Frankenstein, la esperada visión de Guillermo del Toro sobre la inmortal obra de Mary Shelley, ha conquistado a la crítica y ha demostrado que el proyecto, en el que participan Oscar Isaac y Jacob Elordi, está preparado para arrasar.
El filme supone primer largometraje tras el aclamado Pinocho en stop-motion y, a la vez, una declaración de intenciones sobre el rumbo que quiere tomar su carrera: volver al terreno de la animación para insuflarle nueva vida a una industria que, en sus propias palabras, lleva demasiado tiempo atrapada en fórmulas previsibles.
Guillermo del Toro adelanta su próximo proyecto y lanza una crítica: 'La animación es el arte en su estado más puro, pero está secuestrada'
Durante el Festival de Annecy en 2023, del Toro ya adelantó que rodaría un par de películas más en imagen real -no demasiadas- antes de volcarse de lleno en la animación. Y lo decía con un tono de urgencia: "La industria necesita cambios profundos", afirmaba el cineasta mexicano, denunciando que buena parte del sector se ha conformado con repetir esquemas visuales que generan taquillazos, sí, pero que han convertido la animación en un terreno cada vez más estéril.
Su defensa del stop-motion no es casual. Para él, esta técnica tiene algo de hipnótico, un poder que conecta directamente con las emociones del espectador sin filtros, de forma casi "intravenosa". Y aunque reconocía los logros de fenómenos recientes como Spider-Verse, Las Tortugas Ninja o Super Mario Bros., también subrayaba que incluso esos éxitos siguen encorsetados por una necesidad constante de conflicto y espectáculo.
Del Toro no se mordió la lengua: "La animación ha sido secuestrada por una panda de matones", aseguró con su habitual vehemencia. Criticó con dureza la proliferación de personajes que actúan como si hubieran salido de una sitcom, siempre con cejas arqueadas, poses descaradas y frases ingeniosas que, según él, no reflejan la vida real sino una especie de caricatura adolescente disfrazada de modernidad. Su diagnóstico fue tajante: "Eso es pornografía emocional".
El director defendió que lo verdaderamente revolucionario sería mostrar en la animación la vida tal como es: con padres aburridos, familias rotas y silencios incómodos. Todo esto no significa que haya abandonado la acción real. Su Frankenstein, a la vista de lo que la crítica y la prensa alaba, promete ser mucho más que otra adaptación del mito: una relectura ambiciosa que podría convertirse en la versión definitiva de la novela de Shelley. Pero incluso aquí, del Toro parece utilizar la obra como puente hacia lo que de verdad le interesa: un futuro entregado a la animación. El mexicano trabaja en una adaptación en stop-motion de El gigante enterrado, la novela de Kazuo Ishiguro, y no es ningún secreto que su deseo es asentarse en ese terreno durante los próximos años.
