El ojo humano percibe los colores gracias a unas células especializadas de la retina conocidas como conos, que responden a diferentes longitudes de onda de la luz. Existen tres tipos: unos captan las ondas largas (rojos), otros las medias (verdes) y los últimos, las cortas (azules). En condiciones normales, vemos el mundo gracias a la combinación de estos tres sensores biológicos. Pero hay algo que la naturaleza nunca nos ha permitido: activar uno de esos grupos de forma aislada.
Un color imposible: la ciencia fuerza al ojo humano a ver lo que no debería
Eso es justo lo que ha conseguido un equipo de neurocientíficos de la Universidad de California. El experimento —tan preciso como provocador— buscaba responder a una simple pero inquietante pregunta: ¿qué veríamos si solo pudiésemos activar los conos M, responsables de captar las ondas medias? “Desde el principio sospechábamos que el cerebro generaría un color sin precedentes, pero no teníamos ni idea de cómo se traduciría esa señal en una experiencia visual concreta”, explicaron los investigadores a The Guardian.
La prueba consistió en estimular únicamente los conos M mediante breves impulsos láser dirigidos directamente a la retina. El resultado fue asombroso: los participantes describieron haber visto una tonalidad cercana al azul verdoso... aunque con una intensidad tan inusual que, literalmente, no puede reproducirse en pantallas ni describirse con palabras conocidas. “Es un color que no existe en nuestro repertorio visual cotidiano. No hay forma humana de mostrarlo en un monitor”, asegura Austin Roorda, uno de los autores del estudio.
Lo que vieron no es un color como los que pintan los pinceles o proyectan los píxeles. Es una construcción interna, generada por el cerebro ante un estímulo que jamás antes había procesado en aislamiento. Una sensación visual que no pertenece al espectro natural del ojo humano, pero que aún así se experimenta como real.
Aunque para muchos pueda sonar a simple anécdota científica o rareza de laboratorio, el hallazgo podría tener implicaciones reales. Comprender cómo el cerebro genera colores a partir de estímulos específicos abre la puerta a nuevas vías de investigación en el tratamiento del daltonismo o en el diagnóstico de trastornos oculares. También desafía nuestras ideas sobre los límites de la percepción y el potencial latente de nuestros sentidos.
Eso sí, como admiten los propios científicos, este descubrimiento no tendrá un impacto inmediato en la tecnología de consumo. “Ni los móviles ni las televisiones podrán mostrarlo. Está a años luz de lo que unas gafas de realidad virtual son capaces de generar”, señalan.
