros, el barrio se convirtió rápidamente en símbolo de una tendencia urbanística que marcó la primera década del auge inmobiliario chino: las ciudades temáticas. En su momento inicial fue fotografiada y mencionada en estudios sobre urbanizaciones de nueva construcción que quedaban casi vacías, lo que algunos medios occidentales denominaron “ciudades fantasma”. Sin embargo, la evolución reciente muestra una transformación menos comentada: la zona ha empezado a llenarse de residentes y visitantes, incluidos turistas españoles.
El barrio fue impulsado por el grupo inmobiliario Zhejiang Guangsha y concebido como parte del crecimiento de Hangzhou, una de las urbes más dinámicas económicamente del país. La idea era vender viviendas de lujo y atraer a clases medias emergentes que buscaban símbolos de estatus y modernidad. Investigaciones en urbanismo y sociología, como las realizadas por la Universidad de Hong Kong sobre desarrollos residenciales temáticos, señalan que estas imitaciones arquitectónicas funcionaban como metáforas aspiracionales en una China que se abría al consumo global después de la década de 1990. Tianducheng, con sus bulevares arbolados y plazas que evocan Montmartre o el Campo de Marte, formaba parte de esa narrativa: vivir en “una versión idealizada de Europa”.
De “ciudad fantasma” a zona residencial viva
Durante los primeros años, la realidad no respondió a las expectativas. Las viviendas se vendieron por debajo del ritmo previsto y los espacios públicos quedaban en gran parte desiertos. Aquellas imágenes alimentaron artículos y reportajes sobre la soledad arquitectónica del lugar, asociados al fenómeno de las “ghost cities”, objeto de análisis en informes del China Academy of Social Sciences y en diversas publicaciones de geografía urbana. Pero el rápido crecimiento demográfico y la expansión del metro de Hangzhou alteraron el panorama. La línea de transporte conectó Tianducheng con el centro urbano y el enclave comenzó a recibir un flujo estable de nuevos residentes y curiosos, cambiando gradualmente su percepción pública.
Entre quienes llegan se encuentran cada año cientos de turistas españoles, muchos atraídos por vídeos virales, reportajes en redes y la fascinación por las réplicas arquitectónicas. Agencias de viajes y creadores de contenido destacan Tianducheng como una excursión diferente dentro de rutas que combinan Hangzhou, Shanghái y Suzhou. Para algunos, es una experiencia que mezcla la sorpresa y la indagación cultural: recorrer calles que parecen europeas, pero donde la vida cotidiana, el comercio local y el paisaje son inequívocamente chinos. Este contraste ha llamado la atención de investigadores en antropología del espacio urbano, que analizan cómo los habitantes se apropian de estas réplicas reinterpretándolas desde usos locales, creando nuevas identidades urbanas.
Una “París” cotidiana bajo el cielo de Zhejiang
Hoy, Tianducheng presenta una imagen menos espectral y más cotidiana: parques con familias, parejas haciendo fotos prenupciales —una de las actividades más comunes en la zona desde hace años— y cafeterías donde jóvenes profesionales teletrabajan. La réplica de la Torre Eiffel, aunque no alcanza los 324 metros de la original parisina, funciona como punto de encuentro social y como escenario recurrente para sesiones fotográficas de boda y vídeos musicales. De hecho, estudios recientes sobre turismo urbano simbólico, publicados en revistas como Tourism Geographies, destacan cómo estos espacios reproducidos pueden convertirse en motores turísticos aun sin tener el peso histórico del referente, gracias a su alto valor icónico.















