En 1960, Sophia Loren se transformó en doña Jimena para la superproducción El Cid, una cinta épica rodada en escenarios naturales de la costa valenciana. A sus 25 años, la actriz italiana se enfrentó no solo al reto de una gran producción internacional, sino también a las tensiones con su compañero de reparto, Charlton Heston. Sin embargo, fue el entorno de Peñíscola, con su castillo templario y su costa imponente, el que le dejó una huella imborrable.
Décadas después, Loren no ha olvidado lo vivido. En una emotiva declaración durante la entrega de la Espiga de Oro en Valladolid, en 2007, afirmó: “Volver a España es volver a un momento mágico en mi vida”.
Peñíscola fue el decorado real de una de las escenas más icónicas del filme y, al mismo tiempo, testigo silencioso de las emociones personales de la actriz durante aquel rodaje.
El impacto de El Cid fue doble. No solo consolidó a Loren como estrella internacional, también transformó para siempre la localidad castellonense, cuya arquitectura medieval y playas vírgenes pasaron a formar parte del imaginario cinematográfico. El pueblo, unido al continente por un estrecho istmo, se convirtió en plató viviente y, desde entonces, su perfil ha atraído a otras producciones, como Juego de Tronos o películas de Berlanga.
Hoy, Peñíscola conserva ese legado. Su fortaleza sigue dominando el horizonte, y las murallas que una vez protegieron a templarios y papas, hoy dan cobijo al turismo que busca en sus calles la magia del cine clásico. Además, espacios naturales como la Sierra de Irta o las playas Norte y Sur refuerzan el carácter único del enclave.
