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Científicos descubren que los perros están evolucionando por culpa de los humanos: 'Es una tercera ola de domesticación'

Es un fenómeno parecido al que ocurrió hace miles de años cuando los lobos más dóciles fueron aceptados en los asentamientos humanos. Solo que ahora, en lugar de acercarse al fuego, los perros se acercan al sofá.
Científicos descubren que los perros están evolucionando por culpa de los humanos: 'Es una tercera ola de domesticación'
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Actualizado: 16:46 9/7/2025
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Durante miles de años, los perros han evolucionado junto a los seres humanos, pero ahora esa evolución ha tomado un nuevo rumbo. Científicos de la Universidad de Linköping (Suecia), junto con expertos en cognición canina de la Universidad de Duke (EE. UU.), han identificado lo que consideran una tercera gran ola de domesticación, que estaría transformando a los perros en animales más calmados, sociables y emocionalmente conectados con sus dueños. Todo ello impulsado, paradójicamente, por nuestro propio estilo de vida cada vez más sedentario.

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El hallazgo se basa en varios estudios recientes sobre comportamiento canino y genética, y se apoya en el análisis de una hormona clave en la formación de vínculos sociales: la oxitocina. Esta sustancia, conocida como la "hormona del amor", se libera en momentos de apego y confianza tanto en humanos como en otros mamíferos. Pero en el caso de los perros, la sensibilidad a la oxitocina parece haber aumentado con el paso del tiempo… y no por azar.

Una domesticación en tres actos

La historia de los perros domesticados puede dividirse en tres fases. La primera comenzó hace decenas de miles de años, cuando algunos lobos dejaron atrás su vida salvaje y empezaron a acercarse a los asentamientos humanos en busca de comida. Con el tiempo, esos animales se volvieron menos agresivos, más colaborativos, y terminaron convirtiéndose en los primeros compañeros del ser humano.

La segunda ola surgió tras la Revolución Industrial, cuando la clase media empezó a criar perros con fines estéticos o funcionales, dando lugar a razas seleccionadas por su aspecto o utilidad: perros guardianes, pastores, cazadores o rateros. Se convirtieron en trabajadores versátiles, pero aún vivían mayoritariamente al aire libre, en granjas o zonas rurales.

Ahora, la tercera etapa parece estar en marcha: una nueva fase de domesticación que no prioriza el trabajo físico, sino la convivencia afectiva. Los perros del siglo XXI pasan la mayor parte del tiempo dentro de casas o pisos, duermen en camas, van al parque en correa y se relacionan con humanos más que con otros animales. Y esto está moldeando su biología.

Oxitocina y comportamiento: claves del cambio

En el experimento principal, los investigadores observaron a 60 golden retrievers tratando de abrir un frasco con comida. Lo interesante no fue su habilidad física, sino cómo respondían al desafío. Aquellos perros que recibieron una dosis de oxitocina en aerosol y que tenían una variante genética concreta en los receptores de esta hormona, mostraron una mayor tendencia a pedir ayuda a su humano cuando no podían resolver el problema por sí solos.

Este comportamiento no solo indica una mayor sociabilidad, sino también una dependencia emocional selectiva, algo que no habría sido útil (ni posible) en la época en que los perros tenían que sobrevivir por su cuenta o vigilar una propiedad.

¿Estamos criando “perros del futuro”?

Los investigadores Brian Hare y Vanessa Woods, responsables del Duke Canine Cognition Center, sostienen que el ejemplo más claro de esta nueva evolución son los perros de asistencia: animales que no solo ayudan a personas con discapacidad, sino que han sido seleccionados genéticamente y entrenados para ser empáticos, serenos, obedientes y altamente adaptables. “Los perros guía o de servicio representan a los miembros más evolucionados de la manada”, afirman.

Su carácter tranquilo, su tolerancia a los extraños y su capacidad para gestionar emociones y ambientes urbanos los convierten en el modelo ideal del perro del siglo XXI. Según Woods, “estos perros pueden parecerse a un labrador cualquiera, pero biológicamente son casi otra raza”.

La presión de la vida urbana

No todos los perros están siguiendo ese camino evolutivo sin fricciones. La vida moderna —con espacios reducidos, estímulos constantes y contacto frecuente con desconocidos— penaliza a los perros más nerviosos o territoriales. Aquellos que todavía conservan comportamientos “útiles” para otras épocas, como la agresividad hacia intrusos, el miedo a ruidos o una energía excesiva, tienen más probabilidades de ser abandonados o no adaptarse bien a entornos urbanos.

¿Estamos alterando su genética?

Según los genetistas implicados en el estudio, las variantes observadas en el gen del receptor de oxitocina están siendo favorecidas inconscientemente por los humanos. Al adoptar, entrenar y reproducir más a los perros que responden mejor al contacto social, estamos potenciando esos rasgos a nivel poblacional. Se trata de un proceso de selección artificial, sí, pero guiado por el afecto y la convivencia, no por la productividad.

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